Al volante de las emergencias riojanas
Los conductores de ambulancia, bomberos y Policía Nacional dirigen vehículos prioritarios pero cuya preferencia de paso depende de los demás
Conducir un vehículo de emergencia es una responsabilidad que entraña dificultades. Las carreteras y calles no son solo para ellos, son prioritarios pero la preferencia deben dársela los demás. «Tenemos seis sirenas, doy las largas y otros conductores hacen señas pero hay veces que ni aun así se quitan algunos porque no se dan cuenta», explica Jésica Estefanía, conductora de ambulancia de soporte vital avanzado en Logroño.
«No puedes dar por supuesto que un coche te va a dejar pasar y creer que la calle es tuya, a última hora un conductor puede hacer una maniobra porque, en realidad, no te había visto», advierte su compañero Diego Saranova. Los agentes de Policía Nacional con experiencia en persecuciones se alejan de las películas y reconocen no solo que a veces deben rendirse, también que más de una vez les ha tocado echar pie a tierra y gestionar el tráfico para salir de un atasco.
En el caso de las ambulancias o los camiones de bomberos se añade la dificultad de conducir un voluminoso vehículo. «Llevar 5.500 kilos por la ciudad es una responsabilidad muy importante», subraya Saranova. Y hay que conocer el entorno. «Los GPS ayudan mucho, pero saberte las ciudades, pueblos y carreteras te da un plus, saber cómo llegar a un lugar o la experiencia para evitar badenes y baches», admite Saranova, señalando las entradas y salidas de colegios y trabajos como los peores momentos.
Javier Herce Cabo y bombero-conductor del CEIS Rioja
«El principal problema es que los vehículos cada vez están más insonorizados»

Javier Herce es cabo del parque de bomberos del CEIS en Calahorra, donde todos los efectivos cuentan con formación y están capacitados para llevar un camión. «Para opositar ya te piden el carné, así que muchos bomberos cuando entran al parque se lo acaban de sacar y experiencia real en llevar un vehículo pesado no tienen mucha», explica. El rodaje por lo tanto lo adquieren en el parque. Para ello, «todos los días se sale a rodar por las mañanas», continúa. En el caso de una salida para una intervención «si hay alguien que pueda estar más 'verde' con el camión se deja que lo lleve otra persona con más tiempo y cuando se vuelve (al parque), ya sin tensión y sin prisa, lo trae para coger práctica», precisa.
Tanto en la calle como en la carretera sostiene que generalmente cualquier conductor se aparta para darles paso, aunque el «principal problema» que se encuentran es el de no ser advertidos a pesar de las luces y la sirenas, porque «cada vez están más insonorizados tanto los camiones como los vehículos».
«Si te pones detrás de un camión o un trailer doble, y está muy insonorizado y además va con la radio, no hay manera de que se aparte porque no te oye», dice. Aunque «sí que es verdad que en cuanto te advierten, se retiran», aclara.
Otro de los problemas que deben afrontar los bomberos del parque de Calahorra, que cubren toda La Rioja Baja, es el acceso a calles con poca anchura como sucede en el casco antiguo de Calahorra o en otros municipios pequeños. «Es algo que les hemos trasladado mucha veces a Policía Local y a los ayuntamientos, para que prohíban aparcar en calles muy estrechas», dice Javier. Y es que «llegas con el camión y no puedes pasar y te tienes que quedar a 100, 150, 200 o más metros de la casa que está ardiendo y andar tirando mangueras», comenta.
Por otro lado, advierte también de los inconvenientes de las «ayudas a la conducción» con las que cuentan ahora los vehículos, como el sistema de mantenimiento de carril. «Está muy bien para una conducción normal, pero para emergencias es un poco peligroso», apunta.
Diego Saranova, Mónica Alcalde y Jésica Estefanía Conductores de ambulancia
«Aunque llevemos luces y sirenas, no siempre nos ven»

Diego Saranova y Mónica Alcalde conducen la ambulancia de soporte vital avanzado con base en el Carpa de Logroño. «Es mucha responsabilidad no solo por la vida del paciente, que es en quien se piensa siempre, también por la de tus compañeros y por la tuya», declara Diego Saranova, con 20 años de experiencia al volante.
Aunque parezca que las ambulancias circulan muy rápido, no es tan importante la velocidad como asegurar que se alcanza el objetivo. «La conducción que hacemos es defensiva, prevemos que quien va delante no te ha visto y va a realizar la maniobra más absurda que te puedas imaginar», explica Saranova. Y la forma de conducir cambia en el regreso, ya con el paciente dentro. «El vehículo debe ir muy estable. Al acudir puedes permitirte conducir más brusco pero con el paciente dentro hay muy pocas situaciones en las que debas correr: hemorragias no controladas o temas de obstetricia», explica Saranova. De hecho, no es extraño que la ambulancia, camino del hospital, pare por alguna atención.
Los principales problemas que señala Saranova son los auriculares en los peatones, que les impiden percatarse de la presencia de la ambulancia, y los badenes de la calzada, cuya presencia es muy habitual en Logroño: «Es horroroso. No nos tienen en cuenta ni a bomberos ni a nosotros». Pero también se topan con coches en doble fila que les cierran el paso. Entonces deben recurrir a la Policía Local. Mónica Alcalde también conduce, pero «estoy más acostumbrada a actuar en la parte sanitaria, así que no me hace especial ilusión conducir, me produce un estrés enorme porque es mucha responsabilidad», confiesa.
Jésica Estefanía tiene 27 años y suma seis de ellos a los mandos de una ambulancia, ahora con base en el centro de salud de Siete Infantes, en Logroño. «Desde pequeña me gustaba lo de ser conductora de emergencias», recuerda Estefanía. Los parámetros son claros: hay prisa pero prima la prudencia. «Aunque llevemos luces y sirenas, no siempre nos ven. Y la práctica es la experiencia. Lo malo es cuando te mandan a una calle o pueblo que no conoces, entonces tienes que ojear si entras o no», reconoce Estefanía.
«Cuando tardas más por el tráfico y hay algún fallecido piensas en qué hubiera pasado», asegura Estefanía
Para ella las mayores dificultades son los cruces, los coches que impiden el paso, los atascos y la gente, que es impredecible. Más de una vez los compañeros de Estefanía han tenido que llegar a pie mientras ella desbloqueaba el vehículo. «En Logroño, el Casco Antiguo, y más ahora con los bolardos, es lo más complicado», indica Estefanía. Pero hay veces que la urgencia manda y «me ha tocado tirar de frente en una rotonda en la que no había nada porque si no, no llegábamos». Esto origina sinsabores. «Cuando tardas más porque el tráfico no te ha permitido llegar antes y ves que hay algún fallecido piensas en qué hubiera pasado de haber podido acudir antes», confiesa.
No obstante, los conductores solo lo son con el vehículo en marcha, una vez estacionado pasan a ser otro técnico superior sanitario más. Estefanía recuerda una entrañable anécdota el día del apagón, cuando trasladaron al centro de salud a dos mayores que se quedaban sin oxígeno en casa: «Nos abrazaron llorando, agradecidos, y nosotras también nos echamos a llorar porque este trabajo se trata de ayudar a la gente y, la verdad, fue muy bonito».
José Carlos Rico Policía Nacional
«Hay urgencia, pero lo primero es la seguridad. Hay que saber frenar»

Todos los agentes de Policía Nacional están preparados para conducir un vehículo en servicio de urgencia. Para aprobar la oposición se requiere el permiso de conducción B1, después son formados en la Escuela Nacional de Policía de Ávila y obtienen el BTP (vehículos prioritarios) pero, además, asisten a cursos específicos. Esta misma semana se ha impartido uno de conducción evasiva y de seguridad en la Jefatura Superior de Policía de La Rioja en el que se han enseñado técnicas de adaptación al entorno, reacciones ante peligros, maniobras en situaciones de riesgo extremo, frenadas...
«Normalmente siempre hay un agente que conduce pero nos vamos turnando durante la jornada», explica el subinspector José Carlos Rico. «Todos estamos capacitados y seguimos las normas de Tráfico. Las luces y sirenas nos dan prioridad pero no preferencia. A veces los demás conductores van a sus cosas y no se enteran de nuestra presencia, así que hay que ir con cuidado porque muchos no nos ven», expone Rico.
«Hay prisa y urgencia, pero lo primero es la precaución. Siempre hay ardor guerrero pero hay que saber frenar. Ya se le pillará», dice Rico
Sucede que, cuando entran en una emergencia, los despistes, exceso de curiosidad o excesos de confianza de los demás pueden provocar situaciones de peligro. Aunque policías, los agentes son de carne y hueso y viven y trabajan en la realidad, y en ella hay atascos. «Hay situaciones en las que un agente acaba bajando del coche para regular el tráfico por el colapso que se produce en algunas calles, como la Gran Vía. También en las entradas y salidas de los colegios», advierte el subinspector Rico.
No es lo habitual pero en ocasiones también se producen persecuciones. Y no suelen ser como las películas. «Nuestros coches son buenos pero con una potencia limitada y no merece la pena jugarse la vida si, por ejemplo, ya has identificado al conductor y tienes la matrícula del coche. Llega un momento en que es mejor dejarlo, pero también podemos recurrir a la ayuda de otras patrullas o montar controles para interceptarlos», aclara Rico.
No hay que olvidar que lo primero es la seguridad de los agentes. «Hay prisa y urgencia, pero lo primero es la precaución. La vida de tus compañeros depende de tus manos. Siempre hay ardor guerrero pero hay que saber frenar. Ya se le pillará», admite el subinspector.
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