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Cisco y Trizas

El hombre de negocios no se dio por aludido cuando oyó a sus espaldas aquella voz imperiosa, «¡Cisco!», mientras cruzaba la calle camino del Devizio, ciñendo por la cintura a una bella mujer mucho más joven que él

Santiago Tabernero

Periodista, guionista y cineasta

Jueves, 26 de diciembre 2024

El hombre de negocios no se dio por aludido cuando oyó a sus espaldas aquella voz imperiosa, «¡Cisco!», mientras cruzaba la calle camino del Devizio, ciñendo por la cintura a una bella mujer mucho más joven que él. Tampoco se inmutó ante la insistencia del reclamo, «¡Cisco!», pero esta vez la mujer se giró, y escaneó aprensiva al barbudo de sonrisa sarrosa, que la miraba burlón desde un tenderete hecho de cartones y plásticos, anexo al cajero automático. «¿Conoces de algo a ese mendigo?». El hombre de negocios se giró para mirarle con escaso interés, y negó reanudando el paso. «¿De qué podría conocer yo a semejante individuo?».

«Somos los tuberculosos, somos los que más nos divertimos...», canturreó el desconocido a sus espaldas. El hombre de negocios se giró como un resorte, miró al mendigo con una mueca de incredulidad y, tras entonarse con un breve carraspeo, retomó la coplilla: «Echamos gapos verdosos en la sopa del vecino...». Los hombres rieron cómplices. La bella mujer tuvo en ese instante la certeza de que sobraba, y se apresuró a disculparse de su pareja con un «te espero dentro».

«Hola, Trizas», musitó el hombre de negocios. «El mismo que viste y calza», respondió el mendigo sobreactuando una pamema teatral. «Me alegra que no me hayas olvidado, Cisco. La última vez que nos vimos éramos inseparables, ¿te acuerdas?». Una frondosa hoguera prendió al instante entre ambos, hecha de virutas del pasado que ahora crepitaban ante sus ojos, como paisajes fugaces por la ventanilla de un tren de alta velocidad rumbo a los confines de su infancia.

Fue hace más de medio siglo, en la escuela que tenía doña Lola en un entresuelo de la calle Batalla de Salado para niños de clase obrera, cuando en el firmamento de héroes de tebeo de la editorial Bruguera, triunfaban los gemelos Zipi y Zape. No tardaron sus compañeros en rebautizarles como Cisco y Trizas, no sólo por ser tal para cual, sino porque allí por donde pasaban estos atilas de pantalón corto no volvía a crecer la hierba.

Si no eras su amigo, tenías un problema, y si lo eras te exponías a coleccionar pencos. O a pasar una noche en chirona, como aquella vez que entraron a los vestuarios del colegio de las Agustinas Descalzas mientras las niñas estaban en clase de gimnasia, y se llevaron toda su ropa en un bolsón que terminaron echando al contenedor.

«Ya me jode verte así», lamentó Trizas, dedicando una mirada compasiva a Cisco. «¿Por qué dices eso? Se supone que soy yo quien podría decírtelo», alegó Cisco, ofendido. «Porque yo puedo dormir con la conciencia tranquila, y tú has tenido que matar a mucha gente para poder permitirte ese Rolex, y traer a tu amante a cenar al restaurante más caro de la ciudad. ¿Por cierto, Cisco, a qué te dedicas?». El hombre de negocios cabeceó, empezando a sentirse incómodo. «Tengo una empresa de desguaces».

Trizas rompió a reír, Cisco decidió que había llegado el momento de despedirse con un apretón de manos. «Deja algo en la gorra antes de irte, que si duermo en la calle no es por gusto», sugirió Trizas forzando un abrazo. «Hace siglos que no llevo 'cash'», se excusó Cisco. El mendigo le propuso un bizum, a lo que el hombre de negocios no pudo negarse. Agendó su número de teléfono y, tras un esforzado regateo, tecleó 120 euros. Trizas esbozó una sonrisa cuando sonó el bip de confirmación del pago.

«¿Quién era?», preguntó expectante la bella mujer, cuando el hombre de negocios se sentó a la mesa rezongando. El camarero acudió solícito a llenar su copa de chispeante Moët. Sonó la señal de entrada de un whatsapp. El hombre lo abrió, era una foto de Cisco y Trizas con catorce años, sacando la lengua al fotomatón con cara de niños salvajes. El hombre de negocios pulsó la función de 'Bloquear contacto' y dio un sorbo a su copa de champán que le supo a gloria. «Nadie, no era nadie».

Santiago Tabernero

Santiago Tabernero (Logroño, 1961) es periodista, guionista y director de cine. Debuta en la dirección de cine con 'Vida y color' (2007), obteniendo entre otras distinciones el premio a la Mejor Película Iberoamericana en el Festival de Miami, mejor guion en el festival de Toulouse, premio del Público en el festival de Valladolid y una nominación al Goya a la Mejor Dirección Novel. En 2014 dirige 'Presentimientos'. Suyos son también los cortometrajes 'Tiempo muerto' , 'El amor' y 'El amor II'. Como guionista, sus créditos incluyen 'Desvío al paraíso', 'Taxi', 'Asfalto', 'César y Zain' y el documental 'La flor del almendro', de Jesús Rocandio. En 2022 y 2023 dirige el festival Actual. Como periodista ha desarrollado buena parte de su carrera en TVE. Ha dirigido también galas para los festivales de San Sebastián, Málaga o Valladolid, y numerosos programas musicales.

Créditos

  • Narración Carlos G. Fernández

  • Diseño sonoro y mezcla Iñigo Martín Ciordia, Carlos G. Fernández y Luigi Gómez

  • Ilustración Manuel Romero

  • Coordinación José Ángel Esteban

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