Ignacio Martínez de Pisón. IVAN GIMÉNEZ / SEIX BARRAL
Ignacio Martínez de Pisón | Escritor

«Toda sociedad merece y necesita su novela»

El autor de 'Ropa de casa' habla de su infancia logroñesa en el Aula de Cultura y de la niñez como semilla literaria

J. Sainz

Logroño

Lunes, 11 de noviembre 2024, 07:13

«Vivíamos en un mundo viejo». Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960), niño en el Logroño de los sesenta, muchacho en la Zaragoza de los ... setenta y aprendiz de novelista en la Barcelona de los ochenta, es hoy uno de los autores más sólidos de la narrativa española. En su último libro, 'Ropa de casa' (Seix Barral) recupera sus memorias familiares, infancia riojana incluida, en un retrato de su formación como escritor y, al mismo tiempo, de una España en cambio que pasó en pocos años de la dictadura a ser una democracia europea. Lo cuenta este lunes en el Aula de Cultura de Diario LA RIOJA: el Logroño de su niñez y la infancia como semilla literaria. Y siempre con optimismo: «Vivíamos en un mundo viejo, pero el futuro estaba a la vuelta de la esquina».

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– Algunos aquí le tenemos por logroñés. No le importa, ¿no?

– No, qué va. Me infancia logroñesa me marcó mucho. Tengo familia aquí y mantengo la relación. Nunca he terminado de irme de Logroño.

– ¿Eso de que la infancia es la patria de uno tiene algún sentido para usted?

– La Rioja es la patria de mi felicidad. Mi infancia se desgajó bruscamente con la mudanza de la familia a Zaragoza y la muerte de mi padre al mes siguiente; todo lo anterior es esa patria. Quizás la memoria modifica y dulcifica ese tiempo maravilloso para mí o a lo mejor fue de verdad así. No tengo ningún recuerdo feo, áspero o desagradable de aquellos nueve años y medio que viví en Logroño.

– ¿Cómo le marcó eso?

– Nabokov decía que las personas con una infancia feliz, luego, de adultos, se fían siempre de los desconocidos, nunca recelan. Yo soy así:en principio no desconfío de nadie... en principio. Yo creo que sí, que esa confianza natural mía hacia el ser humano tiene que ver con esa infancia en la que nunca me faltó el afecto y todo era maravilloso.

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– ¿Qué ha sentido al evocar y escribir aquella época: nostalgia, distancia, apego, desarraigo...?

– Nostalgia siempre hay porque del pasado siempre hay cosas que nos gustaría recuperar, que nos gustaría no haber perdido nunca. Pero no eran los años más hermosos de la historia de España:eran los últimos años del franquismo, Logroño era una ciudad muy provinciana...

«Nunca he terminado de irme de Logroño. La Rioja es la patria de mi felicidad»

«Por primera vez convivimos bastantes generaciones sin haber vivido una guerra»

«No sé si el futuro será mejor para lo jóvenes de hoy como lo fue para nosotros«

– ... La ciudad de provincias por antonomasia, así la describe.

– Sí. También podían serlo Zamora o Palencia, esas pequeñas ciudades de provincias reflejadas en 'Calle Mayor' en las que nunca cambiaba nada. Yo vivía una vida parecida a la que vieron mis abuelos:el carbonero, el vendedor de hielo, los carros de caballos por Logroño. Era como si el tiempo se hubiera estancado y fuera imposible reanudarlo. También tenía su encanto porque era todo muy manejable, aunque a mí me parecía muy grande..

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– Su mundo giraba en torno a Vara de Rey.

– Vivíamos, muy de cerca del periódico, que entonces se llamaba Nueva Rioja y, más a las afueras, recuerdo la fábrica de Licor del Polo. Mi colegio estaba junto a la iglesia de Santa Teresita. Como mucho, llegábamos a la Gran Vía, que se estaba construyendo, y al Espolón. Recuerdo el bar Trébol, en el quiosco de la música; ir con mis padres los domingos, y pedir una cocacola en dos vasos para los niños. El Espolón era el centro del mundo. Allí vi mi primer extranjero, que debía ser un señor inglés. A esa edad todo lo que te ocurre te ocurre por primera vez.

– Cada una de sus etapas vitales están ligadas a ciudades diferentes: la infancia en Logroño, la adolescencia en Zaragoza y la juventud y madurez en Barcelona. Es curiosa esa combinación de tiempo y espacios.

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– Sí, mis tres ciudades y mis tres etapas de crecimiento. Yademás, una época en la que todo era muy antiguo y yo muy joven.

– Marchar a Barcelona a probar fortuna como escritor ¿fue un acto de valor, de fe, un acto inconsciente...? Le salió bien, pero ¿cómo lo recuerda ahora?

– Cuando eres joven el dinero no te importa mucho. La idea de seguir tu vocación solo puedes ponerla en práctica cuando eres joven y no tienes grandes ataduras. Yo quería probarme como escritor y necesitaba salir de casa y exponerme a experiencias nuevas. Elegí Barcelona porque era la capital del mundo editorial y también porque no conocía a nadie. Era una forma de conocerme a mí mismo. Me salió bien, sí, pero yo creo que hoy a mis hijos les daría el consejo contrario:ni se os ocurra, primero aseguraos la vida (risas). Supongo que si me hubiera salido mal quizás sería profesor y aprovecharía los fines de semana para escribir. Porque, eso sí, lo de escribir lo llevaba en las venas.

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Aula de Cultura

  • Martínez de Pisón y el Logroño de los 60 con el autor de 'Ropa de casa' (Seix Barral) y Carlos Aganzo (director de la Fundación Vocento)

  • Aula de Cultura de Diario LA RIOJA

  • Centro Cultural Ibercaja-Logroño (plaza de la Diversidad), 19.30 horas

  • On line: a través del canal YouTube UNIR; entrevista íntegra en larioja.com

– Mantuvo una franca camaradería con otros escritores –Javier Marías fue casi un tutor, Bernardo Atxaga, Vila Matas...–. No es muy frecuente en un mundo de egos tan inflados.

– Eran los ochenta, todos estábamos empezando y se establecían esas alianzas naturales.

– ¿Qué papel diría hoy que jugó la llamada Nueva Narrativa Española?

– Nos vino bien esa etiqueta porque había un vacío, no había habido renovación desde la muerte de Franco y seguían prácticamente los mismos escritores. Escribíamos desde el mismo punto de vista generacional de los lectores, que iban creciendo con nosotros.

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– Dando un gran salto en el tiempo, ¿cuál es el momento actual de la literatura española?

– Precisamente despegó en los ochenta y desde entonces no ha hecho más que crecer. Y el elemento determinante es que las mujeres han conseguido ocupar un espacio del que antes carecían desde el heroísmo de Carmen Laforet y Ana María Matute. Y ahora mismo hay muchas escritoras jóvenes muy buenas.

– ¿Hay una distancia como nunca entre la literatura exigente y la comercial?

– Se editan más libros que nunca pero el mercado tiende a concentrar las ventas en unos pocos títulos. Aunque haya quien se queje de que los tiempos gloriosos ya pasaron, pues no, los tiempos gloriosos no existieron nunca.

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– Aunque usted ha puesto de acuerdo a crítica y lectores, ¿ha sentido alguna vez la tentación del bestseller?

– Yo he tenido la suerte de que mis lectores han sido muy fieles, lo cual me ha facilitado la relación con las editoriales. Nunca he necesitado ganar premios comerciales. Ahora cumplo cuarenta años en esta carrera y me siento muy feliz de haber aguantado tanto tiempo. Cuarenta años después de haber probado suerte puedo decir que mi vida ha consistido en ser escritor. Me considero un privilegiado porque es de las cosas más bonitas que le pueden ocurrir a alguien: vivir de aquello que le gusta.

– Contar la vida propia, como es el caso de 'Ropa de casa', y al mismo tiempo contar esa parte de la historia de España, ¿es un intento por entenderse a uno mismo o por entender este país?

– Es el primer libro en el que hablo de mí mismo. Hasta ahora eran libros con ninguna o muy pocas claves autobiográficas y muy ocultas. Esta vez, quizás porque la muerte de mi madre removió ciertos recuerdos y me pareció una forma de retener ese pasado que se difuminaba por momentos, pensé, no tanto en escribir sobre mí, sino sobre la gente a mi alrededor, mi generación y los cambios que se estaban produciendo en España. Los nacidos en los años sesenta fuimos testigos en primera línea de los grandes cambios sucedidos en España. Después de una dictadura de treinta y nueve años, de repente las cosas empezaban a cambiar. Y el mismo marco de convivencia que se fijó en el 78 es en el que seguimos viviendo. Fue algo muy rápido y me considero privilegiado de haberlo vivido, pese a las críticas que a veces se hacen a la Transición. Es incuestionable que estamos disfrutando de la mejor etapa de la historia de España.

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– ¿La memoria es de fiar?

– No, pero el hecho de que la memoria recuerde las cosas de una manera y no de otra también hace que tengan una parte de verdad. No creo que la memoria sea algo democrático y esas modificaciones que hace la memoria de cada cual también son interesantes.

– ¿La creación literaria es más eficaz que la historia académica en la divulgación, en adentrarnos en las historias de la historia? Estoy pensando, por ejemplo, en 'Castillos de fuego', su libro anterior.

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– Desde Galdós la novela era el género ideal para transmitir el espíritu de épocas determinadas, pero ahora tiene que competir con géneros con más público y más ágiles, como las series de televisión y las películas. Pero no hay que renunciar a eso. Almudena, Cercas, Aramburu han reconstruido etapas de la historia que también quedan para los lectores del futuro. No creo que haya ninguna sociedad que no merezca su novela. Toda sociedad, cada momento histórico merece y necesita su novela.

– ¿Cómo contar la de hoy?

– La historia actual la contarán mejor escritores más jóvenes que la han sufrido más. Lo primero que habría que contar es el hecho de que por primera vez en la historia de España somos bastantes generaciones que convivimos sin haber vivido una guerra y después de casi cincuenta años de democracia. Por mucho que hablemos de las tensiones y convulsiones nacionales internacionales eso es algo que no debemos olvidar. Estamos siempre mejor que en cualquier etapa anterior.

– Con ojos pesimistas: ¿quién le ha defraudado más, el hombre o el país?

– ¿Defraudar? No sé. Uno tiene que ir corrigiendo sus proyectos a medida que los va a elaborando. Uno no puede ser fiel a aquello que se dijo a sí mismo que iba a ser cuando era joven. Uno va cambiando y no creo que el Pisón del 84 estuviera muy interesado en el Pisón de 2024. Me gustan libros que he escrito que no gustarían al Pisón juvenil. Pero al mismo tiempo se abren nuevas puertas.

– Terminemos con optimismo, es el tono que le caracteriza.

– No sé si soy optimista, pero mi generación lo fue. Siempre veíamos que España iba a ir a mejor. Creo que el optimismo, como dije antes, tiene que ver con las circunstancias de tu juventud. Y creo que los veinteañeros, la generación de mis hijos, no han tenido la suerte de nacer optimistas. No sé si el futuro será mejor para ellos como lo fue para nosotros.

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