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Omella, con el papa Francisco, en una visita al Vaticano cuando era obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño. A la derecha, Vicente Robredo, vicario general de la diócesis riojana Osservatore Romano

Omella, un papable con impronta riojana

El antiguo obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, uno de los hombres más cercanos a Francisco, está llamado a ocupar un puesto relevante en el futuro cónclave

Pío García

Logroño

Lunes, 21 de abril 2025

Cuando murió Juan Pablo II, un cardenal riojano, Eduardo Martínez Somalo, camarlengo, asumió las riendas de la Iglesia católica durante diecisiete días. A él le correspondió certificar la defunción del pontífice polaco, ordenar los papeles de la Iglesia y dirigir su funcionamiento hasta que de las chimeneas vaticanas brotara el humo blanco. Su labor concluyó cuando Josef Ratzinger se asomó a la ventana de San Pedro y asumió el nombre de Benedicto XVI.

Martínez Somalo, que había desarrollado un papel clave durante el pontificado fuertemente conservador de Juan Pablo II, murió en agosto de 2021. Su funeral, celebrado en Baños de Río Tobía, fue oficiado por el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, expresidente de la Conferencia Episcopal Española y antiguo obispo de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño.

Juan José Omella Omella (Cretas, Teruel, 1946) dirigió la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño durante once años, de abril de 2004 a noviembre de 2015. Hombre expansivo, dialogante y ameno conversador, Omella no solo dejó una huella profunda en la comunidad católica riojana, sino en toda la sociedad local. Tras la sorprendente dimisión de Benedicto XVI, un cónclave exprés depositó la tiara en las sienes del cardenal Jorge Mario Bergoglio, que asumió el nombre de Francisco. A Omella, que aún no había sido creado cardenal, la designación le pilló dando una conferencia en Calahorra. «¡Vamos de sorpresa en sorpresa!», exclamó. El entonces obispo de La Rioja lo conocía personalmente: había convivido con él durante una semana, en unos ejercicios espirituales. «Me pareció un hombre de una gran sencillez», apuntó.

Todavía en Logroño, Omella se convirtió en uno de los hombres de Francisco en España. El Papa le llamaba por teléfono con frecuencia. A Bergoglio le gustaban «los pastores que huelen a oveja» y el obispo turolense nunca dejó de ser un cura de pueblo venido a más. Bajo su inspiración y probablemente de su puño, la Conferencia Episcopal alumbró un documento, titulado 'La Iglesia, servidora de los pobres', que causó un notable revuelo por su defensa de la emigración y su alegato en contra de las desigualdades sociales. Han sido exactamente las guías que han marcado el pontificado de Francisco.

En una entrevista concedida a este periódico en el año 2015, Omella dejaba frases que demostraban su conexión intelectual con el Papa argentino: «Pediría a la derecha mayor sensibilidad social y a la izquierda mayor preocupación por la vida»; «una persona tiene derecho a salir de su país para buscar el bienestar en otro sitio»; «la corrupción política y la bancaria son escandalosas. El dinero sin ética nos lleva a esto». Como Francisco, también Omella se ha mantenido en una posición ortodoxa al negar la posibilidad del sacerdocio femenino, aunque defiende la bendición de las parejas gais –no el matrimonio– y considera que el celibato de los curas sí podría ser revisado en algún momento.

Con todo lo anterior, no fue extraño que el último Papa confiase en él para la delicada misión de dirigir el arzobispado de Barcelona en pleno 'procés'. Una tarea que ha completado asediado por los independentistas y criticado por los fieles más conservadores, pero para la que nunca dejó de contar con el apoyo de la Santa Sede. Francisco lo creó cardenal en junio de 2017 y tres años más tarde asumía la presidencia de la Conferencia Episcopal Española, cargo en el que estuvo hasta 2024.

Con voz y voto

Omella, que aún no tiene 80 años, participará en el cónclave con voz y voto. Su ascendencia en la Iglesia ha ido creciendo en los últimos años. Desde 2023 forma parte del llamado C-9, el Consejo de Cardenales, el máximo órgano consultivo del Vaticano. Pocos pronósticos lo incluyen abiertamente en las listas –siempre un poco fantasmagóricas– de favoritos para ceñirse la tiara de San Pedro, quizá porque la edad (ayer cumplió los 79) juega en su contra. En cualquier caso, nadie niega la relevancia y el peso de su palabra en un colegio cardenalicio integrado en su gran mayoría por purpurados nombrados por Francisco: de los 135 cardenales con derecho a voto, 108 han sido creados por el actual papa. Cualquiera de ellos, strictu sensu, podría salir elegido.

Abordado por los medios de comunicación en el Palacio Episcopal de Barcelona, Omella aseguró ayer no ha pensado «nunca» en ser papa. «Es algo que no está en mi cabeza», subrayó. Es esta una frase que, con diferentes variantes, el exobispo de La Rioja repite con frecuencia: tampoco se planteó nunca ser obispo, arzobispo, cardenal. «Yo solo quería ser cura de pueblo», confesó a Diario LA RIOJA. Lo fue durante veinte años hasta que en 1990 lo nombraron vicario general de Zaragoza. Luego le fueron cayendo las sedes episcopales: primero Barbastro, después Calahorra, más tarde Barcelona... y quién sabe si finalmente Roma.

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