La Herradura intenta resistir al COVID con los jarreros
Cinco bares han cerrado. El cierre perimetral de la región, la reducción de horarios y el miedo de los clientes ahogan la zona de pinchos de Haro
La Herradura por el momento aguanta los envites del coronavirus. No de muy buen ánimo ni con la afluencia de antes, ya que desde el cierre perimetral, que cumple con este su segundo fin de semana, la afluencia de clientes se ha reducido a casi la mitad.
También está padeciendo esta ausencia de visitantes la plaza de la Paz, que tradicionalmente por estas fechas siempre estaba rebosante a partir del viernes. La situación sanitaria, el cierre perimetral de la región –especialmente doloroso en áreas turísticas limítrofes al País Vasco como Haro– y, finalmente, el toque de queda han supuesto un duro revés para el corazón de los jarreros.
La aparición de temperaturas más frescas y la caída más temprana de la noche van eliminando las terrazas, de forma que los jarreros, cautelosos ante el avance de la pandemia, son reticentes a entrar en los establecimientos cerrados, incluso a pesar de la ampliación de horarios, que ha pasado de ser de las 21 horas de la semana anterior a las 22 en esta por la revisión del toque de queda.
En todo caso, al menos algunos jarreros se niegan a prescindir de sus pinchos en la Herradura, especialmente al mediodía. Por la noche, ahora lo hacen durante menos tiempo y la ruta se va acortando.
De momento, de la veintena de bares que la componen, han cerrado cinco de forma temporal. La mayoría de los establecimientos abiertos cierra a las 22 horas y reconocen que es en la última media hora cuando más gente congregan. Cuando más clientes tienen es durante el mediodía del fin de semana, aunque la afluencia se ha reducido a la mitad, pero vecinos de Haro, y también de localidades de la comarca, se siguen acercando a degustar sus pinchos: «Pero tienen cada vez más miedo –comentan en el bar La Esquina–, así que cada día viene menos gente». En su caso, aunque siempre han tenido la opción de comida para llevar, considera que no es la solución: «En España somos de cenar tarde. A las 21 ó 21.30 la gente aún no piensa en cenar, por lo que los pedidos se hacían después».
Ante la imposibilidad de atender en la barra, las opciones se reducen, especialmente para los que no tienen muchas mesas y deben mantener las distancias requeridas entre ellas. Entre los hosteleros hay una mezcla de indignación y resignación: «Nosotros cumplimos escrupulosamente con las medidas», explica Borja, de El Jarrero. «Entiendo que son sitios cerrados, en los que la gente tiene que bajarse la mascarilla, pero mantenemos distancia y una higiene extrema, y además la Policía pasa con mucha frecuencia para comprobar que todo se cumple».
Borja tiene una teoría, que comparte con su madre últimamente: «Como la situación siga así hasta que encuentran la vacuna, van a cerrar la mayoría de los bares, y, cuando aquí, en la Herradura, queden dos o tres bares, los precios se encarecerán muchísimo». «Los vinos pasarán a costar cuatro o cinco euros, porque no habrá oferta, y la gente lo pagará, de forma que el ocio se convertirá en un artículo de lujo, como las estancias en los hoteles». Quién sabe ya.