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Una ley real para tributar

José Martínez Glera

Viernes, 30 de enero 2015, 21:23

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Los clubes que se centran en el deporte base (desde niños hasta categoría Juvenil, aproximadamente) han puesto el grito en el cielo ante la idea de tener que regularizar su situación fiscal, laboral y contable. En su rechazo hay todo tipo de argumentos, si bien todos ellos hacen hincapié en los que les favorecen. Lógico.

Hace tiempo que los clubes perdieron su concepto más tradicional, su sentir más romántico. La mayoría de ellos se han convertido en empresas encubiertas. Cobran por prestar un servicios que dan. Lo que ahora se les pide, regularizar una enorme economía sumergida, se ha pedido antes a otros sectores. Y han sobrevivido.

Es lógico que un club que ingresa 60.000, 100.000 ó 200.000 euros al año tenga unas obligaciones fiscales que cumplir. Y es lógico que todo el personal que trabaja para esa entidad tribute. Más o menos, pero que tribute. Y lo haga sobre una legislación que se adapte a la realidad.

Hace unos años, el trabajo en el campo riojano se revolucionó. Contratos, retenciones, seguridad social... un nuevo mundo para el agricultor. Eso ha conllevado más gastos de asesoría y de personal contratado, pero dos eran los caminos: el que se ajusta a la ley o el que la obvia. Sin embargo, cuando llega una multa de 7.000 euros te preguntas por qué no habré hecho los papeles como Dios manda.

Técnicos y monitores que trabajan en el deporte base lo hacen, sobre todo, porque les gusta trabajar con niños. No lo hacen por afán económico. Cumplen una labor social admirable y hay que valorarlo y no obstaculizarlo. Un entrenador puede cobrar 100 euros al mes. Unos, algo más; otros, algo menos. 1.000 euros anuales. Así, partiendo de la base de que es necesario cotizar, hay que ver la realidad.

Practicar una retención del 2% no es algo gravoso para quien cobra. Diferente es que un club tenga que pagar un 33% por contrato a la Seguridad Social. Es decir, 330 euros por cada 1.000 retribuidos. Parece tan excesivo como el hecho de que un funcionario no puede trabajar con niños porque es incompatible (se puede solicitar la compatibilidad, eso sí) o que un parado tampoco pueda hacerlo sin renunciar a un porcentaje de su subsidio. Un parado que se embolsa 100 euros al mes, no quien entrena a 6 equipos y añade 600. Dentro de la globalidad está la particularidad y también la picaresca. Así, la ley debe regular la vida real. Pero con sentido común.

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