Un problema de altos vuelos
Avenida de Portugal 8 y Gran Vía 21 acumulan quejas por las molestias ocasionadas por miles de palomas
JAVIER CAMPOS jcampos@diariolarioja.com
Domingo, 27 de octubre 2013, 11:13
Llevan años sin tender la ropa fuera, sin poder abrir las ventanas y, en caso de atreverse a hacerlo, no es más que para limpiar los excrementos, plumas y hasta huevos que dejan tan incómodos huéspedes. Hay quien asegura que ha habido días en los que no le han dejado ni dormir. Las palomas llevan más de 10 años campando a sus anchas por el abandonado número 8 de avenida de Portugal, el mismo que alberga en sus bajos el Salón de Columnas del Teatro Bretón. Y lo cierto es que los vecinos de las comunidades anexas, especialmente la del número 6, ya no pueden más.
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Los afectados denunciaron la existencia de un palomar en el edificio ya en el 2004 poniendo de manifiesto un verdadero problema de salubridad: la suciedad y los olores habían alcanzado niveles insoportables ya entonces.
A partir de ahí... poco más que buenas palabras. Y, en ocasiones, ni eso. El último escrito remitido al Ayuntamiento de Logroño en mayo del 2013 aún no ha obtenido respuesta. Así lo cuenta Rosa, quien encabeza la acción vecinal y no pasa día en el que no trate de ponerse en contacto con la Administración local para saber qué piensan hacer.
Se da la circunstancia de que el edificio, para más inri, es de copropiedad municipal. El Salón de Columnas, segunda sala del Teatro Bretón, también sirve como entrada de carga y descarga y salida de emergencias, motivo por el cual el vecindario entiende aún menos la pasividad municipal en el caso.
«Más que las traseras del Teatro Bretón parece la casa de los horrores», explica Rosa en referencia al ruinoso aspecto que presenta el inmueble. Los cristales rotos han ido siendo sustituidos por tablas y chapas dotando al conjunto de un aspecto de corral. «Ya en el 2004 el Ayuntamiento requirió por escrito al propietario de los pisos la subsanación de las deficiencias del edificio, cosa que vista la lamentable situación del inmueble, en pleno centro, no se debió de hacer», denuncian los afectados. Actualmente, el edificio está vacío, salvo en su planta baja de propiedad municipal, sin inquilinos y en un estado de deterioro que va a más.
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«Durante todos estos años han caído a la acera trozos de cristales de las ventanas, ha habido amagos de fuegos con intervenciones de bomberos y policía, y todo ello con el consiguiente peligro para los transeúntes», pone de manifiesto Rosa.
Las palomas, que colonizaron el inmueble según fue quedando deshabitado -los vecinos hablan abiertamente de un caso más de 'mobbing inmobiliario'-, utilizaron las carboneras de la cubierta para establecerse y se han multiplicado alcanzando no ya cientos, sino miles.
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Desde el Ayuntamiento, conscientes de que el problema también es suyo precisamente por ser propietario, se instalaron este mismo año redes de gallinero para evitar que entrasen para, meses después, retirar parte de la misma habilitando un cebadero que atraiga a las aves y permita su captura.
La Administración local espera que esta sea la solución definitiva, aunque los vecinos dudan de su efectividad tratándose como se trata de un edificio abandonado. Lo mismo piensan los de Gran Vía 21, otro de los palomares consolidados. «No hay cliente al que no le haya caído un regalito del cielo», dicen desde el estanco del bajo en relación a las heces. «Sólo hemos podido sacar media terraza», lamentan desde el bar de la esquina con episodios como la rotura de vajilla por parte de las aves.
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