La Movida riojana se llamó Iberpop
Se cumplen cuarenta años de 'la cita anual del pop español', el festival que contribuyó a modernizar La Rioja
Iberpop 84 primera muestra de nuevos panoramas. Polideportivo municipal, día 5 La Mode, Danza Invisible y Vertical Dadá, día 6 Nacha Pop y Alaska y Dinarama. Carlos Tena, Diego A. Manrique Ramón de España y Patricia Godes. Cine y Vídeo.
Arrancaba en Logroño 1984. La ciudad llevaba días empapelada con carteles que anunciaban dos conciertos en LasGaunas, un par de charlas y algo de cine. Sorprendentemente la capital riojana estaba en boca de todo el país, y no por ese programa, sino debido a la polémica suscitada por el propio cartel, que había sido denunciado por el presidente del Tribunal de Menores «por incitación a la homosexualidad». Lo cierto es que desde aquellas cavernas Logroño estaba a punto de dar su particular salto al futuro. Oal menos pondría un pie en la modernidad gracias a un festival que iba a convertirse en 'la gran cita anual del pop español'.
«Iberpop supuso un soplo de aire fresco para Logroño a través de la música popular y abrió una ventana por la que La Rioja pudo asomarse al exterior», asegura Ignacio Faulín, su creador. Cuarenta años después, la memoria de aquel festival que celebró siete ediciones antes de transmutarse –y no por las buenas– en Actual, sigue mereciendo reconocimiento por el empujón transformador que dio la sociedad riojana.
Los ochenta no eran nuestros
A los nostálgicos de 'cualquier tiempo pasado fue mejor' conviene recordar lo que tardó en borrarse fuera de las grandes capitales la pegajosa mugre de la dictadura. Durante años, en la destartalada calle Mayor se podía leer una significativa pintada que parecía la nota de un joven suicida de provincias:'Si Madrid me mata, Logroño me descojona'.
'Madrid me mata' era una expresión de la Movida madrileña, cuando 'la movida' no era el término mitificado que es hoy sino la simple forma castiza de llamarle a la efervescencia juvenil que aprovechaba la corriente de libertades de la Transición sin preocuparse de otra cosa que no fuera pasarlo bien. Hedonismo y contracultura pop. Pero, definitivamente, en aquellos primeros años ochenta Logroño todavía quedaba muy lejos de Malasaña, del Penta y de toda aquella movida.
Es la época de 'la nueva ola', 'la era dorada del pop español', de las primeras películas de Almodóvar y de jóvenes creadores que redefinen la escena y las artes plásticas. La Rioja, por su parte, Comunidad Autónoma desde el 82, apenas empieza a caminar. Asociaciones y colectivos dinamizan los barrios y las principales localidades. Las administraciones contribuyen al impulso poniendo en marcha iniciativas de todo tipo. Pero en cuanto a eventos musicales es casi un agujero negro.
Entre los años sesenta y ochenta los artistas pop nacionales «solo habían venido con cuentagotas»:el Dúo Dinámico, Los Brincos, Los Bravos o, bastante más adelante, Miguel Ríos, Ramoncín o Mecano. «Los grupos que sonaban en Madrid no venían nunca por aquí», recuerda Faulín. «Ni a Logroño ni a casi ninguna otra ciudad –matiza–. Aquí todavía no había teatro ni tejido cultural ni nada parecido a lo que ahora conocemos».
Movida promovida
Así que, con solo veintidós años, este estudiante de Periodismo apasionado de la música popular estaba madurando la idea de organizar algo que pudiera interesar a la gente de su edad. Tras las primeras elecciones autonómicas, en mayo de 1983, se plantó en el despacho del flamante consejero de Cultura, el socialista José Ignacio Pérez Sáenz –de treinta y uno–, y le propuso un proyecto «de música pop y cercanías». «Enseguida me dio luz verde».
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Incluso los poderes públicos se daban cuanta de que ese era un camino que había que andar junto a los jóvenes. Por más que hubiera nacido como movimiento contracultural, 'la movida promovida' sería bendecida por el singular alcalde Tierno Galván con aquello de «¡Rockeros: el que no esté colocao, que se coloque… y al loro!» Yen La Rioja había que intentar ponerse a tono, de modo que el Gobierno regional decidió jugar aquella baza con una primera apuesta de dos millones doscientas mil pesetas.
«No era ni mucho ni poco –responde Faulín–. Yo no tenía ni idea de la administración y ellos tampoco. Hasta entonces quien organizaba conciertos en Logroño solía ser el Ayuntamiento, no la Comunidad, que acababa de empezar. Fue un aprendizaje sobre la marcha para ambas partes».
Para confeccionar la programación se dejó guiar por sus propios gustos: «Era algo sencillo, lo que me parecía interesante y lo que estaba disponible en esas fechas:cuatro grupos nacionales del momento y uno local, tres conferencias y unas películas».
Tampoco había un equipo organizativo detrás;eran Faulín y ayudantes domésticos como su padre, que se encargaba de pedir presupuestos mientras él estaba estudiando en Bilbao. O su hermano Fernando, con el que pegó los carteles en escaparates de la ciudad. En alguna ocasión escucharon a sus espaldas que alguien les llamaba «maricones». Y es aquí donde la historia sufre un inesperado golpe de efecto.
Sin pretenderlo, Iberpop adquirió una publicidad inimaginada gracias a la polémica alrededor de su cartel supuestamente incitador a la homosexualidad. El absurdo escándalo propiciado por la moralista denuncia del juez de Menores saltó a los telediarios dando a conocer el festival en todo el país sin siquiera haberse celebrado. Logroño seguía siendo una provinciana ciudad con oscuras telarañas. Al final, todo aquel asunto quedó en humo cuando el fiscal desestimó el caso al no encontrar indicio de delito. Sin embargo, ya toda España sabía que en La Rioja arrancaba motores algo llamado Iberpop y que esa era una clara muestra de cambio social.
El jueves 5 de enero de 1984, en medio de un temporal de frío y nieve, comenzaba en Logroño aquella aventura. Por la tarde, una charla con el periodista Diego Manrique abría la programación en la sala de conferencias del Ayuntamiento y, ya por la noche, en el polideportivo Las Gaunas, uno de los dos conciertos de la programación: los locales Vertical Dadá, los malagueños Danza Invisible y los madrileños La Mode. Al día siguiente, tras otras dos charlas que finalmente dieron Miguel Ángel Arenas y Carlos Tena, los también madrileños Nacha Pop y Alaska y Dinarama cerraban un ciclo que miraba con toda intención a la Movida madrileña como principal referencia de la cultura juvenil de la época. «Iberpop fue en cierto modo la movida logroñesa y, por extensión, riojana», asegura Faulín.
Las crónicas firmadas en este diario por Santiago Tabernero, Bernardo Sánchez, Jorge Elías y Rafa Amilburu hablaron de escasa participación en aquella primera velada, unas 650 personas, hasta 1.100 en la segunda, y un pésimo sonido en ambas. Pero el esfuerzo no había sido en balde:Logroño había empezado a sonar.
«La repercusión nacional que obtuvo Iberpop desde el comienzo fue clave para la pervivencia de un festival que llegó a ser referencia cuando no había otro igual en el país». «Fue todo un acontecimiento –afirma Faulín–. Un toque de modernidad para una ciudad que no tenía, ni de lejos, la actividad que tiene ahora». Fue, sin duda, la Movida riojana.
Y mañana, la historia del cartel: cuando Logroño salió de las cavernas
Diseñado por Jorge Elías con fotografía de Jesús Rocandio, el cartel de Iberpop 84 merece capítulo propio. Fue denunciado «por incitación a la homosexualidad» y resultó la mejor publicidad para el festival. Diario LA RIOJA te lo cuenta mañana..
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