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Los responsables del local, hija y padre, Jéssica y José Manuel Rodríguez, con la encargada Valeria Polyakova. Suleyman Evran/Sadé Visual
Quedamos en el... Robi

Entre billares y tortillas

Tradición y esencia | José Manuel Rodríguez regenta desde 1991 el Robi en Somosierra, un local tranquilo que no olvida sus orígenes

Nuria Alonso

Logroño

Lunes, 29 de septiembre 2025, 07:22

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Se sorprende José Manuel Rodríguez cuando rememora su llegada al Robi y cae en la cuenta de que han pasado ya casi 35 años desde que aterrizó en el local de Somosierra 17 en mayo de 1991. Por aquella época, su pretensión y la de su mujer, Paqui Millán, era regentar un bar de hostelería que les permitiera también compaginarlo con una vida familiar, pues sus hijos eran muy pequeños.

  • Dirección: Somosierra, 17

  • Horario. Abierto a diario, de 7.30 horas a 23.30 entre semana y hasta las 0.30 horas festivos y vísperas.

  • Precios. El café con leche cuesta 1,60 euros y el pincho de tortilla, 2,30 euros; la caña de tercio son 2,30 euros..

Ambiente tranquilo y sin estridencias. La decoración del Robi mantiene la esencia de sus orígenes, un local forrado en madera al estilo de las clásicas tabernas que, como define la propia Jéssica, hija de José Manuel y también al frente del negocio, no aspira a más que ser una «cafetería con clase, un local de hostelería de los buenos, de los de antes».

«Los clientes aprecian mucho los emparedados clásicos de toda la vida, el de lechuga y anchoa y el de atún, tomate y huevo», precisa Jéssica. Y la receta sigue funcionando gracias a unos ingredientes clave: un «buen café y una buena tortilla de patata». El plato estrella sale de la cocina continuamente, la tortilla con y sin cebolla, y la de pimientos. Sin muchos secretos, según José Manuel:«Hacerlo de forma tradicional, con mucho cariño, buena materia prima y poco más».

También hay lugar para la innovación, con especialidades menos convencionales pero muy demandadas que tienen adjudicado un día concreto de la semana: de bacalao, de queso azul, de puerro, cebolleta y jamón... Y luego, claro, el picoteo en las cenas no puede faltar, con raciones, bocadillos y platos combinados. Eso, en la barra, porque bajo petición, la cocina del Robi admite reservas para llevar.

Evolución tranquila. A José Manuel se le relaciona tanto con su local que algunos clientes le llaman Robi, creyendo que ese es su nombre de pila, cuenta entre risas su hija, cuando la realidad es que el bar ya lucía bautizado cuando ellos se hicieron con la gestión. Desde aquel bar tranquilo que apenas atisbaba el antiguo parque Gallarza, entonces vallado, al Robi actual han cambiado las cosas en una evolución reposada: del matrimonio que se hizo con las riendas en 1991, ahora la plantilla suma a su hija Jéssica, la encargada Valeria y otras cuatro personas más para atender la barra y las mesas. Con una clientela variada, que tanto integra a los jóvenes de cañas como a los mayores de chiquiteo, el local se ha ido adaptando a sus fieles porque, como atestigua José Manuel, «vas cambiando, vas formando el bar y adaptándote un poco a lo que te demandan». Un cambio que sí notan los Rodríguez con los años es el de paradigma de la hostelería: «Antes los bares eran de tomar algo y poco más, como mucho algún pincho, y los restaurantes era propiamente eso, sitios para comer; ahora, en las cafeterías o bares los clientes pueden pedir raciones, picoteos y alternar más», reflexiona José Manuel. «El tema del vermú es otro aspecto que se ha popularizado y que hace diez años, por ejemplo, no existía en este barrio», comenta el propietario de este local, que recuerda que antaño sí era un barrio muy futbolero, por la cercanía al antiguo campo de Las Gaunas.

Por otro lado, los cambios sociales que han traído aparejadas las nuevas tecnologías no han hecho mella en la actividad del Robi. «Más bien al contrario», admite Jéssica, que señala que aún disponen de juegos de mesa y barajas de cartas para los clientes, que también pueden disfrutar de los billares y el futbolín. Pero además mantienen la tradición de disfrutar del fútbol en el bar. «Tenemos una macropantalla de televisión para dar los partidos y la gente sigue viniendo a ver el fútbol, y eso que con las plataformas actuales ya muchos lo pueden tener en su casa, pero los clientes están a gusto aquí y siguen con la costumbre de venir a comer algo, su jarrita y ver el partido», remarca.

Club de billares, con cursos y competiciones. Más allá de los mimbres gastronómicos que arreglan el apetito del cliente, la peculiaridad que define al Robi apunta a que, además de bar, presume de ser uno de los únicos locales de la ciudad con billares, hasta seis dispone (cuatro en la planta de arriba y otros dos abajo). Esas instalaciones lúdicas, aptas para competición, le abrieron la posibilidad al Robi de fundar su propio club de billares, que ya luce con una cincuentena de socios, uno de los mayores orgullos de José Manuel, en el que se imparten hasta cursillos y se organizan campeonatos. «El que lo desea, puede competir; pero también están disponibles como un mero pasatiempo de ocio, para pasar un rato», apunta José Manuel.

Los billares del Robi, casi una institución, llegaron de una forma casi romántica por parte del propietario: «De estudiantes siempre hemos jugado al billar ,íbamos a los recreativos y me encantaban; de ahí, surgió comprar uno, luego otro, vimos que funcionaba y hasta ahora».

Clientela fiel y agradecida. Con los años y la dedicación en el trabajo, el Robi se fue haciendo un hueco en el barrio y en su clientela, de la que los propietarios agradecen su fidelidad. Solo confiesa José Manuel que se planteó dejarlo en un momento difícil: tras la pandemia. El cansancio y la incertidumbre pesaban pero José Manuel decidió regresar, pese a estar «un poco desgastado», pero la gente volvió: «Muchos nos decían cómo echaban de menos tomar el café aquí, nuestra tortilla... Cuando el cliente aprecia la tranquilidad o te dicen que da gusto estar aquí, eso te hace seguir y la verdad es que anima mucho».

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