«En ciertos países la vida no tiene ningún valor, por eso arriesgan mucho por venir»
Con 77 años, esta religiosa logroñesa comparte su experiencia tras pasar cinco décadas educando en África con ayuda de Manos Unidas
Juan Marín del Río
Lunes, 10 de febrero 2025, 09:18
Transformar la sociedad a través de la educación en Burkina Faso fue la misión que Charo García Gil, una religiosa de la Asunción, asumió a los 22 años. Tras pasar cincuenta en varios países de África acompañada de Manos Unidas, Charo ha vuelto a su Logroño natal para contar su experiencia y seguir ayudando a los desfavorecidos.
–¿Cómo conoció Manos Unidas?
–En aquella época no había muchas asociaciones españolas de ayuda y cuando oí hablar de ella, acudí para ver en qué podía ayudar porque no tenía esas dificultades económicas tan importantes como las personas a las que atendían. Al final he estado cincuenta años con ellos en África.
–¿En qué consistió su primer voluntariado como misionera?
–Llegué con 22 años a Burkina Faso que por entonces se llamaba Alto Volta; ¡era el país más pobre del mundo! Allí estuve el primer año con niñas que nunca habían estado en el colegio, y el segundo año conocí a las niñas de la polio que caminaban con las manos. No sé si la polio llego aquí.
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–¿De qué forma pudo ayudar a aquellas niñas?
–Como ellas tienen fuerza, hacían los telares y les enseñé a coser. Después, hacían vestidos con esas telas y yo los vendía en las embajadas para que pudieran ser un poquito más autónomas económicamente hablando.
–Además de Burkina Faso, ¿en qué países trabajó?
–Sobre todo en países francófonos: Togo, el Congo y Camerún. En todos vi mucha miseria y una injusticia social muy grande, por eso siempre ayudé a educar a los niños para que construyeran una sociedad mejor.
–¿Cómo mostraban su gratitud?
–Siempre estaban sonriendo y son gente muy agradecida que saben que su sueño dorado de poder adquirir una formación se ha realizado gracias a vuestra generosidad. Les hago ver los esfuerzos que hacéis las personas solidarias. Os consideran sus padres, sus madres, sus abuelas, sus hermanos.
–¿Se encontró con algún riesgo inesperado para la salud?
–La humedad es muy peligrosa porque allí está el problema del paludismo, la malaria. Los mosquitos, que viven en entornos húmedos, pican a las personas y van trasmitiendo el parásito. Además, la deforestación hace mucho daño porque algunas empresas explotan la madera y no permiten que el arbolado atraiga las lluvias y entonces es cuando llega la sequía. Hay un problema importante con el tema del agua porque la tenemos que coger de riachuelos donde hay mucha suciedad y la gente contrae enfermedades gastrointestinales.
–¿Cómo se vivió la pandemia de covid allí? ¿La pasó en África?
–Yo acababa de llegar a España pero sé que lo vivieron con mucha calma y se ayudaron entre sí. En la entrada de las casas ponían calderas de agua caliente para desinfectarse, encontraron plantas que combatían el virus y, como toman tanta nivaquina para el evitar el paludismo, tenían reservas de anticuerpos. Hubo una incidencia menor que en Europa.
–¿Tiene pensado volver?
–Mi salud no me lo permite, pero sigo comprometida con Manos Unidas y ahora ayudo a los migrantes porque hay un efecto llamada y una necesidad importante de atenderles. En ocasiones se arriesgan mucho para venir aquí porque en ciertos países la vida no tiene ningún valor; por eso yo me ocupo de ellos.
–¿Qué se puede mejorar para evitar que arriesguen sus vidas?
–En mi opinión, es preferible ayudar a las personas desde aquí dándoles los medios necesarios para que puedan tener un empleo y un trabajo digno allí. Ahora bien, muchos de ellos vienen porque piensan que en España está el paraíso terrenal.
–¿Recuerda en especial a alguna de esas niñas que ayudó?
–¡Elisabeth! Una cielo de niña de Camerún de una familia de cinco hermanos. Yo hice de madre con ella: le enseñé todo y se ha sentido querida y valorada. Hablamos a menudo y nos contamos nuestras cosas, es un cielo. Es muy gratificante para mi recibir sus llamadas y seguir sintiendo, tantos años después, que conserva ese cariño.
–Si tuviera que lanzar un mensaje a los jóvenes, ¿cuál sería?
–Que os arriesguéis, que hagáis esta aventura, que conozcáis otras culturas, otras personas y otra realidad de la vida diferente porque sois unos privilegiados que habéis nacido en la abundancia. Vais a aprender más que en la universidad o en casa.