Un calado excavado por esclavos en pleno centro de Haro
Con vistas al mirador del Pardo, se abre al enoturismo un enclave idílico para desconectar de la mano de la familia Montaña
En pleno corazón de Haro, en la calle del Pardo, próximamente se abrirá un espacio dedicado al mundo del vino, una experiencia en la que se podrá desconectar de todo gracias a sus impresionantes vistas desde el mirador, inmerso en una cuidada mezcla de tradición y diseño para dar protagonismo al vino bajo el nombre Pagos de Haro.
Es un proyecto diseñado por la familia Montaña (propietaria de la riojana Marqués de Tomares), que se encuentra en el grupo Fincas Premium, que cuenta con cinco bodegas en propiedad en cinco denominaciones de origen diferentes en toda España (Cava, Rías Baixas, Ribera del Duero, Rioja Alta y Rueda)», explicaba María Montaña, cuarta generación de una familia dedicada al vino.
Con ella comienzan la aventura del enoturismo, sumergiéndose en una iniciativa que lleva muchos años de trabajo detrás. El calado pertenece a la familia Montaña desde hace tres generaciones. Pero para completar el proyecto fue necesario adquirir la planta superior en el edificio.
Según los historiadores, el calado es del siglo VI, aunque los primeros documentos escritos son del siglo XII
Elaboran el vino de Cohiba, y cuentan con una sala en exclusiva para disfrutar de uno junto a un habano
Es una bodega centrada en las visitas o la venta de vino, que en un futuro podría convertirse en WineBar, ya que tiene cocina y un horno de leña. Para ello tienen pensado contar con la Escuela de Hostelería de Santo Domingo y del Basque Culinary Center, donde María acaba de terminar un máster.
Desde esta vendimia comenzarán a elaborar vino también, y es que cuenta con un gran calado de más de 40 metros. Según los historiadores, data del siglo VI, aunque los primeros documentos escritos que han encontrado son del siglo XII.
Fue cavado a mano por esclavos, y aún se mantiene la pared que los ocultaba mientras no trabajaban y el hueco en la piedra a través del cual les pasaban la comida. «Se cree que eran canarios, o como entonces se llamasen las islas, porque dejaron marcas en el calado simulando palmeras, a modo de firma, y era un signo de los isleños», explicaba Montaña.
Una de las estancias más bonitas es la sala Cohiba, con un enorme sofá chéster y una cama de fumadores de crack antigua, convertida en mesa. Y es que la marca de habanos ha confiado en ellos para presentarse en el mundo del vino. En ella se degustará de forma exclusiva un habano y una botella de la firma, por cierto con etiqueta serigrafiada en oro.
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