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La asociación trata de ofrecer soluciones que permitan competir en igualdad con el resto de establecimientos de la capital riojana

El Mercado del Corregidor ha pasado por diversas circunstancias desde que se inauguró el 1 de marzo de 1960 como un mercado municipal. Como todas las instalaciones de este tipo no atraviesa sus mejores momentos porque debe hacer frente a la competencia que plantean las grandes superficies o las multinacionales cadenas de distribución, pero El Corregidor esgrime sus virtudes para plantar cara a unos ‘competidores’ que no tenía cuando nació.
El trato personal, la calidad del producto y la especialización de los tenderos son valores que nunca podrán llegar a tener los grandes supermercados. «Nosotros somos prescriptores como lo son los sumilleres en un restaurante», explican desde la Asociación de Comerciantes que trata de aportar ideas e iniciativas al devenir diario del mercado, «la gente no solo llega a tu puesto a comprar. Muchas veces te pide que le aconsejes que comprar e incluso te pregunta por el modo de cocinar lo que ha comprado. El trato es muy personal y cercano», incluso entre los mismos clientes, «mientras esperan en el puesto a que les atiendas, los clientes hablan y conversan entre ellos. Yo no he visto eso nunca en un gran supermercado», apunta otro de los miembros de la junta de la Asociación.
El personal que atiende cada uno de los puestos del Mercado del Corregidor son especialistas en lo suyo y además, «somos los que tenemos que poner la cara si luego no cumple las expectativas de calidad», señalan. Aunque eso no suele ocurrir.

Pese a que nadie quiere afirmar que la calidad que ellos ofrecen es superior a la de cualquier cadena de distribución, sí que afirman sin rubor que su producto –normalmente de proximidad– es mucho más fresco, y para corroborarlo, Enrique Rituerto (presidente de la Asociación del Mercado del Corregidor) recurre a una anécdota protagonizada por él mismo. «Hace unos días, cuando llegué y abrí mi puesto, acudí a uno de los de hortalizas para comprar una lechuga. La pedí y el compañero me preguntó si la necesitaba en ese momento. Mi contestación fue que, obviamente no, que era para la hora de la comida, y su respuesta fue ‘pues pasa dentro de un rato que acabo de hablar con el hortelano de Varea y me ha dicho que las está cortando ahora y que me las baja a media mañana… Eso mismo sucede con muchos otros productos que llegan muy frescos», y comenta que la calidad que ofrece ésa lechuga dista mucho de la mejor de las compradas en otros establecimientos donde ha sido cogida varios días antes, conservada en cámaras frigoríficas y trasladada cientos de kilómetros.
Pero se ha visto que el trato personal, la calidad del producto o la especialización de quien lo dispensa no es suficiente y por ello, la Asociación ha puesto en marca diversas iniciativas para hacer aún más atractivo el acudir a comprar a El Corregidor. «Les pagamos el estacionamiento en el parking del Ayuntamiento a los clientes; además, aquí disponen de wifi de última generación que cada vez es más necesario y también ahora encuentran un local de hostelería donde pueden tomar algo en un receso de sus compras. El objetivo es dar cada vez más servicio», señala Rituerto.
En este sentido la pandemia enseñó algunas cosas. En esa época, se comenzaron a admitir los pedidos por whatsapp y el reparto agrupado. Los clientes pedían lo que necesitaban comprar y luego, los comerciantes se organizaban para hacérselo llegar a casa. De ello surgió la idea de instalar unas taquillas refrigeradas en la que los clientes hacen su pedido y lo pueden recoger de la taquilla en cualquier momento, «es una forma de competir con el amplio horario de las grandes superficies», explica Alberto, uno de los comerciantes, aunque ahora algunos de los comerciantes darán un paso más e incluso van a ampliar su horarios de atención al público.
Otro de los objetivos que se ha propuesto la Asociación es hacer de la compra «algo divertido» para lo cual se organizan también talleres, actuaciones musicales… que dinamicen el mercado y lo animen, y el pasado mes de diciembre, cada fin de semana, incluso se sorteaban jamones entre los clientes.
Pese a que antes «tener un puesto en el mercado era un plan de jubilación y ahora no», según explica Rubén Fernández, uno de los jóvenes veteranos del mercado, y que «mi hijo lo va a tener mucho más ‘jodido’ que yo», todos recomendarían instalarse en el mercado (hay algún puesto libre) porque el flujo de clientes está garantizado y además, el que acude al mercado es porque va a comprar, el dónde es ya cuestión de la habilidad de cada comerciante.