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Ya se van los pastores a la Extremadura, ya se queda la sierra triste y oscura». La popular canción es reflejo de otros tiempos que, sin ser los mismos, fueron evocados ayer en Santo Domingo de la Calzada. Habla de la trashumancia, la marcha con el ganado a otros lares en busca de mejores pastos para pasar el invierno. Es una práctica ya en desuso, igual que cada vez hay menos pastores. En la ciudad calceatense solo uno, David Ceballos, que ayer cogió cerca de un millar de ovejas y cabras, y junto a tres ayudantes y su fiel y eficiente perro Toby, se fue con destino a Matute, donde los animales pastarán hasta junio.
En el destino, David ha comprado una explotación para ampliar la ganadería Las Arboledas, que va a cambiar su nombre a Ganadería Trashumante Eda, como su hija. Se emociona al mencionar a la pequeña, de solo unos meses, que acudió junto a su mujer a despedirle a una finca situada junto al Paseo Verde, a donde también se acercaron cuatro ediles del equipo de Gobierno y la Policía Local, que controló el paso del ganado por la transitada carretera LR-111, en dirección a Ezcaray.
A Matute, de la que le separan cerca de 30 kilómetros, esperan llegar el sábado. Están haciendo trayectos cortos para que los animales vayan comiendo, sin prisa y hacer coincidir su paso, el viernes, por Villar de Torre, que celebra unas jornadas medievales. Esta pasada noche la han pasado en La Carrasquilla.
«Es la primera vez que van los animales y no saben el camino, lo que complica un poco. Para los años venideros ya se lo aprenden», afirma el pastor, que agradece todas las «facilidades» puestas por Ayuntamientos, Guardia Civil, Policía Local, agricultores y Consejería de Ganadería.
En Matute encontrarán todos una mayor densidad de pastos y de más calidad. «En La Rioja hay otros dos trashumantes, que se van a Extremadura, pero en vehículos. A pie ya no la hace nadie», dice David, cuya vida transcurrirá hasta el verano entre las dos localidades. «Haré un pastoreo tradicional, para intentar evitar los ataques del lobo, y vendré a descansar a casa, aunque algún día me quedaré allí», indica.
Es pastor desde hace ocho años, cuando dio un giro radical a su vida. Y está feliz. El pastoreo no es lo que era. Ahora, los animales están localizados por GPS, hay pastores eléctricos... Pero hay cosas que no cambian, como el frío, el calor, las largas horas... Dice que no se aburre. «Hoy tienes Whatsapp, Facebook... Somos pocos, estamos en peligro de extinción y la gente te apoya, tienes amigos que te acompañan. He tenido que decir a algunos que no hacía falta que vinieran conmigo a trashumar», explica.
Su día a día comienza con un buen madrugón para llevar a las ovejas a comer «Ahora mismo el forraje está a unos precios desorbitados y cuanto más coman en el campo mucho mejor para ellas y para nosotros», explica el pastor de sus ovejas, a las que define como «nuestra segunda familia».
También lo son sus perros. Tiene varios de tarea y también mastines, sobre los que rompe a una lanza. «Son perros de trabajo y hacen una gran labor contra el lobo», asegura. De este matiza que «no estoy en contra ni quiero que desaparezca, pero un control cinegético hay que hacer, como con todas las especies».
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