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Vecinos de Viniegra de Abajo este pasado sábado. JUSTO RODRÍGUEZ

Un parque bajo la lupa de los vecinos del Alto Najerilla

Mansilla, Brieva, Viniegra de Arriba, Viniegra de Abajo, Ventrosa, Villavelayo y Canales ·

Los habitantes del Alto Najerilla se debaten entre elogios y críticas al futuro espacio natural con el lobo en el punto de mira

CARMEN NEVOT

Lunes, 22 de agosto 2022, 02:00

La carretera siluetea la margen derecha de un embalse que no vive sus mejores tiempos. Un verano tórrido y una sequía pertinaz, también aquí han ... dejado un paisaje agostado. Al fondo se ve Mansilla, uno de esos municipios que junto a Brieva, Viniegra de Arriba, Viniegra de Abajo, Ventrosa, Villavelayo y Canales, formará parte del controvertido parque natural del Alto Najerilla, con tantos panegiristas como censores. Pocos, salvo en pequeños corrillos en el pueblo, se atreven a pronunciarse públicamente.

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Eso le ocurre a María (prefiere no dar su nombre) que nos atiende a las puertas de su casa, cerca de la entrada del municipio. Las reticencias iniciales dan paso a un discurso, por momentos encendido, contrario al nuevo estatus que, si nada lo remedia, pronto adquirirá el entorno. No se opone al parque, pero «ya pertenecemos a la Red Natura». «Estos se piensan que aquí se vive del turismo y no, aquí se vive de la ganadería y cada vez quedan menos», comenta. De hecho, «no tenemos ni la carretera hecha, no tenemos más que un médico y una enfermera ¿Quieres que venga aquí turismo? Si no tienes servicios no va a venir nadie», relata María, para apostillar a renglón seguido que hasta el panadero que llega a Mansilla es de Huerta, en Burgos. «Desafortunadamente», cuenta, la tienda de Canales de la Sierra cerró. «¿Dónde va a ir la gente a comprar?», se pregunta. «De acuerdo que viene gente a vender, pero si quieres que haya turismo tendrás que poner negocios». Para ella, el planteamiento es algo así como empezar la casa por el tejado.

Lo de los lobos es otro cantar. «No puedes mantener tu cabaña si te están matando cuarenta ovejas como les está ocurriendo aquí. El lobo no mata para comer, mata por matar, porque con una comerían todos. Te matan todas las que pueden», asegura. Al final, dice, «este pueblo se va a ir quedando sin nadie y eso que es nuevo». Una verdad a medias que esconde una realidad amarga para vecinos como Antonio González Gutiérrez, teniente de alcalde de Mansilla y uno de los últimos en abandonar el pueblo primigenio, ahora bajo las aguas del pantano.

El agua en los talones

A la sombra, junto al frontón y de charla con otros lugareños, cuenta que tenía 8 años cuando inundaron el municipio. Era abril de 1960, Jueves Santo. «Cerraron las compuertas, el agua venía filtrándose y según llegaba a las casas, que algunas estaban hechas de adobe, se desmoronaban. Tuvimos que salir corriendo, llegamos aquí y no había calles hechas ni agua corriente...». Aún hoy, años después, cuando baja el nivel, siguen arañando al embalse los escudos solariegos de aquel pueblo que, como estos días, se asoma en ruinas.

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«Así que después de lo que hemos pasado todo lo que nos venga bienvenido sea», señala. Una frase que le da pie para poner todas las cartas sobre la mesa y mostrar sus alegatos «completamente» a favor del parque. «Creo que a mi pueblo y en sí a las 7 Villas nos va a traer gente y algo de riqueza». Cuenta que planean abrir un restaurante en lo que era la antigua escuela y «tendremos clientes, como la Venta de Goyo».

Cree que la oposición al proyecto «es por el lobo y aquí con la Red Natura 2000 ya nos lo metieron. La gente no se enteró, lo colocaron por debajo». A su juicio, a partir de ahora lo que hay que hacer es «que los daños del lobo se paguen como se están pagando, antes eran 50 euros por cabeza y ahora 150», resume.

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Las ventajas, en su opinión, «serán todas». Con el parque natural de Sierra de Cebollera «los que más se oponían son ahora los que más lo defienden». En las 7 Villas cree que «son cuatro los que se oponen y los que están a favor no se atreven a decirlo tan abiertamente como yo». Detrás está el recelo a ser señalado con el dedo en la zona «así que si volvéis por aquí y no me veis mirad en el fondo de Mansilla», ríe y bromea mientras nos despedimos.

Complicado equilibrio

De Mansilla nos dirigimos a Viniegra de Abajo, a unos largos e intrincados nueve kilómetros. Es la fiesta de la juventud y bajo un calor de justicia botan al ritmo de la charanga. En una plazuela, sobre suelo empedrado y en la terraza trasera del restaurante de Irene, Jesús García Palacios, veterinario de la zona, se mantiene en ese a veces complicado equilibrio de quien cree en los beneficios del nuevo espacio protegido, pero entiende las posiciones contrarias.

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Los ganaderos de este entorno son, a su juicio, los que en principio tienen ciertos recelos a la consideración de parque natural. «Están acostumbrados a que tradicionalmente los cambios vayan en su contra o al menos ellos lo sienten así». Salvo por este escollo, cree que podría ser positivo, aunque «las cosas deben estar muy claras», señala. «Si por ser parque natural va a haber más dinero, a priori está claro que es mejor, pero luego no está tan claro en qué vas a utilizar ese dinero, quién lo va a gestionar y quién va a tener la capacidad de decisión sobre las cuestiones importantes de aprovechamientos. Para mí todo esto está vagamente definido», precisa.

Serena oposición

En su opinión, durante toda la vida, la ganadería ha sido el motor más importante de esta comarca y aunque ahora «no lo es tanto, a nivel social y local lo que sustenta la vida de aquí, el día a día, es la ganadería». Un día de fiesta para la juventud en pleno agosto como este pasado sábado «puede parecer que la hostelería es una pasada, pero ven de aquí otro mes y no hay nadie». ¿Se nota una fuerte oposición en Viniegra? «Se siente un poquito, pero grave no es», sentencia.

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En Canales de la Sierra, a unos 18 kilómetros de Viniegra de Abajo, el sol también arrecia como en los peores días de agosto. Desde este municipio, límite de La Rioja con la provincia de Burgos, Benjamín Blanco, periodista al frente del teatro de la misma localidad, entiende la preocupación de los ganaderos, pero cree que, en general, será positivo para el desarrollo de la zona. «Lo que hay se mantiene y permite nuevas posibilidades para nuevas iniciativas tanto de negocios económicos como de desarrollo turístico», relata. A pesar del temor al lobo, confía en que el parque natural no va a cambiar mucho la situación de los ganaderos. «La ganadería va a seguir siendo extensiva, a nadie la van a cerrar el ganado y van a seguir recibiendo ayudas cuando pierdan cabezas». A ello se suma que se permitirán batidas puntuales en el que caso de que haya una población de lobos superior a la actual.

En cualquier caso, entiende que no hay ningún parque natural que haya sido contraproducente para nadie, ni para los que viven en el entorno ni para los ganaderos ni para el turismo. «Estos pueblos están donde están y por mucho turismo que quieras fomentar los recursos son los que son; puede dar un pequeño impulso, eso sí, pero sobre todo para rutas de la naturaleza, centros de interpretación o que se ponga algún pequeño negocio. Puede haber más gente de la que hay ahora pero no mucha más».

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De hecho, cree que la nueva consideración de este entorno, salvo que posicionará la zona en el mapa, no va a cambiar nada. «En todo caso que haya algo más de turismo de naturaleza, pero todo el mundo sabe que no es masivo». Al final, supondrá un poco de apoyo y «en estos pueblos todo viene bien, que no andamos sobrados», remacha.

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