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Begoña García mira por la ventana de su casa en Navarrete, que abandona definitivamente por el continuo acoso de un hombre a su familia. D. M. A.
Navarrete

Obligados a dejar su casa por culpa de un acosador

Una familia se marcha del pueblo harta de la persecución a la que le somete un individuo, sin que las decenas de denuncias surtan efecto

Diego Marín A.

Logroño

Viernes, 29 de septiembre 2023, 08:23

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Nos vamos. Con pena, pero con orgullo». Son las palabras de Begoña García, madre de una familia de Navarrete que se ha visto obligada a emigrar de la localidad ante el acoso que sufren sus miembros por parte de un hombre. A pesar de las decenas de denuncias presentadas, de las órdenes de alejamiento conseguidas y nuevas denuncias por el quebrantamiento de estas medidas, la coacción continúa desde 2019 hasta hacer la vida insoportable.

Todo comenzó por el supuesto enamoramiento de esta persona por su hija mayor, con la que nunca tuvo relación alguna, ni siquiera de amistad, recuerda la mujer. Después derivó en obsesión y molestias hacia toda la familia pinchando las ruedas y pintando los coches de los padres, insultando y amenazando y hasta arrojando globos llenos de orina y heces a su casa de la calle Fuente Nueva.

«En su cabeza cree que hasta dejó embarazada a mi hija, que no tuvo relación alguna con él, y que mi marido la hizo abortar», asegura Begoña. Todo es fruto de la imaginación y motivo, para el acosador, para sus fechorías. En septiembre de 2021 la familia organizó una concentración de protesta en la plaza de las Pilas de Navarrete a la que acudieron cientos de vecinos conscientes del problema, para mostrar su apoyo. Entonces, por unos meses, la situación se calmó. Después, todo volvió al infierno habitual. «Obtuvimos una orden de alejamiento pero se la saltaba. Presentamos hasta cinco denuncias por quebrantamiento de la orden y solo una vez lo condenaron. Después le quitaron la orden de alejamiento y ni nos lo notificaron», relata Begoña.

«Al menos ahora que no sepa dónde vivimos y se les caiga la cara de vergüenza a jueces, políticos y Guardia Civil»

«No ha mejorado nada. Las últimas veces ni hemos denunciado. ¿Para qué? Tenemos un juicio el día 10 y comparezco como denunciante y denunciada, y no sé ni por qué. Ya no sé a qué atenerme», confiesa Begoña, quien hoy deja su casa en Navarrete y se traslada a otra localidad, ya cansada, resignada, pero rabiosa por verse en la obligación de cambiar de lugar de residencia por culpa de alguien que les amarga la existencia sin motivo, y sintiéndose indefensos.

«Al menos, ahora que no sepa dónde vivimos y que se les caiga la cara de vergüenza a jueces, políticos y Guardia Civil. Solo cuando lo hicimos público en 2019, después de haber presentado 35 denuncias, paró unos meses porque tuvimos vigilancia en casa. Pero ahora tenemos que irnos de casa para poder vivir en paz», explica Begoña.

En una carta de despedida de Navarrete que reproducimos en esta misma página Begoña García expone que «hemos decidido marcharnos de la casa que hemos estado pagando durante veinte años porque queremos vivir en paz y no soportar cada día vejaciones, insultos, persecuciones y amenazas», y critica que «nadie nos haya hecho el más mínimo caso, desde el Defensor del Pueblo a la señora exalcaldesa de Navarrete o a las autoridades judiciales o los Servicios Sociales».

José María Pastor, alcalde de Navarrete, no ha querido ahondar en el caso por desconocimiento, ya que en los tres meses que lleva ejerciendo afirma que no ha tenido constancia del caso. «Lo que es triste es que se tenga que marchar una familia por circunstancias ajenas, eso me parece fatal. Hay que vivir y dejar vivir. Pero no tengo información al respecto, solo lo que se oye por el pueblo», declara José María Pastor. Desde Guardia Civil no han querido pronunciarse y el Tribunal Superior de Justicia de La Rioja no ha podido aportar información sobre el caso.

«Queremos vivir en paz y no soportar vejaciones»

Carta de despedida

Escribo esta carta para comunicar y expresar el dolor que siento al ver cómo funcionan las leyes en nuestro país, al menos en La Rioja. Hemos decidido marcharnos de la casa que hemos estado pagando durante veinte años porque queremos vivir en paz y no soportar cada día vejaciones, insultos, persecuciones y amenazas.

Nos vamos para no seguir soportando el miedo a la navaja que le sacó a una de mis hijas o las persecuciones que sometió a la otra, sin olvidar los orines y las heces que lanza a la ventana de nuestra cocina o las infinitas veces que nos ha pinchado las ruedas del coche.

Nos vamos. Con pena, pero con orgullo. Y también con la desolación de que nadie nos haya hecho el más mínimo caso, desde el Defensor del Pueblo a la señora exalcaldesa de Navarrete o a las autoridades judiciales o los Servicios Sociales, que han contemplado con displicencia el dolor de mi familia y el miedo de mis hijas sin parecerles importar nada.

Ha llegado un momento en que no puedo más, las fuerzas se agotan y la esperanza se derrumba al ver a la justicia impávida, como si aplaudiera al sujeto que nos amarga la vida para que continúe con sus andanzas. He llamado a todas las puertas, he organizado manifestaciones, he tenido que contar mi historia a periodistas y televisiones. Me han defraudado policías, jueces, señorías, políticos...

No he podido decirles a mis hijas que podemos confiar en la justicia, porque a nosotros nos ha abandonado. ¿Y qué queda de un país cuando no existe justicia? ¿Qué esperanza?

Nos vamos de Navarrete. Adiós. Solo espero que nadie tenga que vivir el infierno que hemos padecido mi familia y yo. Escribo esta carta con lágrimas en los ojos y con mucha impotencia al ver que el sistema protege mucho más al que infringe la ley que al que la respeta.

Begoña García

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