En memoria de un sabio riojano llamado Ángel Martín Municio
El bioquímico jarrero, presidente de la Academia de Ciencias, fue toda una referencia intelectual de la segunda mitad del siglo XX
En 2001 Ángel Martín Municio firmó con el Ministerio de Ciencia y Tecnología un convenio para poner en marcha el segundo Programa de Promoción de la Cultura Científica. Su objetivo: popularizar la ciencia e integrarla en la moderna cultura ciudadana, una necesidad plenamente vigente en nuestros días. «Incluso la libertad en su más amplia acepción depende hoy del acceso a la cultura de la ciencia», afirmaba entonces. Un año después, a una semana de cumplir los setenta y nueve, don Ángel, este entrañable sabio riojano, moría dejando tras de sí el ingente legado de uno de los mayores referentes científicos y culturales de su época.
Hoy cumpliría cien años el bioquímico Ángel Martín Municio (Haro, 1923 - Madrid, 2002), presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y vicedirector de la Real Academia Española durante casi una década. Fue incuestionablemente uno de los grandes científicos españoles de la segunda mitad del siglo XX, pero también un gran divulgador comprometido con la cultura. Un intelectual de referencia que merece ser recordado en su centenario.
«En una sociedad democrática –sostenía–, solo una ciudadanía adecuadamente informada podrá contribuir de forma responsable a la toma de decisiones. Aparte de ello, numerosas cuestiones de índole práctica andan en juego en las repercusiones sociales de estos programas en los que se dan, a la vez, la popularización de la ciencia y la presencia de los temas de la ciencia como ingrediente fundamental de una moderna cultura ciudadana».
«Incluso la libertad depende hoy del acceso a la cultura de la ciencia», afirmaba en 2021 Martín Municio
Su nacimiento en La Rioja, el 30 de noviembre de 1923, fue casual pero su riojanismo fue a conciencia; de madre segoviana y padre vallisoletano, este, juez de instrucción, había sido destinado a Haro, y, aunque pronto la familia tuvo que trasladarse a Salamanca, él siempre ejerció de jarrero y riojano por el mundo.
Su brillante carrera académica le llevó a lo más alto, le llevó por ejemplo a ser el primer español en ingresar en la Organización Europea de Biología Molecular o a representar a España en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Cultura con mayúscula
Además de por su doble condición de académico y, aun con su amplia labor científica, Martín Municio sobresalió especialmente por una profunda inquietud intelectual. «Sus horizontes epistemológicos –en palabras del ingeniero y académico Antonio Colino–, se fueron haciendo cada vez más amplios. Desarrolló un amplio abanico de intereses intelectuales, que plasmó en actividades dispares y proyectos solo aparentemente inconexos, desde las anilinas a la lexicografía, de la poesía a los geles de poliacrilamida o la economía del lenguaje».
Y todo ello siempre con una enorme generosidad que sabía poner las instituciones de las que formaba parte al servicio y a disposición de las iniciativas que alentaba, casi siempre dejando el protagonismo en manos de otros. Su figura quedó para siempre, más que como científico, profesor universitario o académico, como un magnífico difusor de la Cultura. Con mayúscula.
«Para mí –resumía él mismo– el nacimiento de una nueva cultura va a tener mucho que ver con la conexión de las ciencias y las artes, de forma que la cultura resultante contribuirá a resolver algunos, o muchos, de los problemas de ambos, e intentar conciliar al hombre con la cultura global».
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Primera Medalla de La Rioja y patrono de San Millán
Ocuparía varias páginas el currículum de Ángel Martín Municio. Muy resumidamente, fue catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid (1967-1989), miembro de la Organización Europea de Biología Molecular y de la Real Academia Española (sillón 'o'), de la que también fue vicedirector (1992-1999), y presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (desde 1985 y hasta su muerte).
Además perteneció a diversas academias europeas y americanas, dirigió numerosas tesis doctorales y fue autor de gran cantidad de publicaciones científicas (sus artículos rondan los trescientos) y libros especializados.
Entre otros muchos reconocimientos, recibió la Medalla al Mérito Investigador de la Real Sociedad Española de Física y Química,la Cruz de Alfonso X el Sabio, la Gran Cruz del Mérito Militar, las medallas de Honor al Fomento de la Invención, la de la Complutense y la Medalla al Mérito del Gobierno de Colombia.
También fue profeta en su tierra natal, donde se le distinguió con la Medalla de La Rioja (1985), la primera que se otorgó (junto con Tarsicio Lejárraga), y con el Premio Excelencia de Diario LA RIOJA (1997), periódico con el que colaboró en su suplemento La Ventana Cultural en los años ochenta. Desde 2010 una plaza en Logroño lleva su nombre.
Se implicó en el impulso de la candidatura de los monasterios emilianenses a Patrimonio de la Humanidad (1997) y fue patrono de la Fundación San Millán de la Cogolla desde su constitución (1998). También aquí trabajó siempre, con el rigor, criterio y amabilidad que le caracterizaban, por conectar la ciencia y la cultura humanística. Así contribuyó a hacer mejor esta tierra.
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