Las elecciones a la presidencia de Francia han revelado un alto grado de contestación social hacia las instituciones de la República, que Emmanuel Macron reconoció ... comprometiéndose a atender a quienes votaron el domingo a Marine Le Pen u optaron por dar la espalda a las urnas. Recuperar el sentimiento de unidad en torno al Elíseo es el principal propósito expresado por el dirigente centrista tras su victoria, a la que la líder de la ultraderecha opuso un apoyo sin precedentes del 41%. Aunque la República sea presidencialista y su sistema electoral resulte mayoritario sin templanzas, Macron deberá prodigarse en esfuerzos para que el interés común de los franceses conecte con el interés compartido con el resto de los europeos. Las sucesivas crisis económicas desde hace quince años tienden a acumularse en sus efectos y han derivado en una creciente radicalización de los votantes, lo que emplaza al mandatario galo a actuar con la máxima sensibilidad para recuperar la confianza perdida por un modelo institucional puesto en cuestión. Sobre la presunción de que resulta poco menos que imposible generar un clima de unanimidad política y social en nostalgias respecto a un pasado supuestamente mejor y en propósitos para un futuro más próspero, la República francesa deberá vadear otros cinco años de incertidumbre. Convertirse cada día en espejo de toda Europa, con todas sus contradicciones, que resultan especialmente palpables en ese país frente a la Rusia de Putin.
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Macron inicia su segundo y último mandato a medias entre el desdén personalista respecto a los desafectos de uno u otro signo y el deber republicano de recuperar la cohesión entre los franceses. Pero la altanería de haber llegado al Elíseo antes de cumplir los 40 en ningún caso puede explicar que se desentienda de los resultados que ofrezcan sus próximos cinco años de gestión. En ellos habrá de optar entre el restablecimiento de una sintonía de centro-derecha capaz de sortear con éxito, circunscripción a circunscripción, las elecciones legislativas de junio frente a Le Pen y Mélenchon o dejarse llevar por las corrientes que vayan turnándose en Francia y en Europa. Entre una Francia dispuesta a enfrentarse sin reservas al régimen de Putin y una Francia arrugada frente a Moscú con el prurito de aparecer menos dependiente de Washington. Macron tiene la palabra, la confianza de sus electores directos y el apoyo de todas las cancillerías europeas para procurar lo mejor.
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