Brasil no perdona a Diego Costa
Abucheado en cada jugada, provoca un penalti y le pone un tinte macarra a 'La Roja', pero con eso no basta ante Holanda
J. GÓMEZ PEÑA
Sábado, 14 de junio 2014, 01:25
A Diego Costa, que es y se siente brasileño, en el estadio Arena Fontenova sus compatriotas le llamaban de todo menos brasileño. «¡Traidor!», «¡Viado!» (homosexual)... Le abuchearon incluso antes de verle, al oír su nombre por los altavoces. Y durante el partido le pitaron cada vez que se arrimó al balón. Entre tanto ruido, a veces, se escuchaba a los pocos aficionados españoles animarle: «Costa, Costa, Diego Costa». Y él, el delantero centro ayer de España, jugaba como si fuera sordo, inmune a los insultos. Más que llevar la camiseta de Brasil, de España, del Atlético o del Chelsea, Diego Costa debería ponerse una chaqueta de cuero.
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Es un futbolista macarra, de pelea, hecho en el barrio, su patria original. Cuando en el minuto 25 provocó el penalti que adelantó a España, escupió al suelo y se llevó un dedo a los labios. Mandó callar al público con ese gesto. Brasil no se callará en lo que reste de campeonato mundial. Costa tampoco cambiará. Es de cuero. Impermeable.
Antes de ganar la Eurocopa del 2008, a España le costaba creérselo. Ahora -tras ser dos veces campeoones continentales y de conquistar el Mundial de Sudáfrica- que se lo creen, lo difícil es mantener el hambre de títulos. A Diego Costa eso le viene de serie. Fue niño en Brasil, adolescente en Portugal y pasa la juventud en España. En casa sitio juega igual. A lo suyo. Aunque Iniesta, Xavi, Alonso, Ramos, Casillas y Busquets ya lo han ganado todo y ya no tienen nada pendiente con el fútbol, Del Bosque pelea por convencerles de que hagan un último servicio. Y les ha colocado al lado a una nueva generación y a un chico de barrio brasileño. Al pitado Costa, al que tras el partido alabó el seleccionador. Holanda, con la defensa adelantada, trataba de reducir el campo. Costa, de lado a lado, siempre jugando sin balón, se encargaba de lo contrario: de ampliar el césped.
A los 25 segundos, ya le habían hecho una falta. Durante toda la primera mitad, cuando España aún tenía algo de fuelle, Costa se hartó de trazar diagonales, de jugar de espalda, de estresar a los centrales holandeses, De Vrij y Vlaar. Hasta tuvo un par de ocasiones: en una le faltó habilidad y en la otra, puntería. Costa cumplía con lo que le había pedido Del Bosque. Y culminó su misión en el minuto 25. El mejor minuto de España. Los de la generación triunfadora, Iniesta, Silva y Xavi, triangularon a la primera, con velocidad, y le dieron el balón al recién llegado, a Costa. Ahí se puso la 'chupa' de cuero. Recortó a De Vrij y, trilero, dejó una pierna atrás para que el holandés, que venía a ras de suelo y sin freno, le tocara. Costa buscó el penalti, lo provocó y lo consiguió. Mientras caía ya se lo reclamaba al árbitro. La pitada del estadio fue, esta vez, lo de menos. El partido parecía lo que luego no fue. España parecía más que Holanda y qué va.
«Derrota muy dura»
El cuero de Costa está curtido a prueba insultos. Pero ahí, con el 0-1, se permitió un gesto de silencio a la grada. Una leve venganza. En el minuto 42 quiso provocar otro penalti. No lo fue y el colegiado no picó. A España ya le quedaba poco para empezar a desmoronarse. La ocasión fallada por Silva que pudo ser el 2-0, el empate holandés al filo del descanso y los errores que, ya en la segunda parte, condenaron a 'La Roja' apartaron los focos de Costa. Eso sí, antes de irse al banquillo en el minuto 9 de la segunda mitad tuvo tiempo para sacar los colmillos. En un forcejeo previo a un saque de esquina marcó con un leve cabezazo la frente de Indy, que se desplomó como si le hubiera golpeado Tyson. El árbitro, justo, abroncó a los dos: al holandés por falso y teatrero, y al hispano-brasileño por ese carácter macarra que le define.
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Cuando fue sustituido, ya con Holanda al mando del marcador, el público brasileño se cebó con él en el pausado paseo hasta la banda. El 'traidor', el 'viado', el 'mercenario'. Costa, como si nada, saludó a los del banquillo, se sentó y se puso una toalla sobre la 'chupa'. El ambiente no le influye. Lo que le dolió fue lo que venía: la goleada de la veloz Holanda y la peor noche de una España descosida por sus propios fallos tras seis maravillosos años luciendo en la cima del fútbol mundial. «Ha sido una derrota muy dura», resumió Costa al salir del vestuario. «La más dura», apostilló Xavi, que presentó el partido ante Chile como «de vida o muerte». Nadie sabe qué pasará. Hay sólo una cosa segura: si juega Costa, le abuchearán.
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