Los regantes del Iregua deciden repartir el agua y que cada comunidad gestione su cupo
La sequía y la imposibilidad de lograr un acuerdo ambicioso aboca a un porvenir oscuro: «No va a librar ningún cultivo»
Comienzan a escasear incluso los adjetivos para definir la sequía que sufre el valle del Iregua. Algunos números explican la situación mejor que cualquier ... metáfora: en un año normal, el consumo medio para riego de cultivos en esta cuenca alcanza los 25,8 hectómetros cúbicos. En 2017, ejercicio con notables restricciones, la cifra se quedó en 19 hectómetros. Este año solo hay nueve disponibles. Nueve. Se necesitaría con urgencia un diluvio, pero los meteorólogos avisan de que no hay precipitaciones en el horizonte. Los cultivos se asfixian y ya no se piensa en salvar la actual campaña –que se da por perdida–, sino en garantizar la viabilidad de los próximos años. Las nueve comunidades de regantes del Iregua se reunieron este jueves en Logroño para tratar de llegar a un acuerdo. La disyuntiva era terrorífica: o se retenía el agua disponible para salvar los frutales, lo que llevaría aparejada la más que posible pérdida de la cosecha de cereal, o se dejaba regar ahora, lo que podría acarrear la muerte de los árboles leñosos.
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Tras dos horas de dura reunión, se adoptó una decisión salomónica. Cada comunidad recibirá un porcentaje del agua disponible, con arreglo a unos acuerdos que datan de los años ochenta, y ella decidirá cómo gestiona su cupo. «Habrá comunidades que decidan dar un riego; otras dos; otras empezarán a regar el martes, otras no vamos a regar todavía», resume Eva Nestares, secretaria del sindicato central de la cuenca del Iregua. En Logroño, por ejemplo, se ha tomado la decisión de que solo se va a regar el cereal al 30% en algunas acequias. «Si lo das al cien por cien quitas el agua a todos los demás y a los frutales los dejas muertos por asfixia», sentencia Nestares, que también es la secretaria de la comunidad de regantes de la capital.
«Me hubiera gustado otro acuerdo porque al final van a morir todos por asfixia. Me resulta muy duro y muy triste»
Eva Nestares
Secretaria del sindicato central de la cuenca del Iregua
El futuro, en cualquier caso, pinta muy negro. «Todavía es pronto para valorar los daños –señala Nestares–, lo que sí está claro es que este año tenemos agua como mucho para dar dos riegos en toda la cuenca. Con dos riegos no va a librar ningún cultivo». La secretaria del sindicato central lamenta que no se haya podido cerrar un acuerdo más ambicioso: «No era el acuerdo deseado porque yo, como secretaria del sindicato central, que aglutina a las nueve comunidades, miraba desde un poco más arriba. Me hubiera gustado un acuerdo más ambicioso porque al final van a morir todos por asfixia, unos con dos riegos, otros con uno y medio y otros con uno. Pero es que con dos riegos un frutal no libra. A mí, de cara a la sociedad, me resulta muy duro y muy triste el acuerdo al que se ha llegado».
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Una de las dificultades para llegar a un acuerdo global es la diversidad que hay en la cuenca del Iregua, con diferentes cultivos y distintas necesidades hídricas. «Hay zonas donde el cereal puede librar, algunas en las que ya se ha perdido y otras en las que necesita riego con urgencia para no malograrse», explica Nestares.
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Los dos embalses de cabecera, Pajares y González Lacasa, no solo proveen de agua para el riego a la cuenca del Iregua, sino que surten de agua de boca a Logroño y su entorno metropolitano (el 70% de la población de La Rioja). Su disponibilidad actual es de 33 hectómetros cúbicos, pero solo nueve son utilizables para regar.
«Con un sistema de riegos modernizado, hubiéramos podido sobrevivir»
No solo la sequía explica la dramática situación que atraviesan los cultivos en el valle del Iregua. «En esta cuenca sobra agua. Tiene suficiente porque tenemos dos embalses en la cabecera. El almacenamiento existe. El problema a medio plazo es la modernización de los regadíos», explica Eva Nestares. La secretaria del sindicato central de la cuenca del Iregua conmina a mejorar los sistemas para aprovechar hasta la última gota. «No estamos preparados para gestionar una sequía con el sistema que tenemos de agua a manta –indica–. Necesitamos modernizar. Con unos riegos modernizados hubiéramos podido sobrevivir a esta situación de una manera mucho más holgada. Regar a manta es como echar el agua en una cesta».
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