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El oso polar captado durante su cacería. Las imágenes fueron captadas en 2020 en el archipiélago noruego de Svalbard, en pleno verano. Mateusz Gruszka
Un oso cazando un reno, otra imagen del calentamiento global

Un oso cazando un reno, otra imagen del calentamiento global

Las imágenes de un ejemplar de esta especie cazando un reno confirman la lucha en el Ártico por adaptarse a la pérdida de hábitat y presas

Helena Rodríguez

Martes, 7 de diciembre 2021

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Una de las zonas del planeta en la que más se notan las consecuencias del calentamiento global es el Ártico. Allí la velocidad a la que sube la temperatura es dos veces más rápida que en el resto del mundo. La primera consecuencia es el deshielo y la segunda, derivada de la pérdida en el hábitat, el peligro de extinción al que se enfrentan muchas de las especies árticas. El oso polar es una de las más icónicas y también una de las que sufre más directamente el cambio climático. Sus poblaciones van en retroceso y hasta su dieta ha tenido que cambiar para adaptarse a las nuevas condiciones de vida.

Estos últimos días ha salido a la luz un vídeo en el que se ve a una ejemplar cazando un reno. Las imágenes fueron captadas en 2020 en el archipiélago noruego de Svalbard, en pleno verano, con las placas de hielo en retroceso o directamente desaparecida. En ellas se puede ver a una hembra nadando tras el ungulado al que da caza y arrastra a tierra para comérselo. La insólita escena fue filmada por un grupo de científicos polacos que pocos días después localizaron a la misma osa devorando otro cadáver de reno. La falta de hielo hace difícil, cuando no imposible, acceder a su principal sustento, las focas. Así que estos plantígrados, los carnívoros terrestres más grandes del mundo, parecen estar optando por buscar alternativas a su dieta. Lanzarse al agua por un reno macho es solo una de esas nuevas conductas que estarían adoptando.

Según los cálculos de distintas instituciones quedan menos de 25.000 osos polares en estado salvaje. Un dato que da idea del retroceso que ha sufrido esta especie:entre 2001 y 2010, la población del mar de Beaufort, en Canadá, se desplomó casi 40% y pasó de 1.500 a 900 individuos. Y más cifras para comprender la situación a la que se enfrentan. Según el Centro Nacional de Nieve y Hielo de la NASA, el nivel de hielo en el Ártico ha descendido una media de un 13% cada década desde el año 1979. En 1991, el hielo del Ártico cubría una superficie de casi 6.500.000 kilómetros cuadrados en su nivel mínimo en septiembre. En 2019 se midieron 4.144.000 kilómetros cuadrados.

Instinto de supervivencia

La pérdida de hábitat y presas colocó a estos bellos mamíferos en el catálogo de especies en 2008 y los peores augurios indican que en 2050 podrían extinguirse. Otros sitúan la fecha de su adiós definitivo en 2100. Mientras, ellos, que son capaces de aguantar hasta 200 días sin comer, se guían por un instinto de supervivencia les lleva a buscar otras fuentes de alimento. Cada vez son más lo estudios, publicados por WWF o por la revista Nature entre otros, que confirman que entre sus nuevos platos favoritos figuran los huevos de ánsar nival, los delfines y también los restos de comida que los humos echan a la basura.

En 2020 un grupo de investigadores noruego observó a uno de estos enormes plantígrados cazar un delfín. El hecho es sí ya era raro, pero mucho más lo fue ver cómo el ejemplar escondía los restos en el hielo. Si bien es cierto que algunas especies de osos pardos guardan reservas, nunca había sido documentada una conducta similar en sus parientes árticos.

La revista Oikos publicó en 2011 un trabajo del zoólogo Robert Rockwell que confirmaba que los polares estaban desarrollando un gusto especial por los huevos de ánsar nival. Según el propio autor del análisis ingerir uno de ellos es como «comerse una barra de mantequilla». Otro hábito nuevo es el aumento de sus encuentros con humanos en zonas pobladas. Como depredadores oportunistas que son se acercan a las casas para comerse lo que hay en los cubos de basura y lo que puede ser más peligroso, acechan a las personas. En 2014, la ciudad de Arviat, en Canadá, decidió que los niños no saliesen a pedir golosinas en la noche de Halloween por el riesgo del ataque de osos polares. También se les ha visto 'patrullando' por vertederos o pescando en zonas costeras. La pregunta es si este cambio de hábitos será suficiente para salvar de la extinción a esta especie. Nada invita al optimismo.

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