Crimen de uzcurrita
Seis meses sin Guillermo CastilloEl restaurante del hostelero asesinado sigue cerrado porque su hija necesita poder enterrar a su padre antes de volver a la normalidad
Este jueves se cumplen seis meses del asesinato del hostelero de Cuzcurrita de Río Tirón Guillermo Castillo. El restaurante que le hizo popular más allá de las fronteras riojanas, Bodega Casa Guillermo, abrió ayer tímidamente sus puertas, aunque solo para que su hija, Yolanda Castillo, relatara a Diario LA RIOJA cómo ha vivido estos meses, a la espera de poder recuperar el cuerpo de su padre y «darle paz».
A pesar de que a finales de agosto se produjeron dos detenciones, el cuerpo aún no ha sido devuelto a la familia, y la investigación, por tanto, continúa abierta. Los dos presuntos asesinos no tenían el perfil de asesinos. Nadie podía sospechar que detrás del crimen estaban dos delincuentes habituales ajenos a Cuzcurrita que entraban y salían de la cárcel con cierta asiduidad.
Es allí donde pudieron entablar una amistad que, según apuntó la Guardia Civil en la rueda de prensa tras su detención, desembocaría en un robo en el que emplearon una violencia extrema golpeando a Guillermo hasta la muerte para apropiarse de 600 euros.
«He contratado al abogado Marcos García Montes, porque es uno de los mejores del país y necesito dar respuesta a muchas preguntas»
«Tuve ocasión de leer el sumario del caso y me quedé destrozada. Vi declaraciones de personas que he querido y que me dolieron muchísimo»
«Me faltan piezas», reconocía Yolanda Castillo este miércoles, día de Todos los Santos, sentada en una de las mesas del restaurante, en el que el silencio ahora se desliza por un escenario entrañable y hogareño dominado por la piedra y la madera que parecía retener aún el bullicio de haces meses.
Los platos y los cubiertos se encontraban perfectamente colocados sobre los blancos manteles a la espera de una apertura que «llegará», según apuntaba la hija del hostelero. «Por eso mantengo el sueldo de trabajadores y sigo cotizando por ellos. No quiero que se vayan. Pero sería incapaz de volver a la normalidad hasta que pueda dar paz a mi padre».
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A pesar de la fortaleza de Yolanda, aún se desmorona. «Dice la psicóloga que estoy superando el estado de 'shock' en el que he estado inmersa –explicaba–. Empiezo a conectar con el dolor».
Yolanda no es nueva en esto. Creció consciente de la larga enfermedad que padeció su madre hasta su muerte hace más de dos años, y dando ánimos a los suyos. «Porque de cara al público tienes que estar bien». Por eso la recuerda en los momentos clave vividos estos meses. «Ha sido todo horrible, pero recuerdo una cosa buena: el día que me llamaste y me informaste de una detención –señaló hacia la periodista–, era el día que se cumplía el segundo aniversario de la muerte de mi madre. Estaba siendo un día súper doloroso, pero no tuve tiempo de llorarla por todo lo que pasó. Su mano estuvo allí».
Otro de los momentos importantes, relata, fue la lectura del sumario del caso. «En él encontré declaraciones de personas muy queridas que me hicieron daño», reconocía. Y es que, más allá del papel, Yolanda admitía haberse sentido juzgada.
Al margen de aquella comparecencia por parte de la Guardia Civil para hablar de los dos detenidos, no ha vuelto a haber información sobre el caso. Este es uno de los motivos que le empujaron a contactar con el prestigioso abogado Marcos García Montes, que lleva casos tan internacionales como la defensa de Daniel Sancho, detenido por asesinato en Tailandia. «Además de que es uno de los mejores abogados del país, aún necesito dar respuesta a muchas preguntas –explicaba Castillo–. El tiempo pasa y nuestro dolor sigue ahí. Y mi padre también sigue allí».
Esta semana, acompañados por la secretaria del letrado y un chófer escolta, acudieron a los jugados de Haro para solicitar toda la documentación. Un hecho que no pasó desapercibido para los jarreros. Un traje negro satinado con un rayo en la espalda en naranja neón y un bolso de Loewe delataron al mediático jurista.
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