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Verónica Lloclla y Julissa Cortez, usuarias de Pioneros, se abrazan sonrientes. Juan Marín
Soledad juvenil

El derecho a tener un hombro en el que apoyarse

Fundación Pioneros ayuda a jóvenes como Verónica, Julissa o Jesús a no sentirse solos y les enseña a construir relaciones personales de calidad

Juan Marín del Río

Logroño

Viernes, 28 de noviembre 2025, 07:45

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La soledad no deseada es un fenómeno que afecta a parte de la población joven de la región: según los datos de la Fundación Pioneros, uno de cada tres jóvenes la experimenta con frecuencia —36%— y cerca del 60% afirma haberla sentido en algún momento. Detrás de estas cifras hay historias que muestran cómo la falta de apoyos, la discriminación o la inestabilidad emocional pueden hacer que muchos jóvenes se sientan solos incluso cuando están rodeados de gente.

36%

De los jóvenes riojanos se sienten solos frecuentemente, según la Fundación Pioneros.

Julissa Cortez, de 18 años, llegó desde El Salvador con 16 y pronto empezó a sentir el peso del desarraigo. «Me sentía muy, muy sola y no sabía socializar de ninguna manera», cuenta. Al descubrir que sus estudios no podían convalidarse y que debía repetir primero de Bachillerato, su situación empeoró. En el instituto, sufrió «comentarios racistas, rechazo y aislamiento». Intentaba acercarse a sus compañeros, pero las respuestas eran frías o inexistentes. Poco a poco dejó de hablar en clase, dejó de participar y terminó dejando de ir. La sensación de «no pertenecer a ningún sitio» se fue haciendo cada vez mayor.

Buscó atención psicológica en dos espacios distintos, pero las relaciones con otras jóvenes no avanzaban más allá de la puerta de la consulta. Intentaba iniciar conversaciones por redes sociales y nadie respondía. Una trabajadora social le habló entonces de Fundación Pioneros. «Tenía tanta ansiedad, que estuve a punto de no venir. No me sentía bien queriendo estar con más personas y temía que me fueran a rechazar», recuerda Julissa. Finalmente decidió acudir al área de Empleo y, aunque la primera actividad fue difícil y admite que se «rompió emocionalmente», esta vez recibió acompañamiento y comprensión. «Los educadores se acercaron, me abrazaron, me dijeron 'Tranquila, nosotros te entendemos'».

Durante uno de los talleres conoció a Verónica Lloclla, una usuaria de 19 años que llegó desde Perú hace apenas unos meses, quien percibió de inmediato su situación y se acercó a ella. «Nos hicimos amigas, mejores amigas, y fui presente de todas sus bajadas y subidas, igual que ella en las mías Fue el único vínculo real entre tanta gente», explica Verónica, que también admite haberse sentido «muy sola» al llegar a España. Su relación ha sobrevivido más allá de los talleres de Pioneros. Ambas coinciden en que encontrar a alguien que las escuche y las apoye fue determinante para dejar de aislarse y recuperar cierta estabilidad emocional, aunque admiten que en ocasiones siguen encontrándose solas, «algo inevitable por culpa de cómo es la sociedad», reconoce Verónica. Gracias a esta red de apoyo, Julissa descubrió nuevas opciones formativas y actualmente cursa un grado medio de dependencia.

Marta Fernández, educadora de Fundación Pioneros, explica la importancia de estos espacios. «Vemos muchos jóvenes que sufren soledad por 'bullying', violencia o procesos migratorios. Nuestro objetivo es crear lugares donde puedan relacionarse de forma segura y recibir acompañamiento emocional». Fernández añade que las relaciones en los grupos juveniles suelen ser «jerárquicas y siempre hay un líder», por lo que la construcción de vínculos duraderos como el de Julissa y Verónica es algo poco habitual y muy valioso.

Verónica Lloclla, Marta Fernández y Julissa Cortez caminan juntas a pocos metros de la sede de la Fundación Pioneros. Juan Marín

El caso de Jesús García muestra otra cara de la soledad no deseada. Tiene 27 años, es auxiliar técnico educativo en un piso de protección de menores y pertenece al colectivo LGTBIQ+. Creció en una familia materna de etnia gitana donde, aunque había cariño, no siempre existían las herramientas necesarias para entender ni acompañar su proceso personal. Durante su adolescencia escuchó comentarios que le dificultaban expresarse con libertad. «Al final te ves obligado a fingir un papel que no es el tuyo», comenta, refiriéndose a la presión de cumplir roles familiares o sociales que no se corresponden con su identidad.

Con el tiempo, encontró espacios como Pioneros donde podía compartir experiencias con personas que habían vivido situaciones parecidas y sentirse más identificado. Aun así, como sus compañeras en la fundación, reconoce que la soledad no desaparece del todo. «Gracias a que encontré un círculo de amigos, fui encontrando zonas donde sentirme más seguro, pero todavía siento esa sensación», afirma Jesús, quien destaca la importancia de estos apoyos en su proceso de aceptación personal.

Existen factores de vulnerabilidad como la nacionalidad o la orientación sexual que agravan el problema

Las experiencias de Julissa, Verónica y Jesús muestran que la soledad no deseada puede aparecer por motivos distintos: el desarraigo, la discriminación, la dificultad para mantener vínculos o la sensación de no tener un lugar en el que encajar. Como concluye Marta Fernández, «es fundamental que tengan un entorno donde expresarse, ser escuchados y recibir apoyo antes de que el aislamiento se convierta en un problema grave de salud emocional».

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