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Andrés Martínez Arrieta, en el centro, durante una vista en el Tribunal Supremo

Un magistrado logroñés en las alturas del Supremo

El Consejo General del Poder Judicial designa a Andrés Martínez Arrieta presidente de la Sala de lo Penal

Pío García

Logroño

Jueves, 24 de julio 2025, 07:30

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Su rostro quizá les resulte vagamente familiar. En ocasiones sale en los telediarios, siempre detrás de una mesa, vestido con toga, sentado en una silla encarnada con remaches dorados, prestando atención con gesto grave a reos y testigos. Sus casos suelen llenar páginas de periódico y muchos minutos de tertulias. Durante todo el juicio del 'procés' estuvo sentado a la diestra del magistrado Manuel Marchena y también le tocó revisar la sentencia de la Manada y el fallo sobre los atentados del 11M. Desde la retirada de Marchena, en octubre de 2024, Andrés Martínez Arrieta, número uno del escalafón, ocupaba la presidencia en funciones de la sala de lo Penal del Tribunal Supremo. El Consejo General del Poder Judicial lo nombró ayer oficialmente para ese cargo: uno de los más importantes y políticamente comprometidos de la Administración de Justicia en España.

Andrés Martínez Arrieta nació en Logroño el 13 de abril de 1955. Su familia procede de Lumbreras. Estudió en el colegio de los Hermanos Maristas, aunque se marchó de La Rioja antes de terminar el Bachillerato. Por motivos de trabajo, su padre se trasladó a Galicia. Ya entonces, a los 14 o 15 años, Martínez Arrieta sabía que quería ser juez. Según confesó en una entrevista concedida a este periódico, a los 18 años se matriculó en Derecho en Madrid. Fueron unos años especialmente convulsos, en los estertores de la dictadura. A Martínez Arrieta se le daban bien los libros y aprobó a la primera las oposiciones a juez; un poco antes, por si las moscas, se había sacado también las de fiscal de distrito y secretario de la Administración de Justicia.

En su primer destino ya comprobó que no había elegido un trabajo fácil: le tocó el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Azkoitia (Guipuzcoa), en los años más sangrientos de ETA. Su bautismo mediático le llegó, sin embargo, un poco más tarde, a los 28 años, cuando, al frente del juzgado número 11 de Madrid, instruyó uno de los casos más sonoros de la naciente democracia española: el de la desaparición en 1983, tras haber sido detenido, de Santiago Corella, 'El Nani', un delincuente habitual.

Arrieta recibió la denuncia de la familia y decidió investigarla a fondo. La policía había falseado informes para intentar demostrar que Corella había escapado de Madrid, pero la versión oficial no correspondía con la realidad. El caso acabó con la condena a 29 años de cárcel de tres policías (un comisario y dos inspectores) por detención ilegal y torturas. «Fueron momentos duros –recordaba Martínez Arrieta– porque en aquel momento la policía no podía soportar que se sospechara de sus actividades. Parece petulante decirlo, pero hay un antes y un después en el modo de actuar de la policía y en cómo se respetan los derechos de los detenidos desde aquel caso».

La conmoción por el caso 'El Nani' fue tal que el magistrado Martínez Arrieta llegó a denunciar ante la Fiscalía que la policía lo estaba investigando ilegalmente. El entonces ministro del Interior, José Barrionuevo, negó conocer la supuesta operación de espionaje y solicitó reunirse con el juez logroñés para darle explicaciones. Pese a haber metido en la cárcel a decenas de etarras, Martínez Arrieta reconoce que nunca ha sentido miedo físico, aunque sí llego a temer, cuando el caso 'El Nani', que algún policía intentara atentar contra su honor. «Desprestigiar a un juez es relativamente fácil –confesaba en 2007–. Se le sigue, se redacta un 'dossier', se coloca algo comprometedor... Y eso puede tumbar una carrera profesional».

¿Conservador?

Los sexadores de magistrados, una profesión de gran predicamento en la España de hoy, le atribuyen sin pestañear la etiqueta de 'conservador', y quizá lo sea, aunque su ejecutoria, labrada sentencia a sentencia, desmonta estos dibujos en blanco y negro. Como demostró con el caso 'El Nani', parece más bien un juez empeñado en aplicar el Código Penal sea quien sea el acusado. En 1997 algunos periódicos cargaron duramente contra él por recibir a Felipe González con un apretón de manos a la entrada del juzgado –al que iba a declarar por el caso Filesa–, aunque él lo explicó por motivos de protocolo: «Todos los presidentes del Gobierno que deben testificar tienen que ser recibidos en la puerta por un juez. A mí me lo pidió el presidente del Supremo y lo hice».

Fundador de la asociación Francisco de Vitoria, considerada centrista, Martínez Arrieta recibió ayer el apoyo de la mayoría del Consejo General del Poder Judicial. Un nombramiento allanado tras la renuncia de la magistrada Ana Ferrer, del sector progresista. Su compañero Pablo Lucas, candidato del bloque conservador, presidirá la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo.

En su juventud, Andrés Martínez Arrieta fue un visitante asiduo del estadio de Las Gaunas y mantuvo hasta el final su afición por el histórico Logroñés. Miembro del Centro Riojano de Madrid, que en 2019 le otorgó su Guindilla de Oro, cuando vuelve a Logroño o a Lumbreras, le gusta pasar por los Cameros y por la sierra de Cebollera. Durante los dos próximos años no lo tendrá fácil para escaparse: le espera un trabajo ímprobo, lleno de arenas movedizas y de mucha exposición. Un trabajo al que, sin embargo, ya está muy acostumbrado.

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Un magistrado logroñés en las alturas del Supremo