Logroño, capital del agro riojano

Apenas marcaba el reloj las 9.30 de la mañana y el parking del Palacio de los Deportes era un hervidero total. Un ir y venir constante de agricultores y ganaderos que, junto a sus más de 250 tractores que acercaron desde distintos puntos de La Rioja, trataban de hacerse un hueco. Porque lo que importaba era luchar, unidos, por la supervivencia del sector.

Pero la organización no fue una tarea sencilla. Tractores por aquí, pequeña maquinaria por allá, asociaciones agrarias esparcidas por el parking, pancartas, pegatinas y viseras que todavía estaban sin poner... y muchos manifestantes que faltaban por llegar. La Policía trataba de poner orden dentro de todo este embrollo, sin éxito, mientras un representante de la organización, micrófono en mano, se esforzaba en agrupar a los participantes para que la salida fuese lo más ordenada posible. Todo esto costó, también por la demora de algunos tractores, pero tras un retraso de 40 minutos lograron emprender su paso hacia la rotonda de Las Gaunas para enfilar, sin ninguna prisa, la calle Vara de Rey.

La protesta, que estuvo encabezada por nueve tractores pequeños, también llamó la atención de los transeúntes y conductores de la zona por las cabezas de ganado que iban junto a ellos. Y por dos ganaderos que, durante la mañana, llevaron sus carretillas llenas de lana y de esqueletos de ovejas muertas como muestra de protesta por los ataques del lobo. «Necesito que todo el mundo sepa que la amenaza de este animal es una realidad. La situación es insostenible, mata a mis ovejas un día sí y al otro también», lamentaba Juan Manuel García, agricultor que ha tenido que reducir su rebaño.

Ya sobre las 11.20 horas, los manifestantes, que se adentraban a Vara de Rey, cortaban a su paso los dos carriles de ida. Fue entonces cuando los cláxones de los tractores, acompañados por el sonido de los cencerros, empezaron a predominar en el ambiente de la capital. Porque lo que principalmente querían los agricultores y ganaderos riojanos era que se les escuchase para salir, como reiteraron, «de este pozo sin fondo».

«Nunca había vivido una situación tan crítica. Nos sentimos abandonados y atados, no sabemos cómo vamos a subsistir ni a qué nos vamos a dedicar», manifestaba Jesús Sainz al pie de su tractor cuando de pronto empezaron a escucharse gritos de apoyo de los viandantes, que aplaudieron efusivamente. Eso, quienes no se sorprendieron en exceso, ya que hubo jóvenes y mayores que, además de mostrarse incrédulos por esta gran 'tractorada', evidenciaron su disgusto cuando los animales hicieron sus necesidades en avenida de la Solidaridad. Fue aquí donde las cabezas de ganado también levantaron alguna carcajada cuando aprovecharon una pequeña pausa para pararse a pastar en el césped de una rotonda.

Y ya en El Espolón, donde cortaron por completo los accesos al tráfico rodado, se produjo el principal momento de tensión, cuando los ganaderos colocaron una oveja muerta sobre la valla del Palacete del Ejecutivo riojano y restos de los cráneos de ovinos masacrados por lobos para denunciar, como exhibieron en sus pancartas, que 'costes de producción + lobo + administración = ganadería en extinción'. Una acción que trató de repetir uno de los ganaderos en la Delegación del Gobierno, pero que no culminó tras ser advertido por los policías de que si lo hacía iba a ser denunciado. Tras este percance, los manifestantes se congregaron en la Concha del Espolón, donde, antes de leer el manifiesto, subieron, y no con poco esfuerzo, a una de las dos vacas para evidenciar, una vez más, que sus demandas van en serio.