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Carlos Aganzo
Escritor y periodista
Lunes, 16 de diciembre 2024
Sabíamos que le faltaba un hervor. Pero ninguna dijimos nada cuando Yolanda, la directora de recursos humanos, le propuso para la secretaría. ¡Era tan mono! ¿Mono y raro? Sin duda: lo supe desde que se acercó el primer día y me preguntó si es que le estaba poniendo ojitos o es que yo miraba así de serie. Como me quedé muda, mirando cómo deslizaba la lengua, para humedecerlos, sobre aquellos labios de Seminci, él remató la conversación:
– Captado el mensaje, reina. Tú y yo vamos a montar un cisco que se va a cagar la perra.
Y así fue, porque, en efecto, lo que Josito entendía por montar un cisco era literal. No digo que fuera malo en la cosa del amor. Quizás desordenado. Pero cuando le entraba la furia no paraba hasta descoyuntarnos a los dos, por más que yo le gritase que parara, que me estaba haciendo cisco. Y lo mismo en la cama que en los asuntos de secretaría… Así que el día que se enteró de que
Yolanda entrevistaba a candidatos para sustituirle, lo dijo bien alto:
– No te preocupes, reina, que a mí no me despide nadie. Que les monto un cisco que se caga la perra.
Es cierto. La noche de autos la pasamos juntos. Pero esta vez, lo juro, se comportó como un caballero. La directora general le había mandado llamar a primera hora.
– Más le valdrá a Yolanda no estar presente mañana, reina, porque le tendría que repetir eso de que los humanos no somos recursos, y además… ¡Además voy a montar un cisco que se va a cagar la perra!
Me pregunta, señoría, si Josito, con tanto cisco y tanta perra, no estaba avisándome… Puede ser, pero ¿cómo iba yo a pensar que después de esperar pacíficamente tomando un cafelito cinco minutos antes, él iba a sacar un arma del cajón, iba a entrar donde la directora general y le iba a descerrajar dos tiros en la boca?
– Te lo dije, reina, que iba a montar un cisco. Así que en cuanto llegue Yolanda le decimos que a quien tiene que sustituir ahora es a la directora general...
Entonces volvió a besarme. Y yo me dejé, lo confieso, porque con el arma en la mano no estaba para otra cosa. Y sus labios sabían a metal. Quizás a pólvora, o a ceniza… O a cisco, no sabría decir.
Carlos Aganzo (Madrid, 1963) es escritor y periodista. Ha dirigido La Voz de Huelva, Diario de Ávila y El Norte de Castilla. Como escritor, es autor de medio centenar de poemarios y libros de viajes, así como de numerosos ensayos y obra compartida con músicos y artistas plásticos. En la actualidad es director de la Fundación Vocento.
Narración Raquel Pelaéz
Diseño sonoro y mezcla Iñigo Martín Ciordia, Carlos G. Fernández y Luigi Gómez
Ilustración Manuel Romero
Coordinación José Ángel Esteban
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Cuando desperté, advertí con sorpresa que mi cama se había convertido en un catre plagado de chinches
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Esta es la última vez que te escribo. Me cuesta elegir las palabras por lo que pueda implicar a partir de ahora lo que nos digamos, así que seré directa
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