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Drones: en la distancia entre ellos y el asfalto hay millones de dólares

El negocio de los 3000 metros

Drones: en la distancia entre ellos y el asfalto hay millones de dólares

El envío de paquetes mediante drones que vuelan a baja altura ya es una realidad en algunas ciudades de China. El país asiático quiere ser el primero en conquistar y explotar comercialmente el espacio aéreo hasta 3000 metros. 'Low-altitude economy' se llama este mercado del futuro, que a finales de esta década debería generar cientos de miles de millones de dólares en facturación.

Viernes, 05 de Diciembre 2025, 12:53h

Tiempo de lectura: 9 min

Un zumbido suave corta el aire. «Ahí», grita un paseante señalando un pequeño punto en el cielo. Poco después, un cuadricóptero aterriza sobre un gran contenedor metálico. Del dron cuelga una caja con una carga. Esta vez se trata de un menú del Kentucky Fried Chicken: dos hamburguesas, dos bebidas y alitas de pollo picantes. El dron suelta la caja dentro del contenedor y se va volando. Para recoger la caja y disfrutar del menú, hay que introducir el código correcto.

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Así funciona la entrega. El dron lleva una caja con un pedido de pollo rebozado y alitas. El aparato aterriza en este contenedor y suelta la caja en su interior. Solo el que sepa el número clave podrá recoger el pedido.

Estas entregas desde el aire son la gran atracción para los residentes y turistas que se acercan al Talent Park, en la ciudad china de Shenzhen. «Hemos venido por el dron», dice un joven que está sentado con su novia en un banco del parque. Estos envíos son habituales en el Talent Park y pretenden ser el precursor de un futuro que a los europeos nos recuerda a Star wars, Futurama y otras historias de ciencia ficción: el cielo de las ciudades lleno de objetos voladores, que hacen que personas y mercancías lleguen a su destino sin atascos.

El país que lidere la explotación del espacio urbano de baja altitud redefinirá no solo nuestras ciudades, también la economía

Desarrollar un tráfico urbano a baja altura es altamente complejo. Requiere medición de distancias por láser, pronósticos meteorológicos hiperlocales... Docenas de tecnologías deben integrarse para que los drones no choquen en el aire o caigan sobre la cabeza de los peatones. Los gigantes tecnológicos de China están apostando por resolver este rompecabezas. La República Popular quiere convertirse en la primera nación en conquistar y explotar comercialmente el espacio aéreo hasta 3000 metros. Low-altitude economy se llama en la actualidad este mercado del futuro, que ya a finales de la década debería generar cientos de miles de millones de dólares en facturación.

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Aeródromo... de drones. En China, la azotea de un centro comercial se ha convertido en el parking de estas naves. De aquí despegan. Las rutas están calculadas para que la comida llegue caliente.

En la ciudad de Shenzhen, la autoproclamada 'capital de los drones' de China, pueden contemplarse los inicios de esta economía. Los drones entregaron aquí en 2023 más de medio millón de paquetes. Taxis voladores autónomos con pasajeros humanos despegan regularmente para vuelos de prueba. Más de 1000 empresas de baja altitud desarrollan productos, servicios e infraestructura para el nuevo mercado; entre ellas, EHang –el primer fabricante de taxis voladores que cotiza en Bolsa, nada menos que en el Nasdaq– y el principal productor de drones, la empresa DJI, que domina el 70 por ciento del mercado mundial. El Gobierno de Pekín apoya masivamente esta industria. «China quiere presentarse como nación líder en alta tecnología y obtener reconocimiento internacional –dice Luo Jun, jefe del Centro de Innovación de Economía de Baja Altitud de Pekín–. Pero aún queda un largo camino».

¿Cuáles son las posibilidades de que pronto haya realmente autopistas en el cielo? ¿Y qué significa el impulso tecnológico de China para el resto del mundo?

La meteorología, un obstáculo para la 'economía del cielo'

En unas calles al oeste del Talent Park, en la sucursal de Kentucky Fried Chicken, una empleada coge una caja con un pedido y la lleva en moto eléctrica al aeródromo de drones, un área acordonada en la azotea de un centro comercial. Poco después despegan los cuadricópteros. Las rutas de vuelo están calculadas para que la comida llegue caliente. De media se necesitan 30 minutos desde el restaurante hasta el cliente. En realidad es demasiado tiempo. Una entrega en scooter suele ser más rápida. Además, hasta ahora los drones no vuelan de manera confiable. «En días buenos como hoy logramos más de 200 entregas –informa un empleado–. Pero, cuando llueve a cántaros, no funciona nada». Tampoco cuando hay viento fuerte.

En las redes sociales se ve diferente. Allí, en vídeos publicitarios, los taxis aéreos despegan incluso con ventisca de nieve en impresionantes vuelos en formación. Una vez más, la publicidad va por delante de la realidad. Luo Jun apunta varios obstáculos para consolidar una economía del cielo. Faltan sitios donde despegar y aterrizar, estándares de la industria para control de tráfico aéreo, defensa contra espionaje... De hecho, hasta ahora solo EHang tiene permiso para operar comercialmente aeronaves no tripuladas. Y luego queda el mayor desafío: ensamblar todos esos elementos y esa información en el complejo sistema urbano. Incluso para estándares chinos, un proyecto mastodóntico.

De China a Zaragoza

Zaragoza quiere parecerse a la ciudad china de Shenzhen en materia de movilidad aérea. La capital aragonesa es uno de los centros de operaciones de la china EHang. En 2014, cuando Huazhi Hu (con camisa azul) fundó EHang desde un garaje en Cantón, la idea de taxis voladores autónomos sonaba a ciencia ficción barata. Hoy, una década después, es el primer fabricante de taxis... Leer más

Drones autónomos con cobertura ininterrumpida que vuelen hasta 1000 metros de altura, se necesita una red móvil 6G. Sin embargo, esta tecnología no estará disponible hasta 2030. Mientras tanto, los drones deben conformarse con el estándar 5G, cuya cobertura solo alcanza los 300 metros de altura, lo que limita significativamente las operaciones de vuelo. Sin embargo, no se debe subestimar la capacidad china de poner en práctica planes ambiciosos. Pekín lleva desde 2010 planificando este proyecto y el año pasado la máxima autoridad económica creó un departamento propio dedicado exclusivamente al desarrollo de la economía de baja altitud.

Shenzhen es considerada una metrópoli pionera en este terreno. En febrero de 2024, la ciudad declaró el espacio aéreo de baja altitud como una zona económica. Se ha planificado que en barrios residenciales surjan miles de plataformas de despegue y aterrizaje para drones. La idea es que para los ciudadanos se convierta en rutina que en el piso 20 de un rascacielos aterrice un dron que les traiga medicamentos o dispositivos electrónicos.

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EEUU despega. ¿Es un pájaro o un avión? No, es un dron de Walmart. La cadena de supermercados estadounidense ya tiene entregas por vía aérea en un centenar de tiendas. Amazon también lo ofrece en Estados Unidos y plantea traerlo a Europa. En España, Correos ha realizado alguna prueba en espacios muy acotados.

Si China logra ser la primera en construir estos sistemas complejos, eso tendrá enormes repercusiones en su posición tecnológica y económica en el mundo. «China no solo quiere construir baterías, drones o inteligencia artificial –explica Kyle Chan, experto en política industrial china en la estadounidense Universidad de Princeton–, sino múltiples tecnologías y ecosistemas». La low-altitude economy es una palanca para ello. La política industrial moderna es «como un crucigrama», explica Chan. Cuantos más vacíos tecnológicos se hayan completado, más fácil resulta resolver los que quedan. «Al mismo tiempo se establecen sinergias cada vez mayores entre las distintas industrias del futuro: los avances en un sector fortalecen a los demás, lo que consolida la posición estratégica del país».

No hay que olvidar que las nuevas tecnologías de transporte han sido los impulsores decisivos de grandes transformaciones económicas. El ferrocarril del siglo XIX no solo acortó distancias: creó la industria del acero, generó millones de empleos, conectó mercados que antes estaban aislados y permitió el nacimiento de grandes ciudades industriales. El automóvil hizo algo parecido un siglo después: dio origen a la industria petrolera moderna, transformó el paisaje urbano con autopistas y suburbios, e impulsó sectores enteros como el del caucho, el vidrio y la electrónica. Cada uno de estos inventos desencadenó un efecto dominó de innovaciones que nadie había previsto. Algo así podría volver a suceder con la conquista del espacio aéreo urbano: una tecnología que no solo cambie cómo nos movemos, sino que redefina por completo cómo funcionan nuestras ciudades y economías.

Estados Unidos y Europa trabajan en proyectos piloto para la entrega aérea de paquetería, pero la regulación frena su avance

China enfrenta un problema que parece no tener solución: decenas de metrópolis donde viven 10, 20 o 30 millones de personas. En ciudades como Shenzhen o Cantón, las calles están perpetuamente colapsadas y construir nuevas carreteras es físicamente imposible: ya no queda suelo disponible. Aquí es donde el cielo se convierte en la última frontera urbana. Si los drones pueden transportar mercancías, ejecutivos y turistas por el aire, las ciudades chinas podrían seguir creciendo económicamente sin necesidad de expandirse horizontalmente. Un edificio de oficinas podría recibir entregas directamente en el piso 30. Un empresario podría cruzar la ciudad en 15 minutos en lugar de dos horas atrapado en un atasco. Una fábrica podría despachar productos urgentes sin depender del tráfico. Es, en esencia, añadir una tercera dimensión a la economía urbana: más actividad comercial, más conexiones, más productividad, todo dentro del mismo perímetro. Las ciudades no crecerían hacia los lados, crecerían hacia arriba.

Desde el escenario de un centro de exposiciones en Pekín, Liu Zhigang –director de Sichuan Jiuzhou Air Traffic Control, empresa estatal de equipamiento aeronáutico– explica cómo será la conquista progresiva del cielo urbano. Lo divide en tres fases claramente diferenciadas.

Fase 1 (ya conseguida): solo vuelos de emergencia. Policía, ambulancias aéreas y servicios de rescate. La mayoría de los países ya están en este nivel.

Fase 2 (está comenzando ahora): servicios comerciales básicos. Reparto de paquetería, entregas urbanas, logística urbana. Rutas programadas y controladas.

Fase 3 (el futuro): el cielo se llena. Taxis voladores que transportan personas, turismo aéreo y eventualmente –quizá dentro de décadas– tráfico individual de civiles pilotando sus propios vehículos. «Cuando lleguemos a la tercera fase, el control manual será imposible –advierte Liu–. Habrá tantos objetos volando simultáneamente que necesitaremos sistemas completamente automatizados y una infraestructura tecnológica de primer nivel».

Dubín y Zúrich, pioneras en Europa

En Europa y América hay aspiraciones similares. En ciudades estadounidenses como Atlanta, Houston y Charlotte, Walmart experimenta con drones de entrega automatizados que llevan mercancías a la puerta de casa. En Europa, Dublín y Zúrich son pioneras. La UE ha elaborado un marco regulatorio integral para objetos voladores autónomos con el título U-Space.

China, sin embargo, tiene una ventaja clara en cuanto a la low-altitude economy. La regulación está bien desarrollada. A esto se suma una amplia fabricación nacional y un alto grado de integración de política industrial. «Todo esto no significa que el plan de Pekín vaya a funcionar –dice Björn Ognibeni, fundador del think tank ChinaBriefs, que analiza tendencias tecnológicas en China–. Pero, si lo hace, será otro ejemplo de industrias completamente nuevas que hoy surgen en China, sin que nosotros en Europa nos enteremos».

En Shenzhen, mientras tanto, un niño señala el próximo dron que despega, el padre lo filma con el smartphone. El aparato volador gira ligeramente y desaparece. Es más que un paquete de comida. Es una gran promesa.

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