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El contenedor marrón cobra sentido si los residuos que se depositan en él son los correctos. Si es así, se obtendrán beneficios y consecuencias positivas

Reciclar, si se hace bien, ofrece muchos beneficios, pero todo pasa por la premisa de que la separación de residuos se haga de forma correcta. Solo si al contenedor marrón llegan los residuos orgánicos, se conseguirán los efectos positivos para el medio ambiente, por ello es necesario que los residuos orgánicos lleguen sin ‘impropios’ y en bolsas compostables.
Si es así, se conseguirá, como mínimo, estas seis consecuencias positivas:
Se obtendrá un compost de alta calidad. Los restos de comida se convertirán en un abono natural que enriquecerá el suelo con nutrientes esenciales (nitrógeno, fósforo, potasio); va a servir para mejorar la estructura de este suelo facilitando la aireación y la retención de humedad, con el consiguiente ahorro de agua de riego; reducirá la necesidad de usar fertilizantes químicos; aumentará la fertilidad y productividad de terrenos agrícolas, huertos urbanos y jardines.
Se reduce el número de residuos que llegan al vertedero. Si la materia orgánica supone el 37-45% de todos los residuos domésticos que producimos, al enviarla al contenedor marrón para compostar, se evita que terminen en los vertederos, lo que conlleva que estas instalaciones tarden más en llenarse y por tanto se alargue su vida útil, pudiendo casi duplicarse, con el consiguiente beneficio económico.
Si se separan los residuos orgánicos, también se mejora, de forma indirecta, en el reciclaje de las otras fracciones (papel, envases, vidrio…).
El ciudadano que se acostumbra a separar la fracción orgánica suele volverse más riguroso con las demás fracciones, y eso implica –según se ha observado con distintos estudios– que la tasa de reciclaje total sube de media entre un 5 y un 15% al cabo de dos o tres años; que los envases domésticos (contenedor amarillo) aumentan su rendimiento en un 10-15% y que la calidad del papel y cartón mejora un 25-30% al llegar menos contaminado por restos de comida. Se da un cambio de hábitos muy positivo en el comportamiento de los ciudadanos.
Disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero porque cuando los residuos orgánicos se descomponen enterrados en vertederos, sin oxígeno, generan metano, un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el CO₂. En cambio, los biorresiduos tratados mediante compostaje se descomponen en presencia de oxígeno, disminuyendo así entre un 30% y un 60% de las emisiones que se producirían si fueran al vertedero.
Se reduce el coste y la gestión del tratamiento de residuos. Gestionar la materia orgánica, bien separada y con pocos impropios, en el contenedor marrón es más barato que gestionar todo mezclado en el contenedor gris o verde oscuro de fracción resto, ya que así es mucho más difícil de separar. De hecho, es tan complicado que una buena cantidad de residuos reciclables y de materia orgánica no puede separarse en las plantas y acaba en el vertedero. Y eso supone otro coste añadido, ya que el depósito de residuos en vertedero está penalizado con elevadas tasas.
Los efectos positivos de la correcta separación de residuos se extienden tanto al medio ambiente como a la economía
Por último, se fomenta la valorización de residuos (transformarlos en recursos útiles) en lugar de su eliminación, lo cual es más rentable a medio y largo plazo.
Se genera empleo verde porque las recogidas separadas y la adecuada gestión de residuos genera nuevos puestos de trabajo en sectores sostenibles. El empleo verde en España ha pasado de 337.000 puestos de trabajo en 2014 a más de 577.000 en 2023, con un crecimiento del 71%. Y se estima que superará el millón de puestos de trabajo en 2035, de los que la gestión de residuos concentra ya casi uno de cada tres.
La implantación del contenedor marrón genera puestos de trabajo por la recogida y transporte especializado de los residuos orgánicos; la necesidad de operarios en plantas de compostaje y de digestión anaerobia, la necesidad de técnicos en gestión ambiental, calidad del compost, energía renovable, etc; y la creación de empleos en educación ambiental y campañas de concienciación ciudadana.
Todos esos empleos ayudan a avanzar hacia un modelo económico más sostenible.
Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, cada tonelada de biorresiduos desviada del vertedero y tratada mediante compostaje evita la emisión de entre 200 y 400 kilogramos de CO₂ equivalente (dependiendo de algunas variables).
En términos domésticos: una familia media europea, genera entre 150 y 250 kgs de biorresiduos al año. Compostarlos, en vez de tirarlos al contenedor gris evita la emisión de unos 50–100 kg de CO₂/año, lo que equivale a recorrer 400–800 kilómetros en coche. Por tanto, el tratamiento adecuado de los residuos orgánicos contribuye a la lucha contra el cambio climático.