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Josefina (nombre ficticio), sentada en un parque de Logroño. JUAN MARÍN

«Después de nueve años de espera para adoptar yo estoy frustrada y mi pareja, sin ilusión»

Alejada de idealismos sobre el proceso de adopción, Josefina describe «una espera larga y amarga», con muchas incógnitas sin respuesta, dolor por opciones que no prosperan y plazos que se acaban

Sergio Martínez

Logroño

Miércoles, 9 de julio 2025, 07:10

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Josefina (nombre ficticio) quiere contar su historia «para que la sociedad, la gente, tenga una visión más realista sobre el proceso de adopción, que sepan que es muy muy lento y vas a pasar por muchos altibajos emocionales». Ella y su pareja tomaron la decisión una década atrás y desde hace nueve años «somos familia adoptante con certificado de idoneidad». Y siguen a la espera. «Y no es una dulce espera, es larga y amarga, algo desgarrador. Yo siento frustración, mi pareja ha perdido ya toda la ilusión».

El origen se remonta a hace demasiado tiempo. «Cuando te planteas una adopción no es una decisión que tomas a la ligera. Piensas, hablas mucho, conoces a gente que ha pasado por esto... Y lo haces porque quieres forjar una familia y también porque crees que todos los niños y niñas merecen tenerla, que les cuiden, les amen, les orienten», explica en alusión a ese momento en el que dieron el paso. Entonces, también, establecieron «un límite»: «Nos parecía sano, sensato, porque tú sigues cumpliendo años, la vida se transforma y, obviamente, no es lo mismo ser madre o padre a una edad en la que tienes más energía, que a otra». Ese plazo está a punto de concluir: «Nos marcamos diez años, y a comienzos de 2026 los cumpliremos».

Con la puerta abierta a la adopción tanto nacional como a la internacional, echa la vista atrás y recuerda aquella ilusión «que se alimenta un poco con el mismo proceso, porque vienen desde Servicios Sociales a visitar tu piso para ver dónde viviría el menor, piensas cómo sería tenerlo en casa con su espacio, te hacen evaluaciones en las que te planteas cosas, vas a cursos, conoces a otras familias... Todo eso te motiva, te mantiene en un estado de positividad. Después, pasa el tiempo y las cosas se vuelven muy frías», comenta.

«Nos dijeron que el promedio de espera era de cinco años y vamos por el doble. Reclamamos que esa información se actualice»

«No se una decisión que tomas a la ligera. Quieres formar una familia y crees que todos los niños y niñas merecen una»

Durante el proceso, en una ocasión lo vieron muy cerca, recordando «a una personita de otra comunidad, a la que optamos hasta una fase avanzada del proceso, pero, en definitiva, la dieron a otra familia». «Lo rememoro con mucho mucho dolor, porque comienzas a revivir esa ilusión. Además, ocurrió terminando el confinamiento, un momento en el que estás con mucho tiempo libre para pensar, tuvimos varias reuniones virtuales... Que no se diera fue terrible», recuerda.

Además, otros pocos expedientes han pasado por sus manos, la mayoría de ellos de menores con necesidades especiales, «que requieren muchísimos apoyos durante toda su vida. Y cada vez que te enfrentas a ello es como golpearte con una pared, porque no te encuentras capacitada para afrontar determinadas situaciones y darles lo que necesitan. Hasta te planteas si eres buena persona por ello».

Ella describe la frialdad que toma el proceso cuando reciben los expedientes de los menores a los que pueden optar. En ocasiones, ni el nombre, solo un código y una historia, siempre dura. «Es muy clínico», lo define. También le resultan distantes, e incluso inverosímiles, las respuestas desde la Administración: «Tienes esa idea, quizá fomentada por lo que escuchas en la calle, por lo que hablas con gente o por las películas, de que hay muchos niños y niñas que necesitan unos padres. Pero desde Servicios Sociales, cuando preguntamos por qué ha pasado tanto tiempo sin resultado nos dicen que hay muchas más familias solicitantes que niños en situación de ser adoptados. Es difícil asimilar eso viendo cómo el mundo está como está». Y no se centra solo en la vertiente internacional: «Lo vemos también en La Rioja, donde hay menores que no están tutelados por nadie, están institucionalizados y van a llegar a la mayoría de edad sin haber tenido el amor de una familia. No es justo para ellos».

Tampoco comprende por qué les rechazaron en los expedientes a los que aspiraron: «¿Por qué ellos sí y nosotros no?, nos preguntamos. ¿Qué ha ganado? Sí tengo un certificado de idoneidad que dice que cuento con todos los requisitos, en qué debo insistir. ¿Tengo que aprender otro idioma o ganar más dinero? ¿Qué falta?». Dudas sin ninguna respuesta ni información al respecto.

Reclama, sobre todo, que se ofrezca una visión más realista de cómo es el proceso de adopción. «Nos dijeron que el promedio de espera era de cinco años, ya vamos casi por el doble. Reclamamos que esa información se actualice, que desde la Administración digan si ha subido, si ha bajado, si sigue igual...», demanda Josefina. Por ello quieren dar a conocer su caso, cuando ven cercano aquel horizonte de diez años que se marcaron. «Se nos están acabando las papeletas y no sé si tenemos alguna ganadora. Y aunque no tenemos más herramientas de las que ya estamos usando, yo cuento con un espíritu combativo y como estoy en el esprint final tengo que hacer todo lo posible», concluye.

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«Después de nueve años de espera para adoptar yo estoy frustrada y mi pareja, sin ilusión»