«Vi que tenía un problema cuando me puse ante el espejo para sentir que no bebía sola», admite Elena, usuaria de la entidad
Del infierno al cielo en apenas año y medio. La batalla de Elena debe proseguir, pero a sus 66 años está decidida a no volver ... a fallarse a sí misma.«Llegué a ARAD a primeros de febrero del año pasado después de mi última recaída en el alcohol. Me propuso venir mi psiquiatra y aquí sigo, con un cambio para mí súperimportante y súpermaravilloso», asegura rotunda.
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El problema viene de lejos. «El consumo en casa empezó con 28 o 30 años, era esporádicamente, pero luego con el tiempo ya no era tan esporádico. Cuando salíamos no consumía, pero luego en soledad, en casa, bebía. Empezaron los problemas, incluso de pareja y de familia, pero cuando realmente me di cuenta de que realmente yo tenía un problema serio, que ya no era ni un hábito ni un vicio, sino una adicción que estaba pegada a mí fue cuando empecé a ponerme delante del espejo para sentir que no bebía sola, incluso brindaba con el reflejo y me sentía acompañada. Eso se me fue enganchando y enganchando. Tuve varios ingresos, fui a varias asociaciones, he estado temporadas, incluso años, completamente sobria, hasta que llegó este última recaída», arranca un relato demoledor, en el echa la vista atrás, a un pasado no demasiado lejano: «La guadaña vino de repente, llegó en Navidad sin saber ni cómo ni por qué. Volví a beber en casa, jugando al escondite, escondiendo las botellas y las latas, cuando no había nadie en casa o se habían dormido...»
Y entonces cruzó la puerta de ARAD y empezó a abrir los ojos. «El estar bien, el hacer las cosas bien, exige cambios y estos conllevan un riesgo, tienes que tomar decisiones muy duras y cambios muy importantes en tu vida porque muchas veces el entorno en el que vives lo que pretende es que solo cambies en el hecho de dejar la adicción y que todo lo demás siga igual, pero eso no puede ser posible. Cuando se deja una adicción tienes que dejar muchas cosas atrás», explica, para admitir que «con el pasado no puedo vivir, pero puedo aprender y el futuro no sé, yo sé lo que estoy haciendo en este momento y, aparte de todas estas ayudas, los grupos de terapia, las herramientas y todo lo que aprendes, luego en casa tienes que meditar, repasar, esforzarte y luchar, pero luchar por una misma, para no volver a ser la de antes, tienes que valorarte como persona y dejar que muchas emociones que antes llevábamos dentro sacarlas».
«Recuperar es recuperarte a ti misma, ser tú misma, de lo contrario si dejas una adicción y todo lo demás sigue igual... No hacer esto antes trajo las recaídas, pero no echo la culpa a nadie ni responsabilizo a nadie, nadie me puso una pistola en el pecho, la única responsable he sido yo por no haber tenido el valor o la oportunidad que he tenido ahora», confiesa.El giro a su vida ha sido radical. «En las adicciones se dice que llegas a tocar fondo, pero en mi caso yo he llegado a tocar el núcleo de la Tierra, fueron pocos días, muy pocos, pero el infierno peor de mi vida, porque conllevó muchos problemas que aún sigo arrastrando, pero con la filosofía de que si se tienen que arreglar las cosas se arreglarán, pero sabiendo que la única que tiene que arreglarse y estar bien soy yo. Quiero mantenerme así. Esta lucha, espero que sea la última, ha sido muy ardua, muy dura».En 18 meses ha pasado «del negro al blanco, de la noche al día, no tengo grises. En estos años de adicción hay momentos en los que incluso deseas morir y a veces incluso lo intentas, pero en el momento actual, aunque no le tengo miedo a la muerte porque soy católica, me quiero mucho y me hago mucha falta a mí misma. Tengo ganas de vivir y estoy fuerte», concluye.
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