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Ni siquiera están enfadadas. Tan solo un poco tristes y decepcionadas porque lo que tejieron con toda su buena intención para embellecer un rincón de su pueblo, alguien lo ha robado con nocturnidad y alevosía. Mariluz Sáenz (83 años), Aurora Domínguez (80) y Maricruz Fernández (80) son vecinas de la plaza del Hospital de Lardero y su afición es el ganchillo. Artesanalmente habían tejido varias fundas con las que habían cubierto tres bancos de la plaza (llamada así porque siglos atrás albergó un hospital de peregrinos del Camino de Santiago) y un cuarto de la aledaña casa de cultura. Con motivo de la Navidad habían decorado ese rincón del casco antiguo de la localidad como hacen en fiestas con banderines de ganchillo, todo manual, singular y colorido.
Hasta que en la noche del 22 de diciembre desapareció una de las fundas. El día 6 de enero, otra. Y como guinda, también les robaron un tiesto entero con mariposas de ganchillo. Para evitar más sustracciones, han desmontado las otras dos fundas de los bancos que quedaban. Lo peor es que no es la primera vez que sucede, el año pasado ya desaparecieron parte de las fundas decorativas de ganchillo que la Asociación de Mujeres de Lardero había elaborado para la plaza del Molino. Así, el pueblo es un poco más feo, pese a la voluntaria labor de estas mujeres. Y lo más curioso es que en ellas no hay rabia ni indignación.
«Nos lo pasamos muy bien haciéndolo, así que lo disfrute quien haya sido. Igual se pensaba que nos íbamos a enfadar...», expone Maricruz. Y eso que cada funda es laboriosa, porque contiene más de cien cuadrados y tejen dos o tres al día. La verdad es que el ladrón no parece haber cometido solo un acto vandálico, no ha destruido nada, sino sustraído con cuidado, apreciando la labor artesana. «Casi es de agradecer si es así, pero si es eso, que nos hubieran preguntado, pero que no nos lo quiten. Me gustaría que quien haya sido lea esto y pase un poco de vergüenza», opina Aurora. Y es que, cuentan estas tres mujeres, tiempo atrás a un inmigrante que les confesó que pasaba frío por la noche le tejieron y regalaron una manta.
Tampoco es raro que a los niños que pasan por la plaza y observan maravillados las mariposas de ganchillo les regalen una. «La gente venía y se hacía fotos. Para mí que quien lo ha hecho es el mismo y que todo está en el mismo sitio», advierte Mariluz. Las hijas confirman que las tres «disfrutan con el ganchillo» y creen que «es una pena que les hayan quitado lo que hacen, deberían respetarlo». Ya han dado parte de lo sucedido a la Policía Local para que revise la cámara de vigilancia de la casa de cultura.
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