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Jorge Palomo Durán «no hace fotos, hace cuadros», opina José Manuel Ramírez, comisario de la exposición que la Sala Amós Salvador dedica a este genial madrileño que fue mucho más que un brillante ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. De una vasta cultura e irrefrenable inquietud, Durán (Madrid, 1885-Logroño, 1942) era un humanista, un hombre polifacético, familiar, adelantado a su tiempo y controvertido en algunos momentos. «Era un poco 'anarco' y no se sujetaba a ninguna norma, quería involucrarse en el mundo que le rodeaba planteando teorías muy atrevidas en su momento», apunta el comisario.
Y de todo ello dan fe las fotografías que realizó a lo largo su vida, desde que se hiciera con una pequeña cámara por motivos profesionales. Con ella no solo encuadró puentes, caminos o presas, sino que inmortalizó los escenarios de sus viajes por el mundo y de sus destinos laborales por buena parte de la geografía española; estampas familiares con su mujer, María del Carmen Cadarso, y sus siete hijas, algunas tomadas en el chalet familiar Los Rosales de Logroño; escenas de su ajetreada vida social y de aquella Rioja de la que fue testigo y donde fue miembro del Ateneo, fundador del Club de los Rotarios e incluso concejal por un partido de corte radical.
Cultural Rioja reúne en la exposición 'Un fotógrafo inesperado' 160 de las más de 6.400 fotografías tomadas por Palomo Durán, y de las que se han perdido unas 2.000.
Hace cuatro años aparecieron casualmente dos cajas con negativos estereoscópicos de cristal que, sumados a los que permanecían en poder de la familia, han permitido reconstruir la biografía de este ingeniero y, lo que es más importante, «recuperar un personaje para La Rioja y España», subraya el comisario.
La exposición de la Amós Salvador se estructura en cuatro apartados, centrados en la vida profesional, social, familiar y en La Rioja de Jorge Palomo. Algunas de estas obras ya se pudieron ver hace cuatro años en el Museo de La Rioja, en una pequeña muestra que le dio a conocer y que reunía imágenes únicamente sobre Logroño.
Ahora el abanico se abre a países como Marruecos o Rusia, a donde el autor viajó simulando bajas laborales; a la ruralidad castellana que tanto le atrajo durante su primer periplo laboral; al folclore de una Granada donde la familia se refugió en los momentos más críticos para Jorge Palomo, tras ser denunciado y encarcelado. Este atropello y los problemas de salud le devolvieron finalmente a Logroño, donde falleció en 1942 a los 57 años.
El puente de Labastida no fue su gran infraestructura, pero sí la que probablemente le trajo a La Rioja sobre 1910 y le unió definitivamente a esta tierra, tras conocer y casarse con María del Carmen.
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