Espartero cumple 130 años sobre su caballo
La estatua ecuestre del príncipe de Vergara, el monumento convertido en icono de Logroño tras tardar 23 años en ser puesto en su pedestal, fue inaugurada el 23 de septiembre de 1895
Al paso, al trote, al galope... y así, a lomos de su caballo, van ya 130 años. La estatua ecuestre del general, uno de los iconos de la ciudad, ha visto pasar un siglo y tres décadas desde lo alto de El Espolón coincidiendo con las ferias que luego fueron las fiestas de Logroño.
«Y por todos los lados del paseo sonó la marcha real, tocada por la música municipal y la de Bailén, bandas de trompetas, cornetas y tambores, repitiéndose los vivas entre el público», reza la crónica de Diario LA RIOJA del 23 de septiembre de 1895, donde bajo el título de 'En honor de Espartero' se daba cuenta de la inauguración de un monumento en el que el pedestal estuvo a la espera de tan simbólica y emblemática figura 23 años nada más y nada menos.
Y es que fue el 27 de febrero de 1872 cuando se procedió a la colocación de la primera piedra, haciéndola coincidir con la fecha del cumpleaños del propio general, quien entonces era ya vecino de Logroño (del discurso de aquel día del mismísimo «caudillo de Luchana» se hacía eco este periódico tantos años después, una vez fundado en 1889, recordando la inauguración de las obras del pedestal: «Agradezco en el alma las señaladas muestras de consideración y aprecio que siempre me está dando mi pueblo adoptivo (...) que acaba de inaugurar el monumento que ha acordado erigir para perpetuar la memoria de mis servicios a la Patria»).
Sin contrariar las palabras de don Baldomero 153 años después (y como ya fue puesto negro sobre blanco por Marcelino Izquierdo Vozmediano en estas mismas páginas coincidiendo con su 125 aniversario), la realidad es que ese «ha acordado» se remontaba a casi tres décadas antes pues fue poco después de ser designado presidente del Consejo de Ministros por la reina madre María Cristina, a la que luego sustituiría como regente, en 1840 concretamente, cuando ya se barajó en Logroño la idea de rendir un homenaje perdurable para siempre al gran pacificador y triunfante en la I Guerra Carlista.
Los gastos serían pagados por suscripción popular –el 'crowdfunding' de la época– pero, dicho esto, de ahí no pasaron... y tal idea tardó en materializarse, tanto que las idas y venidas en torno a la misma forman ya parte de la historia de la ciudad.
De hecho, no fue hasta más de 30 años después, con la visita a la capital riojana del rey Amadeo de Saboya para rendir honores al anciano militar –septiembre de 1871– y la posterior concesión del título de Príncipe de Vergara, cuando se avivó de nuevo el proyecto (con el arquitecto municipal Francisco de Luis y Tomás proyectando el hoy conocido monumento, el mismo que desde entonces de una u otra manera lleva formando parte del decorado de la evolución del Logroño nuestro).
Un proyecto que, en 1872, se quedaba en el pedestal, al que no subieron Espartero y su caballo hasta 23 años después, ya a título póstumo y con un coste, o así se dice, de 100.000 pesetas de la época (y con la ciudad de Madrid inaugurando antes su propia estatua ecuestre, para más inri).
Al igual que el de la capital del reino, eso sí, la escultura fue obra de Pablo Gibert (autor también de la estatua a Sagasta en la Glorieta), con bronce procedente de cañones fundidos en Barcelona: 11.130 kilos que, desde 1895, se encaraman no ya al pedestal original, sino al renovado en 1998 (coincidiendo con el centenario de la escultura, eso sí, todo el conjunto fue desmontado y restaurado). Esa popular figura que, desde entonces, bicornio tantas veces reproducido, el hombre; testículos tantas más citados, el caballo, cabalga orgullosa marcando el paso de toda una ciudad.
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