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César Gil López, ganadero de Rincón de Olivedo, es uno de los propietarios de la empresa Hermanos Gil López S. C., que cuenta con una explotación porcina en dicha localidad y otra en Igea con un total de casi 5.000 cerdos. «Mi padre tenía la granja y hemos conocido este mundo de toda la vida», comenta César.
«Hay quienes ven este sector como algo estable a nivel de precios y que funciona a la perfección, pero ha habido épocas de vacas flacas en las que las integradoras han pagado mal. Ahora llevamos una temporada buena, en la que el cerdo se paga bien, aunque tenemos otro tipo de problemas como la enfermedad de Rosalía, que causa muchas bajas. Esto provoca que haya menos cerdos en el mercado y el precio esté alto», explica el ganadero rinconero. «Ahora bien –continúa–, puede que la situación sanitaria mejore en general o que se deje de exportar, como ocurrió con la crisis de Rusia hace unos años, y bajen los precios y alguna integradora se arruine».
César Gil recuerda que «mi padre construyó la granja en 1973, cuando nací, y apenas tuvo inspecciones hasta que se jubiló. A nosotros nos las hacen todo el año, cuando no son de bienestar animal, vienen de medio ambiente, de transporte o marcaje de los animales. Es continuo porque cada vez tenemos más exigencias que merman los beneficios». Respecto a la nueva norma europea para que los animales en intensivo dispongan de más espacio, comenta que se suma a otra de hace unos años, también un real decreto, que obligaba a hacer cambios en las medias de las rejillas donde pisa el ganado, por donde cae el purín y pisan. «Tuvimos que gastar casi 100.000 euros. La excusa fue mejorar el bienestar animal y se consiguió lo contrario porque no se tuvieron en cuenta otros detalles. Por ejemplo, en naves antiguas con parte de rejilla y parte de suelo normal, el ciemo no colaba del todo a los fosos y los cerdos estaban más sucios, en peores condiciones», detalla.
Respecto a la nueva norma que entrará en vigor en 2026, asegura que «en granjas que se hagan nuevas pueden calcular los animales que te pide la ley, pero si ya tienes la cuadra hecha vas a perder más espacio del previsto por la norma». Añade que ahora las exigencias de digitalización del sector resultan incluso inviables para personas que llevan toda la vida dedicadas a la ganadería y no manejan las nuevas tecnologías: «Si tienen que recurrir a ayuda externa, no merece la pena continuar con las explotaciones».
Otro inconveniente radica en las prohibiciones de medicamentos que antes resultaban efectivos o exigencias previas a la hora de administrarlos. Son algunos ejemplos de medidas de Europa frente a las exportaciones de productos de otros países que no las tienen. «Pueden producir mucho más a menos precio. ¿Qué pasa, el ecologismo es sólo para aquí y no lo exigimos en otros sitios, pero traemos sus productos? Me parece bien que se pidan unas normas, pero, si no se cumplen en otros lugares, tampoco deberían dejar entrar en este mercado sus productos», señala el ganadero. «La profesionalidad no se tiene en cuenta para el bienestar animal, nosotros somos los principales interesados en que los cerdos estén bien», añade.
Por último, constata la dedicación que requiere una granja, de lunes a domingo: «Nos dicen que vivimos muy bien porque no ven cuando estamos cargando un camión a las tres de la mañana o si a las dos de la tarde estoy vacunando, como el pasado el miércoles que vacuné 1.400 cerdos. Ahora son fiestas y tengo que ir a trabajar todos los días».
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