Andrés Pascual | Escritor y conferenciante
«La novela está llena de grandes aventureros que nos brindan herramientas para la aventura diaria»El autor riojano presenta en Logroño su último libro, 'El árbol de las palabras', una historia ambientada en la Guinea colonial de finales del siglo XIX
«En el corazón de África, el árbol de las palabras era el lugar donde se escuchaba a los ancianos, se compartían sueños y se ... dirimían conflictos. Ahora es el lugar donde se cuenta el episodio más desconocido de nuestra historia». Andrés Pascual (Logroño, 1969) vuelve a viajar en el tiempo y el espacio para narrar una aventura vital ambientada en la antigua colonia española de Guinea a finales del siglo XIX. 'El árbol de las palabras' (Espasa) acaba de llegar a las librerías y hoy su autor lo presenta en Logroño (en Santos Ochoa Calvo Sotelo a las 19.30 horas). Es además, como no podía ser menos tratándose de su autor, una aventura sobre la búsqueda personal.
Publicidad
– De nuevo una novela con componente histórico y geográfico. ¿Es este su género más personal?
– Me encanta porque implica un doble viaje a través del globo y del tiempo. Esto me permite asomarme a otras realidades, lo cual es una vía inmejorable para encontrar historias, entender mejor cómo somos hoy y crecer como persona.
– De 'El guardián de la flor de loto' a 'El árbol de las palabras', ¿cuál ha sido su viaje literario?
– Confío que los lectores piensen que esta es con mucho mi mejor novela, sobre todo por la construcción de los personajes y de las tramas. Pero sigo sonriendo orgulloso cuando leo párrafos de mis primeros libros. Tal vez hoy los escribiría de forma diferente, pero me sigo reconociendo en cada página.
–¿De dónde nace el impulso de contar esta historia?
– Siempre he escrito sobre cosas que me importan, incluyendo por supuesto mis dos novelas ambientadas en La Rioja. Y esta novela guineana tenía que llegar porque mis bisabuelos y abuelos maternos vivieron allí durante dos décadas y me transmitieron su pasión por este rincón africano, tan duro como precioso. Durante toda mi vida he escuchado sus aventuras, decidí viajar a Guinea siguiendo sus pasos y allí surgió la idea inicial.
Publicidad
«Es increíble que nadie haya narrado el nacimiento de nuestra única colonia subsahariana»
«Debemos preservar la mirada inocente de los niños. Recuperar la fascinación por lo cotidiano»
– ¿Era una deuda personal?
– En el libro no cuento las andanzas de mis abuelos, ya que decidí retroceder hasta 1884 para recrear los desconocidos inicios de la colonia. Pero las emociones que despertaron en mí me han servido de motor y de faro, para esta novela y para la novela de la vida. 'El árbol de las palabras' está lleno de grandes aventureros que, como ellos, nos brindan herramientas para la aventura diaria: el compromiso, el coraje o la importancia de tener un propósito y de encontrar el propio camino.
– A propósito de deudas: ¿la historia de España está en deuda con Guinea Ecuatorial?
– Me resulta increíble que nadie hasta hoy haya narrado el nacimiento de lo que fue nuestra única colonia subsahariana en África. ¿Por qué llegaron allí los españoles? ¿Cómo construyeron una ciudad desde la nada? En Guinea se sigue hablando español y sus habitantes, como pude comprobar en mi viaje, nos tienen un gran cariño, entre otras cosas porque han crecido con nuestra televisión. Merecemos saber más respectivamente los unos de los otros, hemos compartido una parte importante de nuestra historia. Luz Gabás, que leyó la novela antes que nadie, me ha dado una frase preciosa para la portada, lo cual es un honor para mí. Ella, con 'Palmeras en la nieve', contó el final de la colonia. Yo he querido contar el principio. Me siento orgulloso de cerrar este círculo.
Publicidad
– La historia del colonialismo en general y el reparto de África en particular, más allá del debate sobre pedir disculpas o no, ¿obliga a Europa a ser más abierta que lo que pretende la UE con su última iniciativa de concentrar a los migrantes en terceros países?
– Cuando guardamos nuestro bienestar en el puño cerrado para mantenerlo ajeno a los dramas humanitarios, lejos de preservarlo, lo que estamos haciendo es necrosarlo. Las potencias europeas se repartieron África con fines comerciales sin tener en cuenta en absoluto a sus pobladores. Eran otros tiempos, sin duda, pero, precisamente por ello, ahora tenemos la responsabilidad, por muy complejo que sea el escenario, de esforzarnos para buscar soluciones a la altura del ser humano.
Publicidad
– Su novela reivindica a personajes históricos como Manuel Iradier, muy novelesco, por cierto.
– Iradier es un héroe vitoriano olvidado que navegó contra el viento para dar salida a su pasión, la exploración. Se embarcó en una expedición por la zona continental de Guinea y pasó meses haciendo incursiones en la selva él solo hasta que las fiebres le colocaron al borde de la muerte. Su segunda expedición, que aparece en la novela, también estuvo inundada de épica. Y no podemos olvidar a su mujer y su cuñada, Isabel y Juliana, otras dos heroínas igualmente desconocidas que le acompañaron en su primer viaje y se hicieron cargo del campamento base.
– Y los misioneros claretianos. Lo que la Iglesia católica llamó evangelización, ¿no fue otra forma de imposición, religiosa en este caso?
– Sin ninguna duda. En 1883 llegó a Fernando Poo una expedición de doce claretianos cuyo prefecto tenía un estudiado proyecto evangelizador y su propio plan para civilizar Guinea, porque se consideraban parte de una misión de Estado. No digo que no tuvieran buena intención, y nadie puede negar que se fueron al otro extremo del mundo impulsados por un propósito superior, desafiando a una muerte más que probable por las fiebres. Pero cuando el fin empezó a justificar cualquier medio y comenzaron a sacrificar sus convicciones... Hasta ahí puedo leer.
Publicidad
– 'Reivindica' también a quienes estaban allí antes que nadie: aquellas tierras, tanto las regiones continentales del África ecuatorial como las islas del golfo, y aquellas poblaciones nativas. ¿Qué fue de las unas y las otras?
– Las tierras siguen conservando una belleza y una riqueza inigualable. El propio explorador Stanley decía que Fernando Poo era la joya de África, pero que los españoles tenían que saber aprovecharla, cosa que desde luego no hicimos. Al creernos en posesión de todas las verdades, consideramos a los nativos un estorbo o, peor aún, una propiedad, por mucho que para entonces estuviera abolida la esclavitud. La cultura bubi de la isla, como todas las etnias bantúes, es una fuente maravillosa de inspiración. En la novela, sus enseñanzas se convierten en las hojas del árbol imaginario del protagonista.
Noticia Patrocinada
– Se intuye en su obra un mensaje de conexión con la tierra y la naturaleza que las sociedades desarrolladas hemos roto ¿definitivamente?
– Confío que no sea demasiado tarde. Solo hay que poner un pie en la isla de Fernando Poo (hoy Bioko) para darte cuenta de lo maravilloso que es el mundo que tenemos la fortuna de habitar. La naturaleza es el arte de Dios, dice un personaje. Seamos o no creyentes, está claro que formamos parte de algo superior al ser humano, por lo que hemos de cuidarlo como lo que es: una parte de nosotros mismos.
– Parece haber también una preocupación 'muy Andrés Pascual', si me permite la expresión, por la vulnerabilidad personal, la búsqueda de redención y de superación, y la necesidad de renacer.
– Me gusta trabajar estos temas porque son una preocupación universal. El verdadero heroísmo, más allá de las hazañas de los antiguos exploradores, está en superar el día a día. Hemos de aceptar desde la paz las circunstancias que nos toca vivir y trabajar de forma perseverante para mejorarlas. ¿Cómo? Haciendo ni más ni menos que aquello que esté en nuestra mano. Y lo que siempre podemos hacer, sea cual sea nuestra situación, es enfrentarnos a nuestros conflictos con voluntad firme de convertirnos en mejores personas.
Publicidad
– Y parece claro el homenaje a las palabras y los relatos de viva voz. ¿Nuestra sociedad hipertecnológica está perdiendo esa capacidad de transmitir un legado inmaterial e incluso las emociones?
– El buen uso de la tecnología nos conecta. Pero, como en todo, la virtud está en el equilibrio. Necesitamos el contacto piel con piel, alma con alma.
– Más allá de todo, ¿qué mensaje nos deja la historia de estos dos jóvenes: Bella y Ökkó?
– El mensaje de que debemos preservar la mirada inocente y el entusiasmo de los niños. A medida que vamos cumpliendo años, nos cubrimos con más y más escudos creyendo que así nos protegemos, pero lo que hacemos es cerrarnos a la vida. Hemos de recuperar la fascinación ante lo cotidiano, entregarnos con intensidad a cada instante como lo que es: algo único e irrepetible.
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión