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Isabel García, un éxito horneado a base de tesón e inconformismoLa palabra fracaso no tiene cabida en el diccionario de Isabel García. La joven arnedana ha logrado, después de mucho esfuerzo y tesón y también tras más de una lágrima, hacer real su sueño de pequeña: montar su propio negocio de panadería artesana. Oficio sacrificado, pero reconfortante para ella. Una pasión que, poco a poco y de manera autodidacta, ha ido cincelando a base de perfeccionamiento de masa madre y de nuevas técnicas, gracias también a formaciones con reconocidos profesionales del sector.
En su obrador de la calle León Gentico de Arnedo se crea la magia que empezó a surgir cuando Isabel García tenía 14 años. Ella estaba acostumbrada a ayudar a su madre en cocina «y un día decidí hacer pan. Ese primer pan me salió fatal. Y como soy una persona superinconformista, empecé a probar y probar, me abrí un perfil en Instagram donde iba mostrando mis progresos y me iba dando a conocer; pregunté a gente del sector para ver cómo mejorar y enseguida me enganchó. Y dije que en el futuro quería tener mi propia panadería».
Ese establecimiento artesano abrió sus puertas el 30 de diciembre de 2024, fruto de ese afán de superación que la define y que le llevó a formarse de manera autodidacta en el sector, a la vez que estudiaba Marketing y Publicidad. Una vez finalizados estos estudios, comenzó un Máster de Excelencia en Panadería Artesana y Bollería que impartían Yohan Ferrant y Sylvian Herviaux –reconocido como uno de los mejores panaderos artesanos de Francia– en la Baking School de Barcelona Sabadell, que compaginaba trabajando en obradores de toda España, aprendiendo técnicas, conceptos y ampliando conocimientos. Fue la número uno de su promoción.
En su obrador, que lleva por nombre Panarte, prima la calidad. «Para mí es lo más importante; son panes de masa madre, de larga fermentación, en los que uso harinas muy cuidadas. Creo que es mejor hacer poca cantidad, pero de muy buena calidad».
La jornada laboral de esta joven arnedana de 22 años comienza a las 6 de la mañana. «Es lo que tenía claro. Quiero calidad de vida, porque en otros obradores se entra a las 2 de la mañana y, al final, es un oficio en el que terminas quemándote. Yo voy con un día de antelación. Cada día preparo el pan de la jornada siguiente y lo dejo en las cámaras reposar toda la noche a ocho grados. Va lentamente fermentando hasta que al día siguiente abro el obrador y lo meto en el horno». Por eso realizó una fuerte, pero necesaria, inversión en tecnología, en cámaras de fermentación.
Una mención aparte precisa su croissant francés, elaborado con mantequilla francesa. «La gente, cuando lo prueba, se queda muy contenta, porque en la mayoría de los sitios suelen ser congelados, con un montón de azúcar y no saben a lo que tienen que saber. Estoy empezando a introducirlos y llevan sus láminas, el hojaldre bien hecho; son crujientes», indica.
Porque Isabel García es una enamorada de la manera que tienen los franceses de entender la panadería, «de un producto elegante, fino». A ella le motiva que cuenten con su propia legislación. «Tienen sellos de calidad que certifican, por ejemplo, que el trigo que emplean está cultivado 100% en Francia o que no han empleado en su cultivo pesticidas. Es decir, protegen mucho lo suyo; el croissant, la baguette... Es algo que me gusta y creo que en España también deberíamos ir en esa línea».
Considera firmemente que es necesario rehuir de los productos más industriales y apostar más por la calidad. No obstante, muestra su optimismo ante la nueva tendencia por optar hacia todo lo artesano. «Mi obrador está abierto, con una amplia cristalera, donde todo el mundo puede ver cómo trabajo. No le escondo nada al cliente».
Ha sido, como ella misma reconoce, un largo camino hasta ver cómo esa afición que empezó cuando apenas era adolescente se ha convertido en su modo de vida y se ha materializado en un obrador en la ciudad que le vio nacer. «Hay que hacer lo que a uno le guste. Creo, en mi caso, que la gente valora más mi esfuerzo y el sacrificio. Porque mis padres tienen una empresa de calzado y no me he quedado con lo más cómodo, que hubiese sido seguir en el negocio familiar, sino que he montado el mío propio», concluye la joven arnedana.
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María Díaz y Álex Sánchez
Almudena Santos y Leticia Aróstegui
Roberto G. Lastra | Logroño
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