Las doce voces que repican desde lo alto de La Redonda
Las torres de la concatedral cuentan con una docena de campanas en busca de un plan para su diagnóstico y futura conservación
Dos altas torres. Y visibles desde el suelo, en el cielo de ambos campanarios, doce campanas. Siete en la torre sur, la de San Pablo; y cinco en la norte, la de San Pedro. Esta última es a la que se puede subir, la que se quiere hacer visitable, y donde Diario LA RIOJA ha vuelto a ascender para dar cuenta de un patrimonio que pasaría desapercibido si no fuese porque tiene voz. Una voz que quiere ser reforzada desde la propia concatedral.
Toques de llamada, de anuncio, de alabanza... el sonido de las campanas es un lenguaje sonoro reconocible, «más antes que ahora», reconoce Víctor Jiménez, párroco de Santa María de La Redonda y vicario de Pastoral de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, quien, una vez más, nos acompaña en la subida a la torre norte a través de sus 138 escalones para dar cuenta de las doce que repican desde las alturas del corazón capitalino.
En el año 2000 se restauró el conjunto por Quintana, campaneros palentinos de Saldaña con larga tradición en el sector
Desde La Redonda, de hecho, se baraja, a día de hoy, un plan para su diagnóstico y conservación con el objetivo de la puesta a punto del citado patrimonio, tanto material en forma de campanas como inmaterial atendiendo a su sonido, y «rentabilizar» así las mismas haciendo que, llegado el caso, puedan sonar más de las que se oyen actualmente.
Al respecto, hay que tener en cuenta que el primer campanario como tal de la sede catedralicia logroñesa fue la torre sur, viéndose completado por la norte especialmente desde mediados del siglo XX a fin de dar al templo más solemnidad. En la torre de San Pablo, por ello, se encuentran las campanas más antiguas, que son actualmente las del reloj (horas y cuartos), y las mayores, presididas por una gran campana romana fija (el acceso a la parte superior, como parte de un tiempo en el que había campaneros, era posible a través de una escalera de madera visible en las imágenes).
Las previsiones de la concatedral pasan por un convenio con alguna empresa especializada para su mantenimiento
Como pieza más destacada, amén de las del reloj, la María, o Santa María, que pesa nada menos que 2.449 kilos. A principios de este nuevo siglo fueron rehabilitadas por la empresa 'Quintana', campaneros palentinos desde el XVII, «que tuvieron que adecentar la citada sin poder sacarla de la torre de San Pablo, dada su amplitud», cuentan las crónicas.
Las mismas precisan que se restauró todo el conjunto por los profesionales de Saldaña «reponiendo yugos de madera, motores de impulsos y electromazos, estando el conjunto gobernado por un ordenador» (que se controla desde la sacristía ), hablando incluso de reubicaciones.
Una a una
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Torre norte (San Pedro)
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Sagrada Familia (1951): 53 kg. y 45 cm. de diámetro. 152 kg. y 64 cm. de diámetro. 166 kg. y 66 cm. de diámetro.
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Campana –Perea– (1963): 152 kg. y 64 cm. de diámetro. 166 kg. y 66 cm. de diámetro.
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Santa María la Real (1986): 166 kg. y 66 cm. de diámetro.
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San Francisco de Asís (1986): 174 kg. y 67 cm. de diámetro.
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Trinidad (2000): 308 y 81.
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Torre sur (San Pablo)
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San Martín (1818): 131 kg. y 61 cm. de diámetro.
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Ángel (1963): 199 kg. y 70 cm.
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Campana de cuartos (1786): 207 kg. y 71 cm. de diámetro.
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Anónima (1890): 308 y 81.
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Campana –Perea, Benito e Hijo– (1923): 381 kg. y 87 cm.
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Campana de horas (1658): 488 kg. y 111 cm. de diámetro.
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María (1926): 2.449 kilogramos y 190 centímetros de diámetro.
La torre norte, la de San Pedro, conserva los ejemplares más recientes, «y no es improbable que solamente tuviese una o dos pequeñas, para hacer señales desde el templo». Al menos así consta en el inventario facilitado por la propia Iglesia riojana (y en campaners.com, la página oficial de los campaneros de la catedral de Valencia).
Como «instrumento metálico, generalmente en forma de copa invertida, que suena al ser golpeado por un badajo o por un martillo exterior», define campana la RAE. Instrumentos, cabría añadir, que han acompañado a la Iglesia desde sus orígenes. Su sonido, tan característico y pegado al mundo pese a surgir de las cercanías del cielo, «llama a que los hijos de Dios vengan a celebrar», apunta Jiménez, quien al sentido de «alabanza al Altísimo» añade una invitación a la oración, un anuncio de la liturgia y una comunicación de las alegrías y de las penas, amén de otros usos que ya forman parte del imaginario colectivo. De la misma manera que algunas curiosidades al respecto.
Así, de la gran campana María, «romana y fija» en el centro según lo ya dicho, cabe precisar que fue refundida por última vez por los Perea en 1926, aunque con dos fundiciones anteriores (1582 y 1856, pudiendo tener procedencia riojana en principio y llegando a Logroño posteriormente). A la 'María' le acompaña otra romana, que es la de las horas, de 1658. Y la campana de los cuartos, que es la segunda más antigua, de 1786. Otras de las piezas que completan el conjunto son la San Martín de Mazón, la de Ángel, otra sin nombre de Perea, y una séptima sin autoría.
En la otra 'gemela', por su parte, se encuentran las campanas más nuevas: dos de Perea –entre ellas la más pequeña, la Sagrada Familia, de solo 53 kilos y 45 centímetros de diámetro–, dos de Portilla y una de Quintana, todas ellas de la segunda mitad del siglo XX. La campana más reciente, la Trinidad, de hecho, es de 2000.
El conjunto en cuestión, con motores de volteo o electromazos, algunas de ellas incluso con los dos mecanismos, quiere ser «puesto en valor» por La Redonda y con vistas a su mantenimiento se están estudiando «posibles convenios» con empresas especializadas.
Así lo explica el párroco Jiménez en su afán por sacar el máximo provecho al mismo –pues actualmente se hacen sonar seis de las doce, cuatro de ellas mediante el citado volteo y las otras dos restantes vía electromazo–.
De las campanas de la otrora colegiata no hay pocas referencias, adquiriendo notable importancia la reseña que incluye el ya excronista oficial de la ciudad, Jerónimo Jiménez, en su libro 'Las calles de Logroño y su historia'. En el mismo, no obstante, se centra en la campana María de 1926.
«La voz de las torres se deja oír a través de varias campanas sobresaliendo la más grande de todas, popularmente conocida con el nombre de 'María'. La última vez que fue fundida fue en agosto de 1926 por los Perea, que en esta clase de trabajos gozaban de gran prestigio. Muchos paisanos pidieron trocitos para conservarlos en pulseras, sortijas y alfileres mezclados con gemas preciosas; otros ofrecieron monedas y objetos metálicos para que fuesen fundidos con ella y se repitiese, al sonar la 'María', una vibración de los latidos de la ciudad», cuenta.
«La nueva campana con un peso de 3.470 kilos» (oficialmente son 2.449), «un diámetro en su boca de 1,90 metros, un espesor de 15 centímetros y un coste aproximado de 9.000 pesetas, comenzó a elevarse a las 16.05 horas del 2 de septiembre de 1926. A las 17.30 horas fue colocada en el campanario de la torre sur donde sigue en la actualidad, sonando por primera vez esa misma tarde ante gran cantidad de logroñeses que se congregaron en las inmediaciones», concluye un relato con ecos de acontecimiento digno de recordar.
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