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Atardecer en paramotor sobre Alfaro

Atardecer en paramotor sobre Alfaro

Las vistas de las faldas del monte Yerga desde el aire permiten admirar el mar de viñas de colores infinitos que regala el otoño

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Lunes, 1 de noviembre 2021

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Si alguna vez ha soñado que vuela, reconocerá perfectamente la sensación. Un impulso y de pronto, la gravedad se esfuma mientras tras algún pequeño vaivén se coge la estabilidad y bajo los pies empiezan a verse los paisajes con distancia, con esa perspectiva maravillosa que dan los metros sobre el suelo. La velocidad, la altura y los cambios de dirección ocurren a tu antojo y parece que lo que queda atrás desaparece, como si el vuelo tuviera la capacidad de eliminar el pasado. Es un sentimiento comparable a pocas cosas, sobre todo por la sensación de control y libertad.

Exactamente eso es lo que se siente volando en paramotor. Y hay quienes tienen la suerte de experimentarlo siempre que lo deseen, o al menos siempre que el viento lo permita. Es el caso de David Vicente, un aficionado alfareño al vuelo con motor que cuenta con una aeronave biplaza y que ha querido mostrar a Diario LA RIOJA cómo se viven los alrededores de Alfaro desde el aire en pleno otoño. Ese momento en el que es imposible que las viñas alberguen más colores y los campos van del verde al negro, pasando por el rojo, el amarillo o el ocre de una forma armónica. «En realidad es bonito en cualquier época del año, cada estación tiene su particularidad», explica mientras extiende la vela roja sobre la tierra a las faldas del monte Yerga durante una soleada tarde de otoño.

Imagen principal - Atardecer en paramotor sobre Alfaro
Imagen secundaria 1 - Atardecer en paramotor sobre Alfaro
Imagen secundaria 2 - Atardecer en paramotor sobre Alfaro

Mientras él prepara todo lo necesario para el vuelo, su mujer, Raquel Sola, explica que es mejor no ayudar. «David sabe dónde está cada cosa y es importante ser ordenado. Cada elemento tiene que estar en su lugar», aclara al mismo tiempo que ayuda a colocar los coloridos cables que unen la vela con el paramotor. En el fondo tampoco son necesarias tantas cosas: el paramotor con sus hélices, el combustible y la vela. Pero luego, todo son añadidos: el remolque para llevarlo todo, la GoPro, el GPS, los cascos con intercomunicadores, los buzos... y cuando llega el frío, incluso ropa calefactante. Y claro. Todo el entrenamiento previo.

La afición de este alfareño viene de tiempo atrás, cuando tras un viaje en el que se tiró en paracaídas, voló en paramotor cerca de Logroño, y vio que aquello le encantaba. «Estuve un tiempo pensándolo, hasta que me decidí a apuntarme al curso», explica. Pero no es un deporte que se aprenda de un día para otro. Requiere mucha paciencia. «Me aconsejaron que primero controlara el vuelo libre, después pasé al entrenamiento en paramotor y tras muchas horas de vuelo y mucha práctica ya estás listo para volar solo», añade. Porque para estar ahí arriba hay que tener mucha seguridad y calma.

Vídeo.

Por lo demás, las condiciones metorológicas que exige el paramotor tampoco es que sean complicadas. Básicamente se trata de que haya viento 0 o poco viento, ya que «cuando hay vuelo se notan algunas turbulencias y el vuelo se vuelve más incómodo, pero no es peligroso». Otro elemento que influye es la hora del día y la época, «en verano es mejor al amanecer y al atardecer, y en invierno a cualquier hora».

En cuanto a la altitud, técnicamente no hay límite: «Puedes volar desde a 2 metros sobre el suelo hasta lo que quieras... 1.000, 2.000, 3.000... pero depende de dónde estés volando sí que hay una limitación ya que compartes el espacio aéreo con otro tipo de naves, como ultraligeros, por ejemplo». Donde sí hay limitación es en el tiempo de vuelo, que dura, evidentemente, lo que dure la gasolina: «hay equipos que consumen muy poco y puedes estar volando más de tres horas».

El vuelo que protagoniza este reportaje no duró tanto, algo más de 45 minutos, suficientes para admirar lo que tan solo una pequeña parte de Alfaro da de sí. «En este pueblo tenemos mucha suerte. Hay muchas zonas para ver. Por ejemplo, las faldas de Yerga, con un mar de viñas espectacular en cualquier época del año, el propio monte, la sierra... y por supuesto los sotos del Ebro, que son una joya, aunque las zonas protegidas no se pueden sobrevolar pero el cauce es amplio», describe.

Ya en el aire, David va explicando a la pasajera (gracias a los intercomunicadores) lo que ve, incluso hay sorpresas como un zorro de cola blanca corriendo entre las cepas. Pero el paisaje habla por sí solo. Tras unos primeros minutos de emoción, en los que es imposible dejar de hacer fotos y vídeos, la acompañante, que va en el asiento de adelante, siente el instinto de guardar el movil y tan solo disfrutar. No hacen falta imágenes en el teléfono. No es algo fácil de olvidar.

El vuelo

El vuelo que David Vicente hizo para este reportaje duró exactamente 46 minutos y recorrió unos 15 kilómetros. Llegó a subir hasta los 802 metros sobre el nivel del mar. Eso quiere decir que la altitud máxima ganada fueron 483 metros. Desde el cielo, a lo lejos, además de Alfaro y el monte Yerga, se divisaban localidades cercanas como Rincón de Soto, Milagro o Corella.

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