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LUNA PAN

¿Tú también pierdes las llaves y tienes desparejados los calcetines?

Estos despistes que tanto tiempo nos hacen perder son normales... hasta que dejan de serlo

Viernes, 1 de julio 2022, 18:55

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Debe de haber un limbo de objetos caseros extraviados, una suerte de realidad paralela donde permanecen suspendidas 'in aeternum' las tapas de túper desparejadas de su recipiente o los calcetines divorciados que jamás regresaron a la vida desde el tambor de la lavadora. Ese volatilizarse como por arte de magia de algunas cosas nos ha sucedido a todos, es tan común que incluso existe un Día Mundial de los Calcetines Perdidos –no es broma, es el 9 de mayo–.

¿Cosa de brujas? ¿Ilusionismo de andar por casa? Tal vez Iker Jiménez debería plantearse ambas preguntas. Estudios más sesudos lo han hecho. Uno del Whirlpool Institute of Fabric Science, por ejemplo, confirmó que esos casos sin resolver son habituales: perdemos una media de un calcetín al mes. Quedan atrapados en zonas ocultas de la lavadora, bajo el caucho en las de carga frontal y en el espacio entre tambores en las de superior (lo siento Iker, ya no te necesitamos). Pero, analicemos el asunto a fondo, como lo haría Poirot mientras desliza los dedos para atusarse el bigotillo. ¿Qué sucede con los huidizos táper ya mencionados? ¿Y con las llaves que parecen desplazarse por efecto de la telequinesia? ¿Por qué las gafas insisten en aparecer en lugares insospechados? Básicamente por nuestro desorden y la acumulación de tareas a las que debemos enfrentarnos a diario.

«Que el entorno en el que vivimos esté ordenado ayuda a priorizar y organizar y, al revés, es un reflejo de nuestro estado mental», comenta Pilar Jiménez, psicóloga y supervisora en Residencia Las Mimosas y psicóloga en Globalpsicosalud. Siempre es beneficioso mantener la armonía, especialmente en épocas convulsas. «Un entorno estimular caótico no ayuda a nuestro cerebro. Tener muchos objetos alrededor, con muchos colores, formas, tamaños... ocupa recursos que podría invertir en otros procesos».

¿Ser una persona olvidadiza tiene explicación genética o es pura casualidad?

  • Teresa Moreno (neuróloga): «Cada vez se hacen más estudios y se han encontrado genes implicados, como el gen de la dopamina D2, que juega un papel fundamental en el olvido. Esto significa que es cierto que hay personas que tienden a ser más olvidadizas que otras, pero todo se entrena, no puede ser una excusa tener predisposición».

  • Pilar Jiménez (psicóloga): «En algunos casos suele ser simplemente porque no se presta atención, no es una cuestión de personalidad ni de carácter. Si la persona no está centrada en lo que hace, olvida las cosas».

Para ahondar en el tema regresamos a las investigaciones. Otra, realizada por Ikea en el año 2019 confirmó que dedicamos 4.683 horas de nuestra vida a buscar enseres perdidos por casa. Es más, casi la mitad de españoles (48%) extravía algo al menos una vez por semana. El ranking de desapariciones lo dominan, por orden, los bolígrafos (los pierde alguna vez el 86,8%), las gafas (86,1%) y las llaves o el móvil (82,6%). Entre la ropa se llevan la palma camisetas o sudaderas (53%) y nuestros enemigos declarados, los calcetines, junto a la ropa interior (47%). ¿Debe preocuparnos esta circunstancia más allá del tiempo que se nos escapa debido a esos despistes? Según la doctora Teresa Moreno, neuróloga portavoz de la Sociedad Española de Neurología, no. «Los olvidos cotidianos son bastante normales. Suceden por el colapso en la interfaz de la atención y la memoria. Otras razones por las que perdemos cosas son el estrés, la fatiga y la multitarea. Se ha asociado durante mucho tiempo con enfermedades graves como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad o la demencia tipo Alzheimer, pero es poco frecuente», asegura.

Ni enfermedad ni mal de ojo

A veces nos enzarzamos en explicaciones abstractas cuando la realidad es muy concreta. Deducimos por nuestra cuenta que este acto fallido esconde algo pernicioso, problemas de atención o peor. «En casos específicos puede serlo, pero en general no. Y de suceder, no se tratará del único síntoma, habrá más. Puede ser un signo de estrés o alteración emocional, o de que estamos pasando por un momento más complicado, pero a priori no de un trastorno mental, salvo en el caso de los olvidos en personas mayores, que puede constituir una señal de deterioro cognitivo», explica Jiménez.

Por suerte, ahí está también la ciencia para ponernos en nuestro lugar cuando acudimos a ideas descabelladas como enfermedad grave o mal de ojo. «Psicológicamente la interfaz falla cuando no activamos nuestra memoria y no codificamos lo que hacemos, dónde dejamos las llaves o las gafas, o cuando tratamos de recuperar un recuerdo. El hipocampo, la parte del cerebro asociada en gran medida con la función de la memoria, toma una instantánea conservada en un conjunto de neuronas. Esas neuronas pueden activarse más tarde, si queremos, con una señal. Por eso, acordarse de las cosas depende tanto de la activación de la memoria como de la atención que prestamos en un instante determinado. Eso sí, si el aumento de los olvidos comienza a ser preocupante será buena idea consultar con un médico, es mejor comenzar el tratamiento lo antes posible», advierte Moreno.

¿Cuándo deben saltar las alarmas entonces? ¿En qué momento esos olvidos que parecen habituales dejan de serlo? La doctora responde. «Una de las señales de advertencia de la demencia no es solo perder cosas, sino encontrarlas en lugares extraños donde no recuerdas haberlas puesto. Para que sea un síntoma preocupante se tiene que asociar a otros como perderse por la calle, olvidarse de hacer tareas cotidianas y alteraciones de la conducta».

Subirse a una silla

Podemos relajarnos, por tanto, aunque el verbo relajar no case bien con estas situaciones. Según el estudio de Ikea, la pérdida de objetos y los olvidos generan en uno de cada dos españoles estrés o ansiedad al constatar que no los encuentran y mientras los buscan, especialmente en el caso de las llaves y el móvil. «Las llaves son imprescindibles para acceder a casa, si las pierdes, puedes verte en un aprieto. Y el móvil... ¿quién no se ha puesto nervioso por no encontrarlo en el bolsillo habitual o en el bolso? Se ha convertido, sin serlo, en un objetivo imprescindible, por eso perderlo nos angustia», confirma Jiménez.

Curiosamente, o no tanto visto lo visto, la Universidad de Islandia y el Hospital Universitario Landspítali establecieron que los participantes en un experimento sufrían una media de 6,4 lapsus por semana. Se daban con mayor frecuencia los días laborables, entre el mediodía y las ocho de la tarde. Encontraron una leve correlación negativa asociada a la edad y corroboraron que envejecimiento, privación del sueño, ansiedad y alcohol juegan un papel importante a la hora de padecerlos. «Los olvidos ocasionales son parte normal de la vida, se vuelven más comunes a medida que envejecemos. En la mayoría de casos no es motivo de alarma, a menos que comiencen a obstaculizar actividades diarias. Olvidar dónde dejaste las llaves del auto es una cosa, olvidar para qué sirven las llaves otra muy distinta. A medida que envejecemos se producen cambios en el cuerpo, incluido el cerebro. Como resultado, la persona nota que le lleva más tiempo aprender cosas nuevas, tal vez no pueda recordar la información tan bien como antes o pierda cosas. Estos lapsos de memoria suelen ser signos de envejecimiento normal», señala la neuróloga.

Consejos para cuando los nervios estallen en plena búsqueda hay tantos que algunos incluso invitan a la risa. Abundan por Internet métodos «infalibles», desde subirse a una silla con el fin de cambiar la perspectiva hasta reconocer que el objeto en cuestión te incomoda inconscientemente (léase anillo de casado que indica…).

La lógica aboga por sistemas más sencillos que tienen que ver con recuperar la calma y centrarse en las últimas acciones. «Hay que repasar lo sucedido desde que lo utilizamos, así se resuelve la mayor parte de casos. Si no lo encontramos no merece la pena desesperarse, está demostrado que cuando aumenta el nivel de ansiedad disminuyen proporcionalmente nuestra memoria y nivel de atención», asegura Moreno. De paso, Jiménez añade que lo mejor es prevenir, «que haya orden en la casa para que no suceda y, si sucede, el objeto será más fácil de localizar porque será más evidente que está fuera de su sitio».

Ya lo decía Benjamin Franklin, que seguro que era un hombre metódico: «Por cada minuto dedicado a la organización, se gana una hora». A todo esto, ¿dónde he dejado las gafas?

Dos preguntas

  • ¿Qué podemos hacer para retrasar el envejecimiento del cerebro? Teresa Moreno: «Hay trucos cotidianos para dejar de perder objetos con frecuencia, como tener una ubicación fija para las cosas, pero a veces no hay nada que podamos hacer. Está claro que cuanto más activos estemos cognitivamente será mejor. Tanto la memoria como la atención se pueden entrenar. Cualquier ejercicio tipo sopas de letras, sudokus, crucigramas… puede ser útil. Por supuesto, leer y estudiar siempre es bueno para mejorar las capacidades cognitivas».

  • ¿Los españoles somos ordenados? Según el estudio de Ikea, un 40% de los encuestados reconoce no hacer la cama por las mañanas. Un 33% acumula durante días ropa en el perchero o en otros sitios. Casi un 40% reconoce que puede estar sentado en el sofá tranquilamente aunque vea objetos tirados a su alrededor. Un 87% confiesa que le cuesta deshacerse de enseres porque tienen un valor sentimental, un 84% los guarda por si algún día los necesitara y casi un 60% no los tira porque no sabe cómo deshacerse de ellos. A pesar de ello el 77,7% se consideran personas ordenadas.

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