Los rápidos de Villarroya
Un paseo por el municipio que votó en dos minutos
Pío García
Jueves, 29 de mayo 2014, 12:09
Las pasadas elecciones europeas dejaron muchos datos para el análisis: que si el PP ganó muy por los pelos, que si el PSOE se hundió, que si el bipartidismo ha petado, que si Podemos, que si Esquerra, que si Le Pen, que si la UKIP Hay, por resumir, montado un lío de mil demonios. Pero en este rinconcito queremos fijarnos en un insólito y amable récord: un pueblecito riojano, Villarroya, fue el más rápido de España y, probablemente, de Europa. Las urnas se abrieron a las nueve y dos minutos más tarde ya estaba la labor hecha. Los nueve vecinos censados habían depositado su papeleta y santas pascuas. Batieron su propia plusmarca, fijada en tres minutos y alcanzada en las elecciones generales de 2011. El día en que a un villarroyano se le ocurra abstenerse o se ponga malo, los miembros de la mesa tendrán que llevar una baraja para al menos disputar un campeonato de mus hasta que den la hora de cierre.
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En papel
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Este fin de semana, continúa en el periódico la serie La Rioja de cabo a rabo, con el patrocinio de Bankia. El sábado 31 de mayo nos detenemos en Entrena, Sojuela y Medrano y el domingo 1 de junio caemos por Daroca, Hornos y Sotés.
Dos minutos. Dos minutos que me dan pie a cursarles una invitación: vayan a Villarroya. El municipio, uno de los más pequeños de España, está a 925 metros de altitud, a las faldas del monte Gatún, en la carretera LR-123, que va de Arnedo a Cervera. Cuando el fotógrafo Justo Rodríguez y yo estuvimos en el pueblo, todavía en invierno, de continuo vivían tres vecinos. Estuvimos charlando un buen rato con el alcalde, Salvador Pérez, que nos habló del pasado minero del pueblo. Durante la posguerra y hasta los años sesenta, el subsuelo estaba horadado de galerías, con sus vagones, sus barreneros, sus picadores Ahora, como humilde testigo de aquellos tiempos, solo queda (espero que por mucho tiempo) el castillete de ladrillo que marcaba la entrada a las minas.
En Villarroya ya no se saca carbón, pero el lugar merece un paseo detenido, quizá una excursión dominical. Está recuperado con mimo y el paisaje sobre el que se asienta es sobrecogedor. La mole de Peña Isasa (1.456 metros) domina el horizonte y el cielo parece tan cercano que dan ganas de saltar para coger nubes. Además, a tiro de piedra están Muro de Aguas, Cornago, Grávalos, Igea Tierras milenarias, pardas y adustas, de dinosaurios y de aguas termales, de castillos y de vientos feroces. Seguro que estas magníficas fotografías de Justo Rodríguez les abren el apetito.
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