El técnico que ha cambiado la historia del club
Sergio Rodríguez se ha ganado decidir su futuro más allá del descenso. Llegó por sorpresa y en cinco años ha sido capaz de dar otra dimensión al fútbol logroñés y riojano
Martes, 1 de junio 2021, 02:00
Punto y final. De momento. La temporada 2020/21 se cerró el domingo y con ella un intenso año de aprendizaje y evolución para Sergio Rodríguez y el club. El técnico tenía todo el derecho a llegar hasta ese 31 de mayo, más allá del resultado, aunque el fútbol es, normalmente, mucho más práctico que sentimental. Cuarenta y dos partidos en Segunda y 155 en Liga desde que se hizo cargo del equipo, hace ya cinco años. Muchas sensaciones, ninguna positiva en este momento. Sergio no seguirá en el banquillo, pero es historia de este club. No se merecía este desenlace, pero seguro que se alegrará cuando vea a su equipo ascender de nuevo.
«Sergio ha sido para nosotros fundamental. Siempre tratamos muy mal a los de casa. Este es de casa, siente a Logroño, a La Rioja, al club...», apuntaba Félix Revuelta el 23 de marzo, cuando se reunió con la plantilla para hablar, transmitir confianza, pero también para pedir un esfuerzo adicional. «La historia hay que recordarla», añadía. Consumado el descenso, Revuelta insiste en contar con él.
La ligazón entre Revuelta y Rodríguez ha sido desde el primero instante muy especial. Sergio, el jugador, llegó a Logroño para disputar sus últimos partidos. Se había marchado obligado por las circunstancias futbolísticas de los años de cambio de siglo y porque su calidad le permitía pelear por retos que eran imposibles en su tierra.
Desde su adiós a los terrenos de juego comenzó una intensa etapa de aprendizaje en los banquillos, apoyado en un entorno muy reducido de colaboradores. Trabajar en la cantera en unos años en los que la llegada de Carlos Pouso hacía que todo el interés se centrase en el primer equipo y en ascender. Pouso también contribuyó a cambiar el club, pero más en su mentalidad que en su estructura. Con él, la UD Logroñés pasó a ser una entidad más ambiciosa, de palabra y, sobre todo, de obra.
Durante estos muchos años, las alegrías no han estado privadas de tristezas. Seguramente, Sergio Rodríguez ha pasado por más momentos complicados de los que se conocen. Ya vivió una mala experiencia al frente del Juvenil División de Honor. Un descenso inesperado cuando a falta de muchos partidos la permanencia se tocaba con los dedos. En cierta manera, recuerda al vivido ahora. En aquel momento, siguió trabajando. La cantera siempre ha sido una de sus prioridades y lo sigue siendo. Ahora decide parar. El banquillo desgasta a todos los niveles y ser admitido y valorado en tu comunidad agota.
Asumió el primer reto tras el adiós de Carlos Pouso. Era noviembre de 2016. Apenas habían pasado tres años de su adiós a la competición profesional. Cumplió y en silencio regresó a sus labores en el Juvenil para dejar paso a Rafa Berges. Regresó, salvó al equipo y hasta aquí. El ascenso cosechado en Málaga lo cambió todo. Muy atrás en el tiempo quedaba la crisis vivida tras perder en Calahorra. Rodríguez nunca ha querido ser el problema de la UD Logroñés, sino la solución, si es que le han pedido opinión, que sí. La otra gran crisis la ha vivido esta temporada, entre enero y marzo, cuando se acumularon doce jornadas sin ganar. Un técnico al que se veía triste, abatido. Así ha acabado, triste y abatido. No es expresivo, pero hay gestos que no se pueden ocultar.
Con 155 partidos en Liga y cinco años en el banquillo, el técnico tenía y tiene el derecho a decidir su futuro en la UD Logroñés. Y el club, por supuesto. Su relación con el club y con Félix Revuelta va más allá de lo que se pueda leer en un escrito. Cuando cumplió 150 partidos no tenía claro qué haría a partir del 1 de julio, ni tan siquiera si seguiría en los banquillos. Conllevaría, entre otras opciones, hacer maletas llegado el momento.
Ahora tiene tiempo para pensar. Llegó al primer equipo desde el Juvenil, sin pasar por el filial. Lo deja con una estructura más sólida, con el juvenil en División de Honor y el filial en Segunda RFEF, tras el ascenso alcanzado en Alfaro, pero con el lamento del descenso. El descenso del equipo de su ciudad. No hay nada más cruel.
La temporada ha sido intensa. Seguramente es mejor entrenador que cuando empezó, pero Segunda no admite errores. Devora al que se equivoca y los fallos han sido numerosos y decisivos. En los despachos y en el banquillo. Es triste tener que aprender con un sonoro bofetón, pero el paso del tiempo dará a este técnico el verdadero valor que ha tenido para el club, aunque como él siempre ha dicho, nadie es más importante que la propia entidad.
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