Algunos miembros de la Unidad Canina de Rescate de La Rioja con sus perros, en un pinar próximo a Logroño. Justo Rodriguez

Cuestión de olfato: así trabaja la Unidad Canina de Rescate de La Rioja

Veinte personas y doce perros integran la Unidad | El grupo de voluntarios actúa sobre todo en la búsqueda de mayores perdidos en el medio rural riojano, pero también puede ser requerido en escenarios internacionales

Miércoles, 27 de febrero 2019, 07:57

Viven en alerta permanente y, aunque son voluntarios, sus rutinas diarias se ven impregnadas de ejercicios para incentivar la socialización, la movilidad y la obediencia de sus perros, sus grandes amigos y los artífices de la ingente labor altruista que desarrollan.

Publicidad

Veinte personas integran la Unidad Canina de Rescate de La Rioja, un cuerpo de salvamento al que su buen hacer ha colado a alguno de sus miembros en más de una ocasión como representantes de los grupos de España a nivel internacional.

La mañana ha salido soleada y ventosa en un pinar cercano a Logroño. Se podría decir que reúne las condiciones ideales para ejercitar a los 8 canes operativos con que cuenta la unidad riojana y los otros 4 que mantiene en formación. En esta oportunidad han elegido este escenario para el entrenamiento conjunto que realizan tres o cuatro veces por semana; pero van cambiando de lugar para adiestrar a los animales en diferentes terrenos.

El ejercicio de hoy consiste en que, por tandas, los perros localicen a una 'víctima', encarnada por uno de estos voluntarios que se ha extraviado intencionadamente entre los pinos. «Los humanos tenemos muy desarrollada la vista y los perros, el olfato», sitúa Francisco José Caparroso, vocal de la Unidad Canina de Rescate de La Rioja. Así, explica que toda estrategia de búsqueda se apoya en el trabajo con la pituitaria del animal. «Ellos captan como un cono de olor, una especie de área triangular en la que perciben las partículas que desprenden las personas», detalla.

Justo Rodriguez

Ámbitos de intervención

El grupo está en permanente contacto con el SOS 112, que los moviliza en casos de rescates. «El 98% de las veces en que intervenimos corresponden a búsquedas de personas en el medio rural; pero también tenemos capacidad para actuar en situaciones de avalanchas de nieve o de estructuras colapsadas por derribos de edificios, deslizamientos de tierras o terremotos», enumera Caparroso. No en vano, en estos momentos se encuentran en prealerta y podrían tener que trasladarse a socorrer a los afectados por un seísmo en Ecuador, ya que también están disponibles si un país solicita ayuda internacional.

Publicidad

La Dirección General de Justicia e Interior del Gobierno de La Rioja establece que esta unidad debe actuar en primer término en las situaciones de familias que notifican que su allegado no ha regresado al domicilio en el lapso previsto. «Normalmente son personas con demencia o alzhéimer que salen y se desorientan», señala el voluntario.

Entonces, se dirigen al lugar donde se les vio por última vez (lo que denominan, punto de localización segura) y trazan un operativo mapa en mano. «Delimitamos un área de un kilómetro de radio y lo dividimos en cuadrantes. Cada uno de estos los bate un binomio perro-guía», desarrolla Caparroso.

Publicidad

La capacidad de un can para dar con una persona con sólo seguir el rastro de su olor es asombrosa. Le bastan unos pocos minutos para resolver un área de unos 40.000 metros cuadrados. «A la hora de seleccionar a los perros de rescate resulta determinante que tengan pasión por el juego, si no no hay forma de trabajar con ellos», comenta. Además, tienen que ser ágiles y atléticos. Los adiestran en la obediencia y en que, una vez hallada a la víctima, no deben agredirla o echarse encima de ella.

En demasiados casos los animales detectan cuerpos de ancianos que por desorientación y un mal traspiés acaban en acequias, pozos o en huecos embebidos por la vegetación. Pero a veces ocurre el milagro. «Hace tres o cuatro años buscábamos a una señora que había desaparecido en Badarán. El perro captó el olor y cruzó el río Cárdenas. Allí vimos un cuerpo tumbado con un pañuelo en la cara que se movía, lo que significaba que respiraba. Fue un alegrón increíble. Se trató de la primera vez en cerca de una década de trabajo en que hallamos viva a una víctima», evoca.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta especial!

Publicidad