El drama de Altadis, desde dentro
Ataques de ansiedad, lágrimas y bajones morales, nueva rutina en la planta de Altadis
LUIS J. RUIZ
Martes, 9 de febrero 2016, 21:36
La vida en la planta que Altadis tiene en el polígono El Sequero es complicada desde que la multinacional informara a los trabajadores que su fecha de caducidad está próxima: el 30 de junio. Desde aquel día los empleados de la fábrica actúan como autómatas: se mueven por inercia, impulsados por la rutina y los hábitos adquiridos desde que fueron contratados por la tabaquera. Tres de ellos, que prefieren que no se publique su nombre, han contado a Diario LA RIOJA cómo es el día a día cuando sobre tu cuello pende la hoja afilada de una guillotina llamada cierre.
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«Es una sensación extraña. Vas a trabajar sabiendo que han puesto fecha al cierre de la planta», dicen. Por eso nada es normal en Altadis desde hace semanas. «No trabajas de la misma manera. Para qué te vas a esforzar si la fábrica pretende que se cierre. La única motivación es luchar para que la fábrica siga abierta». En ello invierten, reconocen, las tres cuartas partes de la jornada. La cuarta es para la producción. Porque todos insisten en que son viables, rentables y «más competitivos que otras fábricas de Imperial Tobacco».
Pero lo primero, aseguran, son los compañeros. «Si algo ha conseguido Imperial (Tobacco) ha sido que nos pongamos todos de acuerdo. Los prejubilados son los que más nos apoyan a los jóvenes», dicen. No hay fisuras. Lo tienen todos claro. El apoyo mutuo es vital. «Llegamos mal de casa. Intentas ocultarlo, pero te dan bajones. ¿Qué haces cuando ves a un compañero llorando y es imposible levantarle del suelo? Pues vas y le das un abrazo. El otro día a uno de ellos le dio un ataque de ansiedad en la planta. ¿Qué hacemos con nuestras familias cuando detrás de la decisión está que un personaje quiere ganar 201 millones en lugar de 200? ¿Cómo le digo a mi hijo que pierdo el trabajo porque mi jefe necesita dos 'mercedes'? Luego llega mi hija y me dice que no me preocupe, que invita a menos niños al cumpleaños. ¿Qué les estamos haciendo?», dice un trabajador con la voz entrecortada.
Las historias personales afloran. Todos conocen al compañero que acaba de comprar piso, al que vino de Alicante pensando en que esto sería definitivo y al que pensaba enviar el próximo año a su segundo hijo a la universidad y que ahora busca argumentos para explicarle que no puede ir a Madrid o a Barcelona, que la de La Rioja está muy bien. Ese hijo, esa familia será un efecto colateral de Imperial Tobacco. Pero no sólo ellos. «No vamos a ir al bar a tomar café, vamos a comprar menos...» «Sí, vamos a morir nosotros, pero ¿y el que instala pladur en la fábrica? ¿y el de las puertas? ¿cómo va a influir esto en la región si entre unos y otros seremos un millar de afectados?», se preguntan.
Sobre la mesa aparece una nómina. Apenas 1.300 euros netos. Con turnos de noche incluidos. «Somos poco más que mileuristas. La gente piensa que somos millonarios y no es así, que quede claro. Esa nómina es el resultado de 125 años de la lucha sindical de los compañeros de Tabacalera», recuerdan. Pero están dispuestos a cobrar menos, a negociar los ajustes que sean necesarios... «Hacemos lo que sea necesario; no podemos pensar en el cierre. Si lo hacemos nos venimos abajo y nuestra familia no se lo puede permitir».
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También recuerdan como a Altadis «se le ha llenado la boca con la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) para, ahora, dejar tirados a sus trabajadores». Y añaden: «Robó profesionales sin medida a otras empresas riojanas. Les prometió un buen trabajo y ahora lo van a perder todo».
La frustración, los altibajos anímicos, las lágrimas, los ataques de ansiedad.... todo estará bien invertido si, finalmente, esquivan el cierre. Tienen claro que aquí no puede pasar lo de Nantes (Francia) -hubo graves incidentes tras el cierre de la planta tabaquera francesa- y por eso siguen trabajando todos los días. «Nos jugamos nuestro puesto de trabajo y es la mejor manera de defenderlo», dicen.
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Pero lo que más les duele es la actitud de la dirección. «No nos miran a los ojos. Nos felicitaron la Navidad pero fueron incapaces de decirnos 'No os gastéis todo que cierra la fábrica'. Eso es ser un poco sinvergüenza».
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