Gerardo Cuadra, por sus obras lo conoceréis
Repaso al legado del arquitecto riojano que contribuyó a la modernidad en la segunda mitad del siglo XX
La arquitectura de Gerardo Cuadra tan solo podía ser auténtica, ya que siempre lo fue su actitud frente a la vida, siempre lo fue su persona». La autenticidad profesional como reflejo de la personal. Es lo que destacaba el arquitecto Rafael Moneo de su colega riojano fallecido este lunes: «El realismo, por tanto, no como dictado estético sino como exigencia ética de un modo de razonar que reclamaba la continuidad y la consistencia entre el pensamiento y la acción, lo que en términos de arquitectura significaba respeto a los usos y honradez constructiva».
Es a través de sus obras como mejor se entiende ese compromiso. Admirador del francés Le Corbusier y del finlandés Alvar Aalto, Gerardo Cuadra (Logroño 1926-2024) desarrolló a través de ellas el espíritu de la nueva modernidad continuando tras la posguerra el proceso de renovación formal y conceptual iniciado en España a principios del siglo XX. La Rioja es el lugar donde ejerció mayoritariamente su trabajo y donde ha quedado su principal legado, pero también trabajó en ciudades como Madrid o Vitoria. Tanto obra religiosa, por su condición de sacerdote, como civil, además de su intervención en el patrimonio siempre con afán de diálogo.
Bloque de viviendas Madrid (1957)
Proyecto resuelto a partir de una estructura existente en plantas inferiores y con el condicionante de permitir el paso público entre dos calles a diferente nivel (en la glorieta del Marqués de Vadillo). El edificio se formalizó acentuando la verticalidad de sus proporciones. La última planta se retrasa rematándose con una importante pérgola volada. En su interior destaca el diseño de elementos comunes.
Casa de descanso Madres Teresianas El Rasillo (1964)
Situado en un pueblo de la Sierra de Cameros, este edificio constituye en sus planteamientos una síntesis entre un racionalismo funcional y un incipiente organicismo. Y resuelve con un material dominante, la piedra del lugar, el uso doméstico y religioso.
Reforma de la iglesia de San MartínCenicero (1965)
Concebido desde el compromiso con el lenguaje moderno, a través de la abstracción geométrica, y realizado en colaboración con el artista Julián Gil, el nuevo retablo se construyó con paneles de hormigón coloreado, con diferentes tramas y texturas, dispuestos en bandas horizontales y montados sobre una estructura metálica. La intervención incluyó la reubicación de la sacristía.
Hogar sacerdotal Logroño (1968)
A partir de un esquema que organizaba formalmente el complejo programa en tres piezas, la residencia, la zona destinada a personal de atención y servicios, y la de uso religioso, el proyecto desarrolló los mecanismos necesarios para su correcta articulación.
Centro parroquial San Pablo Logroño (1976-80)
El centro resolvía su encaje urbano distribuido en tres cuerpos (templo, salón de actos y viviendas para sacerdotes) articulados entre sí pero diferenciados.
Centro parroquial San Ignacio Logroño (1981)
Dos piezas de planta trapezoidal yuxtapuestas focalizan sus cabeceras y una sección de cubierta inclinada busca captar la luz.
Intervención en la catedral de Santo Domingo Santo Domingo de la Calzada (1995-96)
Rodeada de polémica, la decisión del traslado del magnífico retablo renacentista de Damián Forment propició la recuperación de la arquitectura de la cabecera de la catedral, desde el entendimiento del templo como un organismo capaz de transformarse sobre sí mismo, confiando en la singular calidad artística de ambas piezas.
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En todo caso, el maestro Cuadra, Medalla de las Bellas Artes de La Rioja 2004, destacaba por su atención a cinco conceptos, según el también arquitecto y amigo José Miguel León: la atención al lugar, la construcción, la geometría y el volumen, el diálogo entre pasado y modernidad y, quizás el más importante, la luz.
Este repaso a sus obras más características pretende ayudar a valorar «su dominio de los volúmenes y las texturas, del espacio y de la luz, su coherencia y su rigor profesional y sobre todo su compromiso con la cultura y la sociedad de su tiempo». Una arquitectura auténtica que, por encima de todo, evitaba el engaño.
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