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Portales

La calle que ve pasar escaparates

El constante cambio de negocios en los soportales de la otrora arteria comercial por excelencia evidencia algunos de los problemas del centro de Logroño

Domingo, 10 de diciembre 2023, 19:56

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El adiós del popular Don Claus, tras más de 40 años como tienda de ropa de caballero frente a La Redonda con su característico rótulo, y el hola de un negocio sin más nombre que un cartel de 'Alimentación, souvenirs y electrónica', no es más que el último caso. Uno más, podría decirse, pues en el centro histórico se da por hecho que no será el último, aunque no por ello pasa desapercibido ni deja de dar pie a la reflexión.

«¿Adivina qué han puesto en el local que llevaba dos años cerrado entre Portales y Marqués de Vallejo? Sí, una tienda de chuches... y de souvenirs. Al lado hay otra, y en el 7 de Sagasta hace semanas que abrieron una más. Nos está quedando un Casco Antiguo, perdón, un centro comercial precioso», advertía hace algunas semanas el Observatorio del Casco Antiguo, cuenta de Twitter de carácter vecinal preocupada por la deriva del centro en pro del ocio –y el negocio– y en detrimento de quienes lo habitan.

En Logroño se lleva años hablando de la metamorfosis de Portales; no en vano, se trata de una calle en continuo y constante cambio, tal vez la que más muda de cara sin llegar a ver pasar el tiempo... o al menos sin casi darse cuenta. Más que fachada, Portales es escaparate. Aunque ahora la calle en cuestión, vía de actividad comercial por antonomasia desde hace siglos, va camino, si no lo es ya, de convertirse en zona de relevancia hostelera (casi la mitad de sus locales).

Pasó en la plaza del Mercado y actualmente tiene en tan emblemática arteria su ejemplo más palmario. El comercio, antes dominante, ha sido reemplazado por la hostelería, que no para de conquistar locales. Sin embargo, el cambio de uso sería solo uno de los aspectos para el análisis, pues Portales, y más concretamente la zona noble de los soportales, reúne toda la casuística a la que se enfrentan las ciudades en este siglo –con sus vecinos en pleno cambio de hábitos y costumbres–. Diario LARIOJA ha querido poner el foco en el antaño «punto central del comercio, de las finanzas, de la política y de la cultura» –según dejó escrito el cronista oficial Jerónimo Jiménez en 'Las calles de Logroño y su historia'–, comprobando que a los soportales, y a los escaparates que enmarcan, no siempre les ha sentado bien el paso del tiempo. Teniendo en cuenta, además, que no existe obligación alguna de mantener ningún elemento, la transformación ha sido –y es– total.

De la placita del Tilo a la calle Marqués de Vallejo

El recorrido empieza con la Frutería Rica, tienda de alimentación en el número 17 junto a un local, extienda de regalos, cerrada. Y a partir de ahí se intercalan referencias comerciales centenarias y hosteleras de nueva creación.
La Inglesa, la histórica ferretería que llegase a ser la más antigua de la ciudad, permanece vacía desde hace años en un tramo donde los soportales son más antiguos y donde Don Claus ha dado paso a una tienda de conveniencia.

De la calle Marqués de Vallejo a la calle Sagasta

Desaparecieron La Violeta y Menvi (que sigue como uno de los pocos locales vacíos) y aparecieron chuches que se sumaron a hostelería y turismo en general con vistas a la plaza del Mercado.
Del pasaje de Los Leones a... La Villa de Madrid. De todo y para todos con uno de los escaparates de referencia agonizando en pleno centro (con el negocio sumando años sin actividad), ejemplo de buena parte de los problemas del Casco Antiguo y del comercio de ciudad.

De la calle Sagasta a la calle Capitán Gallarza

El restaurante mexicano La Difunta, abierto en la que fue la boutique Tebriz, apostó por mantener uno de los escaparates más singulares de Portales, aunque fue (y es) la excepción. Un tramo donde la hostelería se da la mano con otras fórmulas...
Un tramo con muchas bajas, aunque donde sobrevive a modas y al propio paso del tiempo la sombrerería Dulín, el escaparate más fotografiado no ya de la calle, sino del conjunto de la capital de La Rioja.

De la calle Capitán Gallarza a la plaza de San Agustín

El tramo donde la hostelería se ha impuesto por completo: bares, gastrobares, restaurantes... si bien alguno de los locales ha sido referencia de las barras del centro más centro desde hace años.
Justo donde los soportales acaban, aparece uno de los tramos que mayor metamorfosis ha sufrido: la hostelería ha echado el resto y, al menos, ha recuperado la piedra original de la fachada (con Portales 73 poniendo el punto y final al recorrido).

El restaurante mexicano La Difunta, que abrió en 2022 en la que fue la boutique Tebriz –en su día sastrería Larrea– fue algo excepcional. De hecho, justo enfrente, La Villa de Madrid languidece sin solución. Otros escaparates, negocio incluido, ya solo están en el recuerdo: Menvi y La Violeta, por ejemplo y desde un cada vez más lejano 2016; aunque el primero de ellos sigue desocupado y el segundo, por su parte, es una tienda de chuches.

Y es que golosinas, helados y comida rápida y para llevar, se han unido a la moda de bares, gastrobares y restaurantes de todo tipo y condición. Al respecto, el cambio que ha sufrido el último tramo de los soportales, desde Capitán Gallarza a la plaza de San Agustín, ha sido absoluto y todo es ya hostelería (con el último de los portales como escenario de la modificación de joyería-relojería en restaurante –de Cárdenas a Portales 73, concretamente– dejando en evidencia que el fenómeno es imparable).

La fachada que enmarca los singulares portales acumula modificación sobre modificación, y no siempre para bien

Referencias centenarias sobreviven entre nuevos enfoques para el ocio y el turismo, amén del uso hostelero que se impone

Quienes trabajan Portales sostienen que cada vez queda menos de la esencia de la que fue la gran calle comercial del Logroño tradicional, que llegó a conocerse popularmente como 'El Corte Inglés en horizontal', «porque había de todo». Hoy, varios comercios centenarios, o a punto de serlo, conviven con nuevas tiendas, o ya no tanto, de 'chinos'. Así, la sombrerería Dulín, los souvenirs de El Plus Ultra, la librería Gumersindo Cerezo, la óptica Cadarso o la Cornet (esta última recientemente objeto del vandalismo del espray, otro de los problemas del entorno), serían supervivientes de aquellos tiempos.

Supervivientes porque la realidad es que no hay año en el que no haya bajas destacadas. La hemeroteca de este periódico es la mejor fuente. Así, en 2018 las páginas del diario recogían cómo la joyería Mendoza, con una trayectoria de 96 años, era el último comercio en dar el relevo a un nuevo restaurante. Justo al lado, en 2012, ya saltó el caso de El Nuevo Mundo, tienda de moda de caballero que cerraba despidiendo no solo a una de las camiserías logroñesas de toda la vida, sino a su escaparate y, por tanto, a su rotulación, la misma que la de Dulín o El Plus Ultra. El Nuevo Mundo daba paso a Smöoy, una franquicia especializada en yogures helados, que ahora es Cachito Mío, de empanadas gourmet.

Donde antes había una tienda, ahora hay un bar... o donde entonces había un bar, a día de hoy hay otro. De ahí que llamen la atención casos como el del Asterisco, que cerró a principios de 2022 sin que hasta ahora haya encontrado sustituto. Y es que los bajos sin alquilar, lo que no pasa en otras zonas de la capital, se pueden contar con los dedos de una mano... casi como el comercio más tradicional que queda. «La hostelería mueve más, paga mejor y conlleva mayores inversiones», confirmaba tras la pandemia Óscar Martínez Solozábal, presidente de la Asociación Profesional de Expertos Inmobiliarios (APEI), quien aludía a que lo poco vacío respondía a problemas para su acondicionamiento de cara a un uso hostelero, como no poder disponer de salida de humos.

Una vía histórica y con historia que muestra el devenir de Logroño

Rúa de las Tiendas, de la Herventia, de la Constitución, de la Paz, del Mercado, de la República, General Mola y Portales desde 1979... ahí es nada. Una calle histórica y con historia cuya mayor parte de los soportales que la caracterizan, y que hoy la dan nombre, fueron construidos en el último cuarto del siglo XIX. Un lugar de tránsito «para los logroñeses de antaño», según dejó escrito Jerónimo Jiménez, que así podían protegerse de las inclemencias del tiempo como reflejó Juan Antonio Bardem en 'Calle Mayor'. El 'paseo de Invierno', también llamado 'El Invernadero' para diferenciarlo del 'paseo de Verano' en El Espolón, muestra desde hace siglos el devenir de Logroño como ciudad. Y no ha habido, ni habrá, mejor termómetro.

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