A Dios rogando y con el mazo dando
Todos los estilos. Del paleocristiano al racionalismo, La Rioja ofrece un recorrido por el arte de la fe
Podríamos decir que la historia del cristianismo arquitectónico en La Rioja discurre, grosso modo, entre la ermita de Nuestra Señora de Arcos, en Tricio, y la iglesia de Santiago Apóstol, en La Unión. Son los dos extremos de la arquitectura de la fe y, entre ellos se van encajando siglos y estilos, de la espiritualidad profunda del románico al arrebato alucinado del barroco. Uno podría recorrer la historia del arte religioso sin salir de los límites de la comunidad autónoma. Incluso dejando de lado los monumentos más célebres, aquellos que aparecen en todos los almanaques (los monasterios de San Millán, Santa María la Real, la catedral de Santo Domingo), en pueblos y aldeas riojanas ha ido dejando la Iglesia muestras de devoción, arte y poder, tres conceptos a veces contradictorios y de peso variable. La espiritualidad se advierte, sobre todo, en los ejemplos más tempranos, como el Martyrium de Santa Coloma, una estancia modesta, oculta hoy entre las paredes del templo parroquial, construida con sillares romanos reutilizados, sin adornos ni florituras, con una cúpula baída que parece labrada a dentelladas.La ternura de aquellos primeros templos de datación difusa –toscos, humildes, construidos y luego reconstruidos–, fue con el tiempo convirtiéndose en una apoteosis de piedra, quizá no muy compatible con la pobreza evangélica pero estéticamente asombrosa. En La Rioja es posible admirar huellas mozárabes (Suso), ermitas románicas (Treviana y su área, Viguera, Canales de la Sierra, Castilseco, Santa María de la Piscina), monasterios de luz cisterciense (Cañas), agujas góticas (Palacio), serenos templos renacentistas (Casalarreina, Ábalos), apabullantes creaciones barrocas (Cuzcurrita, Navarrete, Alfaro, Briñas). Muchos lugares a los que dirigir en agosto una mirada curiosa.
Ermita de San Cristóbal Canales de la Sierra
Un pórtico románico abierto a la sierra de la Demanda
En La Rioja abundan las huellas del románico, aunque diseminadas por toda la región. En San Millán de Suso, en Santo Domingo de la Calzada, en Logroño (San Bartolomé)... Santa María de la Piscina, en la Sonsierra, consagrada en 1137 y con cierto aire de fortaleza espiritual, es quizá el ejemplo más puro y consistente de este arte europeo que fluyó a lo largo del Camino de Santiago. También hay restos singulares en Treviana –sede del centro del románico–, en Castilseco, en Tirgo, en Villaseca y en otros pueblos pequeños de la parte noroccidental de la región. Sin embargo, junto a estas líneas figura la bellísima galería porticada de la ermita de San Cristóbal, en Canales de la Sierra, cuyos tres arcos se abren a la Demanda como si el cristianismo de pronto se hubiera vuelto panteísta o, por lo menos, franciscano.
Ermita de Nuestra Señora de Arcos Tricio
Entre el Imperio Romano y el triunfo del cristianismo
A simple vista, parece Santa María de Arcos una enciclopedia alocada de estilos artísticos, con esas yeserías barrocas que se derraman sobre los fustes estriados. Las piezas distintas han acabado componiendo un puzle extrañamente armónico, cuyos orígenes hay que buscarlos en esos siglos confusos que vieron el desplome del Imperio Romano, la invasión de los bárbaros y el triunfo del cristianismo. Para algunos autores se trata de uno de los templos más antiguos de la península –una basílica de tres naves ubicada sobre los restos de un viejo mausoleo–, aunque otros especialistas difieren su construcción a los años de reconquista. Se trata, en cualquier caso, de uno de los monumentos más singulares de La Rioja.
Retablo de la iglesia de la Asunción Navarrete
Éxtasis y alarde barroco en el Camino de Santiago
Los peregrinos que entran en la iglesia de la Asunción, en Navarrete, apenas pueden reprimir una exclamación de asombro cuando contemplan su retablo mayor. Las columnas salomónicas, cubiertas de pámpanos y racimos de uva, se retuercen y trepan hacia la bóveda, en una ascensión dorada que parece no tener fin. Los retablos de las naves laterales se unen a la pieza central y le confieren una estampa de tríptico majestuoso con forma de barco. Sus autores fueron el cántabro Fernando de la Peña y el escultor Andrés de Monasterio. Tiene fama de ser el retablo más grande del norte de España: mide 21 metros de alto. «Será obra de mucho rumbo –prometía De la Peña–, tanto que en ambas Castillas me parece que no habrá otro que en la valentía y en todo de ella se le pueda igualar». Construido entre los siglos XVII y XVIII y restaurado hace quince años, el retablo de Navarrete puede ser el ejemplo más sorprendente de la suntuosidad barroca en La Rioja.
Iglesia de Santiago Apóstol La Unión
De la piedra al hormigón, de la confusión a la pureza de líneas
Salvo casos muy señalados, la arquitectura moderna no suele encontrar hueco en las recomendaciones turísticas, pero no solo lo antiguo es hermoso. En La Unión, núcleo poblacional de Clavijo, el arquitecto y sacerdote Gerardo Cuadra firmó en 1965 una de sus obras esenciales, tal vez la que mejor representa su idea de la belleza y de la espiritualidad. En su exterior, la iglesia de Santiago Apóstol es un edificio humilde, de piedra y hormigón, con un campanario ascético que se yergue hacia el firmamento. En el interior, la luz cenital se descuelga sobre el presbiterio, iluminando un espacio sin adornos. A Cuadra no le gustaba el barroco español, tan fatigado de ornamentos, y en este templo defiende la sencillez y la pureza de líneas.