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Los Secretos no pierden el control
La legendaria banda madrileña, en la que solo queda Álvaro Urquijo, ofrece una hora y media con todas sus célebres canciones en el repertorio, que finalizó con 'Déjame', y un cierto aire anacrónico
Los Secretos fueron en San Mateo escrupulosos hasta con la puntualidad, comenzando el concierto sin artificios, con un sonido casi aséptico, limpio, marca de la casa, con mucha guitarra y base rítmica para interpretar la primera canción, 'Buena chica'. Después, para echar a rodar el concierto, 'Échame a mí la culpa'. De nuevo unos 3.000 espectadores se congregaron en la plaza del Ayuntamiento, adultos en su mayoría, frente a la juventud que logró reunir Álvaro de Luna. La tercera canción, 'La calle del olvido', confirmó que Los Secretos, o lo que queda de ellos, acudían a interpretar sus grandes éxitos, sin excesivos huecos para experimentos ni tiempo para más. Hubo algún intento, como el de 'Mi paraíso', una de las últimas canciones de Álvaro Urquijo, pero pasó muy desapercibida.
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Hubo algo desconcertante, cuando Álvaro Urquijo se dirigió al público y expuso que la gente piensa que Los Secretos han tenido una trayectoria uniforme, algo que no se sabe quién lo puede pensar si, por desgracia, su hermano Enrique apareció muerto en un portal de Malasaña y el tercer hermano, Javier, ni siquiera pertenece a la banda actualmente. Otro momento estrafalario fue cuando Álvaro Urquijo agradeció «al gobierno de aquí» por haber contado con ellos, curiosa dedicatoria, si bien, a continuación, interpretó 'Aunque tú no lo sepas'.
En general, fue un directo de tempo lento. Incluso en los temas más intensos, como 'Quiero beber hasta perder el control', hubo un manto de sosiego, de excesiva relajación, que rayaba el aburrimiento. Claro que, para una pareja que no paró de bailar agarrada todo el concierto en avenida de la Paz, sería una noche soñada, sobre todo con 'Ojos de gata', que invita al magreo, aunque hubo respeto mutuo. Después de 'A tu lado', tal vez el tema más movido de todos, Álvaro Urquijo sorprendió con la confesión de «estamos sufriendo problemas técnicos... ¡Dichosos cables y clavijas!», porque no había habido ni un acople ni retraso y, de hecho, el directo continuó con normalidad, eso sí, con la juventud pasando de largo como si allí no sucediera nada.
Siguieron otras canciones célebres como 'Te he echado de menos' y 'Por el bulevard de los sueños rotos', pero para entonces la grada de avenida de la Paz, termómetro inequívoco de lo que se transmite en el escenario, llena en el inicio, era un desierto pasada la 1 de la madrugada. Los Secretos ofrecieron un concierto correcto, tal vez demasiado, de disciplina militar, sin lugar para improvisar un acorde, lo que, a pesar de ser un repertorio entrañable, ofreció una sensación de 'déjà vu' y cierto aire anacrónico. Estribillos, canciones, un repertorio entero ya visto antes varias veces.
Tras una hora y veinte de concierto, Los Secretos concedieron un bis bastante previsible, pues no habían tocado 'Déjame', y que iniciaron con 'Agárrate a mí, María'. Una hora y media tardó en sonar 'Déjame', que despertó de sopetón al público, que en su mayoría se mantuvo fiel llenando la plaza, como esperando ese momento.
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