La cultura cafetera que crece más allá de las modas
Un consumo más informado y enfocado en la calidad del cultivo a la taza impulsa el auge de los cafés de especialidad
El café es todo un mundo. Y un mundo a conocer. Quien se adentra en él comenzará a apreciar la variedad arábica por encima de la robusta, diferenciará entre tueste suave, medio o fuerte, descubrirá la apreciada acidez de los granos de Kenia o el toque achocolatado de los brasileños, y, por supuesto, mandará bien lejos el azúcar. La cultura cafetera crece y con ella aquellas personas que amplían sus miras hacia terrenos antes ignotos. Entre ellos, el del café de especialidad, un producto de calidad superior, sin defectos, y de conocida trazabilidad, sobre el que puede rastrearse no solo el país de origen sino la parcela específica donde se cultiva o el caficultor que lo produce.
«Existe una mayor educación y conciencia sobre el producto. La tendencia es clara, aunque la capacidad de gasto de la población general se ha visto reducida, los consumidores son más selectivos con lo que compran. Si van a tomar café quieren asegurarse que sea bueno, aunque cueste un poco más», valora Oleg Buyalo, fundador de Roots, local que, en cierta medida, sigue el nuevo camino explorado «en otros países y grandes capitales y que sirven de referencia».
En la misma línea, Joaquín Martínez, gerente de Cafés El Pato, estima que «a raíz de la pandemia la gente está valorando mucho más los productos gastronómicos de calidad», añadiendo que «antes no dábamos tanta importancia al final de una comida, al café, que la puede tirar por la borda o encumbrarla, y ahora hay muchos que vienen, por ejemplo, a comprar café para una quedada con amigos». El Pato, histórica empresa fundada en 1923, observa esta dinámica desde la interesante perspectiva del tiempo, como una firma que siempre ha trabajado con cafés más especiales y de diferentes orígenes, aunque Joaquín Martínez comenta que «esto nos ha servido ahora para reinventarnos, para especializarnos más y ya no solo traer un café de Nicaragua o de Etiopía, sino comprar un café de un caficultor en concreto que sabemos que está haciendo las cosas de cierta manera o de una finca que está experimentando con nuevos procesos».
«La tendencia es clara, existe más educación y conciencia, la gente es más selectiva con lo que compra»
Oleg Buyalo
Roots
«Esto nos ha servido para reinventarnos, para especializarnos más y traer cafés de caficultores y fincas específicas»
Joaquín Martínez
Cafés El Pato
El consumidor, además, cada vez exige más. «Somos un comercio tradicional con una clientela de toda la vida, pero cada vez viene más gente muy informada e interesada sobre el mundo del café, quieren conocer de donde procede, cómo ha sido tostado, de qué variedad es, que notas de cata tiene...», continúa Joaquín Martínez.
Otro de los nuevos rumbos lo ofrecen negocios como Café Electi, tienda-cafetería con poco más de un año cuya propietaria, Yani Pereira, reconoce que «Logroño no está muy acostumbrado al café de especialidad pero se va generando cierta cultura, se nota. Generalmente el consumo se está impulsando por gente más joven que lo prueba, les gusta y aprecian que es diferente, su valor añadido y que es saludable. No es una moda, va más allá».
«Se aprecia porque está bien rico. El café de especialidad se fundamenta en tres pilares: la calidad, la trazabilidad y la sostenibilidad, y el más evidente para el consumidor es el primero», añade Oleg Buyalo, que subraya que «un buen café verde, bien tostado y correctamente preparado por un barista especializado ofrece una experiencia incomparable con la de uno tratado con menos cuidado en cada etapa del proceso». Enfoques renovados para una bebida de toda la vida que muestra que hay café para todos.
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