Día Internacional del Cáncer Infantil
La mañana que lo cambió todo para VegaLa jarrera tenía 15 años cuando descubrió un bulto en su cuello; ahí comenzó su lucha «optimista» contra un linfoma de Hodgkin
Vega Raghner tenía quince años cuando una mañana se despertó dispuesta a poner en marcha su rutina diaria. Se levantó, fue al baño, se lavó ... los dientes y en ese momento se percató de un bulto que había en su cuello. Acto seguido fue donde su madre y ella pidió vez con la médica de cabecera sin saber que esa mañana lo iba a cambiar todo y que iba a ser el inicio de una lucha «dura pero optimista» contra un linfoma de Hodgkin.
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«Cuando te dicen la palabra 'cáncer' piensas que te vas a morir porque no tienes una idea clara de lo que es», reconoce la joven jarrera, que cuando le diagnosticaron la enfermedad cursaba 3º de ESO. Ahora está en 1º de Bachillerato. «Tenemos un amigo médico que nos tranquilizó. Nos dijo que era un linfoma de Hodgkin, que era cáncer, pero que dentro de lo malo era de los menos agresivos», añade la riojana.
Su madre, que también se llama Vega (Escalante), vivió esos momentos con ella. «Fueron horrorosos porque no sabes lo que tiene tu hija», admite. Empezaba así un camino «que no es de rosas», pero que a pesar de los bajones («muchísimos», asegura) estaban dispuestas a afrontar con la mejor de las mentalidades. «Y muy arropados», recalca al citar al resto de su familia, a su amigo médico, a la oncóloga, a la peluquera que le ha ayudó primero con la peluca y después con las extensiones y a FARO. Sobre la asociación, tanto una como otra tienen claro su punto de vista. «Cuando tú sales a la batalla lo haces a pecho descubierto y hasta que no les encontré a ellos no hallé las armas para pelear», destaca Escalante. «Te guían en todo y te dicen 'dedícate a tu hija que nosotros nos encargamos del resto'», apostilla.
Tanto la madre como la hija hablan de lo vivido con entereza. En ese sentido, Escalante asegura que siempre ha sido optimista y que ese carácter no lo ha perdido pese a las adversidades. «Cuando veía en la televisión casos parecidos a este pensaba que si eso le pasaba a mi hija yo me moriría», cuenta. «Pero no solo no me he muerto, sino que saqué muchísimas más fuerzas y me dije 'tengo que salir a pelear'», remata.
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El rival era complicado y durante la pelea sacó a relucir sus peores armas, incluido el que para la joven ha sido el peor momento de este trayecto. «Primero me dieron una tipo de quimioterapia y después me la cambiaron por otra más fuerte que me dejó sin defensas», relata. «Fue entonces cuando cogí una bacteria con la que apenas podía levantarme. Me sentía inútil», recuerda. «Fue horroroso, tuve mucho miedo por la vida de mi hija», confirma la madre.
Pero Vega se repuso y ahora mismo asegura encontrarse «muy bien», aunque tiene que acudir cada cuatro meses a revisión. «Hasta los cinco años no me dan el alta», señala. «Somos conscientes de que esta enfermedad puede volver, pero ya le hemos visto la cara y sabemos a lo que nos enfrentamos», apunta su progenitora, quien no quiere olvidarse de las facilidades que le han puesto en su trabajo y de la labor de la sanidad riojana. «Tenemos mucha suerte. Nos han dado un cariño, una sensibilidad, una empatía...», enumera.
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La madre está orgullosa de su hija y del crecimiento que ha experimentado en este recorrido. «Antes era una cría y ha madurado muchísimo», se congratula al tiempo que manda un mensaje a aquellos que estén pasando por algo similar. «Que se agarren a lo bueno. Lo malo viene, pero con cariño, apoyo, positividad y lucha, se sale de esto», concluye.
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