Medrano, en confinamiento voluntario
Preocupación, miedo y tristeza. Los vecinos del pueblo del Moncalvillo viven con «respeto» el brote de COVID-19, que ya afecta a 17 personas, la mayoría jóvenes veraneantes
A las 10.30 horas pasa el camión de la basura por Medrano. Las calles están vacías, apenas pasan tractores y ciclistas que suben y bajan del Alto de Moncalvillo. Los hombres riegan los huertos. Ni rastro de niños. Solo parece haber actividad en los aledaños de La Despensa de Medrano, la tienda del pueblo, donde los vecinos, a cuentagotas, esperan a la sombra su turno para entrar. A sus pies dos mansos gatos esperan unas migas de pan.
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El pasado lunes el Servicio Riojano de Salud detectó un brote de COVID-19 en la localidad que afecta ya a 17 personas, asiladas en sus domicilios, cuyo vínculo es el ocio juvenil. Merche Izquierdo, vecina de Logroño que pasa el verano en el pueblo, confiesa estar viviendo la situación «con preocupación, porque no sabemos cómo ha sido, y con tristeza, porque no hay nadie por las calles, no sale nadie y se nota mucho». «Creo que ha habido relajación, como en todos los sitios», opina Merche. Aguardando como ella su turno para comprar una barra está Enrique Llaría, quien, sin embargo, asegura vivir «con cierta tranquilidad porque resido en las afueras y sigo haciendo lo mismo que antes, ser responsable. Solo vengo a comprar lo necesario; no es lo mismo tener casos aquí al lado que a 50 kilómetros, no le quito importancia, pero no estoy preocupado».
Dentro, atendiendo a los vecinos, trabaja José Antonio Ruiz Álvarez, quien afirma que «Medrano ha cambiado de forma descomunal. De ser un pueblo tranquilo, con todo el mundo en la calle, los críos en los parques... tener vida, a que no haya nadie porque la gente está en sus casas, con mucho respeto y algo de miedo».
Y es que la localidad ha pasado casi voluntariamente, por precaución y seguridad, a un particular estado de alarma. «Este debería ser ahora mismo un pueblo con muchísimo ambiente pero ahora no hay nadie», expone José Antonio, quien declara no haber notado demasiado un cambio en el volumen de trabajo, aunque sí han incrementado los pedidos que sirve a domicilio. «Ahora el COVID-19 es el tema de conversación, está en boca de todo el mundo porque la gente tiene miedo», señala José Antonio.
Al lado, exhibiendo una enorme terraza vacía, está el bar, reabierto con nueva gerencia hace poco más de un mes. David Oliván es uno de los socios y recuerda que «al principio fue muy bien, venía gente de Sotés, Navarrete, Daroca, Sojuela, Entrena... y todos eran muy responsables, pero después de la noticia no hay nadie». A ellos sí les ha afectado de forma sobresaliente el brote, han tenido que restringir el acceso al interior y solo atienden en terraza. «Ha pasado aquí como podría haber sido en cualquier otro lugar», entiende David.
El Ayuntamiento de Medrano emitía ayer un comunicado informando de que «el brote está en vía de control» y aclaraba que «el pueblo no está confinado». «Llamamos a la calma y a la responsabilidad de los vecinos», añadía la nota del Consistorio, que va a suspender las fiestas, aunque la decisión ya se había tomado antes. El alcalde, Jesús Manuel Pérez, declara que «estábamos de primera, así que ha sido una sorpresa, aunque creo que, en general, la población, en todas partes, se ha relajado».
«Escarmiento»
La mayor parte de los positivos son jóvenes veraneantes. «Todo el que desee, porque sospeche que ha tenido contacto con un positivo, puede hacerse la prueba, con el condicionante de permanecer aislado doce días, hasta conocer el resultado», informa el alcalde de Medrano, contabilizando que solo el martes 80 vecinos se la hicieron. «A ver si lo que ha pasado aquí sirve de escarmiento porque puede pasar en cualquier parte», expone Jesús Manuel Pérez.
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