Una mujer que sabe superar obstáculos
En Préjano, esta ganadera luchadora compatibiliza su labor con los animales con su actividad de quesera, mientras busca que alguien le recoja el testigo y tome su relevo
Isabel Ochoa más que una emprendedora es una mujer que ha sabido ir superando obstáculos para adaptarse a lo que venía.
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Apenas contaba tres años, cuando –según le recuerdan los mayores– ya ayudaba a su padre (cabrero de la villa) a conducir al ganado. Después, cuando se fue haciendo mayor sus labores se ampliaron y también ayudaba a atender los animales.
Terminó la EGB e incluso «bajé a Calahorra a la EFA –Escuela Familiar Agraria– a seguir estudiando, pero aguanté una semana. Para mí, estar allí cerrada era como una cárcel», recuerda. Así que volvió con su padre, aunque durante algún tiempo compatibilizó su actividad ganadera con su trabajo como guarnicionera, en una empresa de calzado de Arnedo.
Pero en 1986 decidió dar el paso y se convirtió oficialmente en ganadera, aprovechando el incentivo que suponían las ayudas de la PAC, el ganado pasó a estar a su nombre. Ella ya era la propietaria.
Entre ella y su padre llegaron a tener 1.600 cabezas de ganado, «él nunca se planteó venderlos. Con 90 años, los subía todos los día a Isasa», recuerda, y por eso, ella tampoco pensó nunca en cambiar de profesión.
Isabel empezó a hacer queso después de haber reducido el número de animales que tenía a su cargo
Ese número de animales exigía mucho trabajo, y contrataron pastores, «pero no valían, este trabajo tienes que conocerlo bien y tiene que gustarte, si no, no lo haces bien. No se trata de sacar a los animales, se trata de que los lleves a que se alimenten para que puedan producir», comenta, y por ello cuando faltó su padre y ella se quedó con todo tuvo que replantearse su negocio. «No había mano de obra. Nadie me podía ayudar», admite.
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«En ese momento, lo que hice fue ir poco a poco quitándome animales y pasar a elaborar quesos con la leche que me daban mis cabras». Isabel había visto a su madre hacer queso en casa (los pastores y sus familias siempre lo hacían, y era bien cotizado), pero además ella hizo varios cursos y comenzó un nuevo negocio, la quesería.
Ahora, diez años después, Isabel sigue con su rebaño y con sus quesos, pero reconoce que ya está buscando a alguien que le dé el relevo. «A mi hijo le gusta el tema del queso, pero faltaría alguien que se hiciera cargo de los animales, pero es muy duro», apunta esta mujer que se reconoce «muy cansada. No físicamente, pero sí psicológicamente porque con la quesería yo me he encontrado con muchas cosas que no pensaba. Hay mucho papeleo y mucha burocracia detrás», lamenta, aunque ella siempre se ha sobrepuesto a la adversidad y ha sido salvando los obstáculos que la ha puesto la vida.
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